Biósfera 2

Biósfera 2


Cuatro hombres y cuatro mujeres pasaron dos años dentro de una enorme burbuja en el desierto de Arizona, EE.UU., a la que se denominaba Biosfera 2, de la cual salieron el 26 de septiembre de 1993 y a la que ingresaron el 26 de septiembre de 1991.

El experimento se hizo para demostrar la posibilidad de supervivencia de una comunidad en el espacio, en práctico aislamiento y viviendo con los recursos de consumo que generen.

La experiencia demostró que aún quedaban muchos por resolver antes de realizar esto.

Biósfera 2, ubicada en el desierto de Sonora, cerca de la pequeña localidad de Oracle, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Tucson, Arizona, fue concebido como un microcosmos de la Tierra y ocupaba algo más de ocho mil metros cuadrados, incluyó cinco sistemas ecológicos separados: un bosque tropical copiado de la selva amazónica; un «océano» de 3.500 metros cúbicos de agua con barrera de coral; un desierto, una sabana y pantanos, en los que se encontraban como 3,800 especies distintas de animales y plantas. También tenía un ala agrícola, un laboratorio para la micropropagación de plantas y viviendas selladas a las miradas externas.

Los ocho científicos participantes en el proyecto Biosfera 2 se sometieron voluntariamente y al momento de salir vestían trajes azules estilo futurista, y fueron recibidos por unas 2,500 personas.

«Es un momento extraordinario. Decían que no era posible, pero aquí estamos, sanos y felices», declaró Mark Nelson, uno de los participantes en el experimento.

Los bionautas, de edades comprendidas entre 29 y 69 años, perdieron en promedio el 13,75% de su peso. Su producción alimenticia alcanzó 1,800 calorías diarías en promedio, 8 00 menos de las que se habían planeado, por lo cual sufrieron frecuentemente de hambre aguda y tuvieron que adaptar su ritmo de trabajo

La dieta consistía generalmente de vegetales y fruta. No había azúcar, no había cafeína, casi nada de grasa y carne solamente una vez por semana. Tampoco había bebidas alcohólicas.

El ecólogo Taber MacCallum, de 29 años, quien rebajó 30 kilos, confesó que «A veces pasaba a lo largo de la esclusa de aire, la contemplaba y me ponía a pensar como podría pasar por esa puerta».

Linda Leigh dijo al salir que «se respiraba una atmósfera distinta» y que esta experiencia «fue como vilumbrar el paraíso».

Los biosferanos, como ellos mismos se bautizaron, antes de salir renunciaron a hablar de sus discusiones o aventuras sentimentales durante los dos años que han permanecieron juntos, pero días antes de egresar Roy Walford, el médico de la misión, de 69 años, declaró a la prensa a través de un sistema de intercomunicación, que en el mundo exterior «nadie puede irritarse tanto como algunos han hecho dentro de la burbuja».

Los responsables del proyecto financiado por el magnate tejano del petróleo Edward Bass,estimaron que el simple hecho de que ocho personas hayan podido vivir juntas en un mundo artificial y autártico (en un sistema de autoabastecimiento) casi totalmente constituye ya un éxito.

«En 10 minutos podía ir de un desierto tórrido a un bosque tropical y después ir a plantar arroz como hacen los habitantes del sureste de Asia. Es un estilo de vida completamente agradable», dijo Nelson ayer.

«Hemos demostrado que la biosfera sintética puede sostener la vida humana y tiene una aplicación para el espacio», dijo la británica Jayne Poynter.

«Nosotros podemos ver cada extremo de nuestro mundo. Podemos ver de dónde vienen nuestros alimentos, podemos ver de dónde viene nuestra agua y que solamente disponemos de esto; sabemos que fuera de esto no hay nada mas», dice Abigail Alling, quien estuvo a cargo de los sistemas marinos. El énfasis de los «bionautas» con respecto a este tema, tiene su origen en el hecho de que la sobrevivencia fue un desafío muy grande.

El mayor problema que enfrentaron fue la reducción del oxígeno del ambiente hermético a dos terceras partes de lo normal, debido a que el contenido orgánico consumía demasiado oxígeno, con lo cual la atmósfera llegó a un equivalente de algo más de 4,000 metros sobre el nivel del mar, volviéndose sofocante y cuando se presentaron en los encerrados síntomas similares a los producidos por el mal de altura, se bombeó oxígeno en el ambiente. Fue una interrupción en la autosuficiencia, una circunstancia que molestó a algunos, pero que Linda Leigh, de 41 años recuerda como «un momento maravilloso. Estuve brincando de alegría. ¡Viva! ¡oxígeno!».

Además, una de las investigadoras, la británica Jane Poynter, tuvo que abandonar temporalmente el invernadero el 11 de octubre de 1991 -dos semanas después de entrar- para ser intervenida tras la amputación de un dedo de la mano al operar una trituradora. A su regreso llevó consigo numerosos suministros, como bolsas de plástico, mapas, libros y planos.

En los últimos contactos con el exterior, Mark Van Thillo, un belga de 32 años, declaró haber perdido nueve kilos al entrar en el proyecto, ya conocido como el Arca de Noé del siglo XX, de los cuales ha recuperado la mitad. «Todo ha ido muy bien. No ha habido nadie que dijera: ya basta, quiero salir, lo cual es en sí mismo un logro». Jane Poynter, de 35 años, dijo que el grupo ha sido capaz de producir el 80% de sus alimentos.

Los integrantes de esta misión fueron: Mark Nelson, Linda Leigh, Roy Walford, Jayne Poynter, Taber MacCallum, Mark Van Thillo, Abigail Alling, Sally Silverstone

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