Natalia Almada, cineasta de origen mexicano, es una de las ganadoras de la beca MacArthur en este 2012, la cual consiste en 500.000 dólares para que sean gastados a como quieran los beneficiarios.

Las becas MacArthur también son consideradas las de «los genios», porque se entregan precisamente a quienes han desarrollado una muy destacada labor en sus campos.

Otro de los 23 premiados es el Pulitzer dominicano Junot Díaz.

La Fundación MacArthur, de naturaleza filantrópica e independiente, ha concedido becas y subvenciones por más de 5.000 millones de dólares en EEUU y más de 60 países alrededor del mundo desde que fue fundada en 1978.
Los ganadores de estas becas son elegidos por un grupo anónimo de personas invitadas a compartir sus sugerencias y pareceres con el Patronato de la Fundación, que tiene la última palabra.
Sin embargo, los seleccionados siempre tienen en común valores como la creatividad, la innovación, los derechos humanos o el desarrollo científico y además cuentan con la gran ventaja de que esa cantidad de dinero que reciben puede ser gastada a su antojo, sin ataduras ni obligaciones impuestas por la fundación.
Almada, que según explica en una entrevista publicada en la página web de la fundación ha crecido en un entorno completamente «bicultural» porque su madre es de México y su padre estadounidense, califica sus películas como «orgánicas» y asegura que nacen «del impulso y la curiosidad».
De 37 años y radicada en México, la cineasta dice que su trabajo «está en algún lugar entre el documental, la ficción y el mundo del arte», y confiesa que el reconocimiento que supone esta beca le otorga a toda su labor una mayor responsabilidad.
Entre su cinematografía se encuentra la película El General, que realizó utilizando cintas grabadas por su madre en su juventud, y explica que en sus filmes «no espera mostrar el mundo como es, sino mostrar el mundo» como ella lo ve.
Cerca de 900 personas, entre ellas el novelista David Foster Wallace o el médico antropólogo Paul Farmer, han recibido desde 1981 las becas MacArthur, cuyo dinero es repartido a los ganadores en un periodo de cinco años.
Desde fotógrafos a microbiólogos, pasando por lutiers o neurocirujanos pediátricos, los afortunados con las becas MacArthur, también conocidas como las «becas de los genios», disfrutarán así de auténtica libertad para lograr sus proyectos creativos y profesionales.
Benoît Rolland, de 58 años y procedente de Boston (Massachusetts), es un maestro lutier que ha dedicado su vida a experimentar con nuevos diseños y materiales para crear violines, violas y violonchelos del siglo XXI.
Nada, o todo que ver, con Maurice Miller, de 66 años y originario de Oakland, quien a través de la experiencia de su madre, inmigrante mexicana, ha creado una organización sin fines de lucro, denominada Iniciativa para la Independencia Familiar, que brinda asistencia a las familias en forma de estipendios en efectivo para alcanzar sus metas.
El modelo de la fundación de Miller, que empezó en su ciudad y ya se ha implantado en otras tres ciudades, tiene como objetivo dar a las familias con bajos recursos una alternativa para mejorar su economía de manera constructiva.
«Utilizaré parte del dinero para experimentar con cosas que muchas familias quieren emprender, pero no tienen los recursos para hacerlo», explica este exveterano de Vietnam.
Este año, el rango de edades de aquellos que han visto reconocido su trabajo va de los 31 a los 66 años, 10 mujeres y 13 hombres, y más de un tercio del total pertenecen a minorías.
De las más veteranas es la ecóloga marina Nancy Rabalais, que destinará el dinero a equipamiento y personal de apoyo para trabajar en las conocidas «zonas muertas» del Golfo de México, donde la descomposición de la vegetación amenaza la cadena alimenticia de muchas de las especies marinas.
Rabalais ha documentado el crecimiento de esas áreas desde 1985 y ha trabajado con grupos externos para frenar su desarrollo.
El dominicano-estadounidense y premio Pulitzer en 2008, Junot Díaz, ya sabe qué es eso de sentirse más que afortunado por el reconocimiento del trabajo bien hecho y es que «La Maravillosa Vida Breve de Oscar Wao», por la que fue galardonado entonces, era su primera novela.
«Una beca como ésta es transformadora, porque te permite centrarte en tu arte con apenas pequeñas preocupaciones. Es como un gran golpe de privilegio», sentencia Díaz. 

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