Libro abierto

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Por Montserrat Muñoz

Guadalajara, Jalisco. 3 de diciembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- La ciencia y la literatura convergen en la persona de Mario Jaime Rivera. mario jaime rivera FIL2015 001Científico de formación y escritor por convicción, el doctor en Ciencias Marinas describe el mundo como un gran poema, en donde «el poeta es solamente una antena que traduce el asombro, la belleza, también la tristeza y lo terrible del mundo».

En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, donde participó en la presentación del III Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo, mismo que ganara en su primera edición, Jaime Rivera compartió para la Agencia Informativa Conacyt sobre el camino andado en el mundo de las letras, de la divulgación científica y de la ciencia, durante el cual ha salido laureado en más de una ocasión.

Ganador del Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2013, del Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia 2013, Premio Nacional de Dramaturgia 2007 otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el Premio Nacional de Poesía Mérida 2013 y del Primer Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo en 2012, el académico narró sobre cómo suceden los procesos creativos para sus obras.

«Los temas no los elijo como tal, sino que más bien tengo una obsesión y tengo que escribir algo. La mayoría de las obras de teatro que he escrito son porque estoy muy enojado con las injusticias o con ciertas sociedades, por ejemplo escribí una obra que se llama La guaycura fantasma sobre la rebelión de los pericúes, cuando encontré un libro que decía que la evangelización en la antigua California se había dado sin sangre, cuando se sabe históricamente que hubo rebeliones, y ahí me enojé. El teatro lo uso como crítica social, pero tiene que haber un disparador», sostuvo.

Jaime Rivera no gusta de encasillarse en algún género literario, sino que se reconoce bajo la figura de escritor. «Yo estoy peleado con los géneros, que son una cosa que inventaron los enciclopedistas o filósofos del siglo XVIII para catalogar las cosas. Es algo propio de la modernidad; eso de encasillarte me parece de una gran pobreza», afirmó.

Al mencionar la poesía, su semblante cambia, se muestra complacido. La poesía es, en palabras del académico, su vida misma. «Todo el tiempo estoy escribiendo poemas», comparte. «Creo que el mundo entero es un gran poema y el poeta es solamente una antena que traduce el asombro, la belleza, también la tristeza, lo terrible del mundo. Eso es lo que yo escribo realmente. Incluso me dicen que las novelas que hago tienen mucho de poético porque realmente siempre estoy escribiendo poesía».

La ciencia como profesión

Al llegar a los terrenos de las ciencias exactas, de divulgación y los estrictamente académicos, el científico del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor) en La Paz, Baja California, continúa partiendo de las raíces poéticas para compartir.

«Yo estudié biología para estar más en lo inefable de la naturaleza, más que porque me interesara comprender, porque sé que es imposible. Los científicos creen que hay una objetividad en el misterio de la naturaleza y eso es falso. Las teorías científicas son mitos, hermosos y contemporáneos. Un mito es una representación de la realidad, ¿y qué son las teorías científicas entonces?», apuntó.

El académico se mantiene fiel a su laureada pluma cuando de escribir textos de divulgación científica se trata. Y es que, desde su punto de vista, consideró que el lenguaje utilizado para esta actividad «descafeína la emoción de la realidad. En mi caso sería como decir que los tiburones ya no viven aventuras, sino que migran. O que no se enamoran, sino que se reproducen. Eso le quita lo que tiene de vivo un animal, lo que tiene de emocionante y asombroso la naturaleza como tal».

Quien ha dedicado la última década a la investigación de los tiburones en diversas partes del mundo, así como a la divulgación de las investigaciones derivadas de este trabajo, enfatizó en la importancia de utilizar herramientas literarias para evitar desacralizar los elementos u objetos de estudio. «Eso es algo terrible del lenguaje instrumental que utiliza la ciencia contemporánea, le quita lo sagrado a las cosas en lugar de empatar lo sagrado con los conocimientos que tenemos sobre ello», sentenció.

Mario Jaime, el divulgador

Mario Jaime se topó con el Premio Internacional Ruy Pérez Tamayo casi accidentalmente, ya que no era la intención participar en él, sino escribir un libro que hablara sobre la vida de los tiburones y que fuera editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), organización que ya contaba en sus anaqueles con títulos similares sobre cocodrilos o ácaros, mas no sobre los escualos.

«Yo ya había escrito un ensayo para la Universidad de Baja California Sur que se llamaba los ‘Tiburones en la literatura’ y así empezó», relata. A pesar de que varios especialistas en el país trabajan con tiburones, hasta entonces no existía una publicación de divulgación científica sobre el tema.

La obra que lo llevó a ganar la bolsa de 250 mil pesos que acompañaba el premio fue redactada en un periodo de dos años. Respecto a este libro, comenta: «Este libro intentó ser una especie de tratado sobre tiburones para todo el público, que incluyera desde historia y literatura acerca de los tiburones y cómo lo han visto las diferentes culturas a través de los milenios, hasta la investigación actual de esos animales tan misteriosos y tan satanizados por la sociedad».

Aun abordando temas científicos, la poesía encuentra su camino de vuelta a la charla. «En la divulgación es donde puede encontrarse el lenguaje poético. ¡Qué mejor poesía que la que hacen los físicos actuales, hacen los mejores versos que hay! Lo hacen inconscientemente porque tratan de traducir a palabras modelos matemáticos, pero a fin de cuentas están siendo poetas».

Respecto a la elección de su profesión, Jaime Rivera señala que todo nació de la curiosidad. «Decía Aristóteles que la filosofía nace de la curiosidad, eso es lo que mueve a los científicos. Si no tuviéramos curiosidad, nos volveríamos lo que muchos son en México, técnicos. A veces creo que las universidades nos educan para ser eso. Hacemos pocas teorías, no nos gusta pensar por nosotros mismos; copiamos la metodología de los demás y nos cuesta mucho pensar de dónde vienen las cosas».

Lleno de convicción en sus declaraciones, el biólogo atina un consejo para las generaciones en formación. «No obedezcan, tengan un pensamiento crítico. Sean muy escépticos pero no por ello apáticos, no es lo mismo ser escéptico a no tener pasión. No den nada por hecho y sigan su propia pasión. El pensamiento crítico es lo que hace al ser humano».

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