La mujer no está presente en la historia del arte y las mujeres artesanas, menos, no están presentes en esta meta-narración que es la historia del arte, planteó Gladys Villegas Morales, investigadora y académica en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana (UV).

Al presentar el libro Mosaico de creatividades. Experiencias de arte popular, de Eli Bartra Muría, doctora en Filosofía y catedrática del Departamento de Política y Cultura en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Villegas Morales resaltó los aspectos importantes de la publicación.

El evento fue parte del 2º Encuentro Intrainstitucional de Estudios de Género, organizado por el Centro de Estudios de Género de la UV en la USBI, el pasado 5 de septiembre.

La presentadora expresó que este tipo de acercamiento que ofrece el libro en relación con el arte popular se ha generado bajo una serie de factores de exclusión, prejuicios y estereotipos, los cuales se han conformado a lo largo de la historia del arte.

Tales condiciones han provocado que las mujeres no estén presentes en la historia del arte, “las artesanías no son consideradas arte, por supuesto que las mujeres artesanas, menos”, subrayó.

Explicó que el arte popular no es considerado como arte, así lo narra Bartra Muría en la introducción, es visto en realidad como “un arte pobre por excelencia, fruto de los sujetos más desposeídos de nuestra sociedad, prácticamente no ha sido estudiado desde el punto de vista feminista”.

Para estudiar el arte popular visual desde un enfoque no sexista, continuó Villegas Morales sobre la introducción, “hay caminos y formas posibles para asomarnos a él e intentar descifrar lo que se puede denominar creatividad de las mujeres, en este caso de las clases populares”.

Generalmente las mujeres han ocupado un lugar privilegiado en la creación artesanal, puntualizó; sin embargo cuando se establece la división entre lo que es arte y artesanía se puede observar una separación por prejuicios sociales y raciales, “¿quiénes hacen artesanía? Las mujeres, los pobres, los negros, los indígenas, es decir, los jodidos, y ¿quiénes hacen arte? La gente que estamos en clases privilegiadas, con acceso a la universidad, blancos, heterosexuales, etcétera”, comentó.

En tanto, Eli Bartra, coordinadora del posgrado en estudios de la mujer, refirió que su obra analiza en distintos capítulos, y con la ayuda de otras investigadoras, cómo es la experiencia de mujeres artesanas, en Izúcar de Matamoros, en Japón e incluso en una comunidad maorí, donde el concepto de artesanos y artesanía lo califican como ofensivo para hacer referencia a su producción.

De acuerdo a sus resultados, una de las constantes que aparecen en los talleres artesanales de México es el hecho de que las mujeres no firman sus obras y en algunos casos su firma es en realidad su apellido de casada, lo que las hace mantenerse en el anonimato “por que se considera una costumbre”.

Precisó que el subtítulo del libro no lo decidió ella sino la editorial, “me afectó terriblemente porque yo siempre he trabajado sobre arte popular en México, lo defiendo, lo distingo de las artesanías, pero estoy incluyendo un capítulo sobre las canastas de las mujeres maoríes que rechazan rotundamente el concepto de arte popular, lo que ellos elaboran –hombres y mujeres– es arte”.

El texto de arte popular japonés lo hizo en colaboración con Tanae Omura, experta en estudios sobre México y los años treinta, entre otras cosas, agregó, ella realizó y transcribió las entrevistas.
Un capítulo dedicado a Brasil, en particular sobre un proyecto político, feminista, ecológico, se acabó hace seis años, no obstante a que persiste la elaboración de las muñecas que presenta en el libro.

En cuanto a la firma de las mujeres en sus piezas, dijo que “hoy en día la mercadotecnia dicta que para hacer que el arte popular se parezca al de las élites, comenzaron a firmar sus piezas, es por eso, simplemente para que se venda mejor”.

Sin embargo ahora muchas mujeres “ponen el nombre del taller y ellas quedan otra vez escondidas”, a pesar de que ellas las elaboran, “dirigen, son las maestras artesanas y si dentro de 50 años algunas piezas siguen no se va a saber quién las hizo”.

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