Cómo colaborar

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La ciencia, además de aportar conocimiento nuevo para encontrar soluciones a los problemas globales, permite crear puentes entre países para desarrollar o fortalecer proyectos de investigación de gran impacto, a esto último se le conoce como diplomacia científica.

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La idea de pensar la ciencia como una diplomacia no es un concepto nuevo, comenzó hace muchos siglos atrás. No obstante, los nuevos escenarios a los que se enfrenta el mundo como son las enfermedades infecciosas, cambio climático y el crecimiento acelerado de nuevas tecnologías motiva a adaptar nuevas estrategias basadas en la cooperación entre países, a través de la participación de la investigación científica, tecnológica y de innovación.

En Estados Unidos, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés) ha dado un impulso a este fenómeno mediante la creación de la AAAS S&T Policy Fellowships Program, para que científicos e ingenieros puedan entender y encontrar un lenguaje común para comunicar la ciencia e involucrarse en la política pública de aquel país.

Tal iniciativa nace como una respuesta a los acontecimientos controversiales a los que se enfrentaba el mundo en la década de los años 1960 y 1970, como lo fueron la guerra nuclear, la carrera espacial entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, la crisis mundial de energía y el desarrollo de nuevas tecnologías, y para los cuales se requería la participación de la ciencia.

Durante dos semanas, los científicos e ingenieros que ingresan a este programa reciben entrenamientos y adquieren capacidades que frecuentemente no se obtienen en el laboratorio. Más recientemente (en 2008), la AAAS creó el Centro para la Diplomacia Científica, cuyo principal objetivo es incrementar el perfil de la ciencia como un elemento importante en la construcción de relaciones entre países y sociedades.

De acuerdo con Marga Gual Soler, doctora en biología molecular y directora del proyecto en el Centro para la Diplomacia Científica, las acciones de gobierno con objetivos de interés público deben pensarse científicamente, “la mayoría del personal de gobierno no tiene formación científica, es decir, que crucen de ciencia a política. Es por esto que muchas veces los dos mundos están muy desconectados. Tener en una oficina de gobierno durante todo el día a una persona que piensa científicamente es mucho más efectivo que una comisión que se reúne una vez cada seis meses para solucionar un tema concreto: como energía, cambio climático”, dice.

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Dra. Marga Gual Soler.

Durante su participación en el IV Seminario Iberoamericano de Periodismo de Ciencia, Tecnología e Innovación, Marga Gual Soler indicó que AAAS y la Royal Society de Londres crearon el documento New Frontiers in Science Diplomacy, que intenta crear un marco teórico para convertir la diplomacia científica como una disciplina académica.

Tal campo de estudio se compone por tres dimensiones:

• Diplomacia para la ciencia: cómo los diplomáticos pueden ayudar a fomentar la cooperación entre países para el avance de la ciencia. Es decir, mediante acuerdos intergubernamentales para desarrollar proyectos de investigación costosos y que estos beneficien a múltiples países.

• Política basada en evidencia: incorporar la ciencia con los procesos de gobernanza global con temas de interés común, aguas internacionales, aire, Internet, uso y control de armas nucleares, etcétera.

• La ciencia para la diplomacia: cómo la ciencia puede abrir canales y estructurar barreras cuando todas las demás puertas están cerradas en casos de tensión política. Un ejemplo alusivo es la creación del sincrotrón SESAME, un acelerador de partículas situado en Jordania, y que tiene como estados miembros a Bahréin, Egipto, Chipre, Pakistán, Turquía, Israel, Palestina e Irán.

A decir de Gual Soler, desde hace siete años muchos países en el mundo, incluido México, comenzaron a interesarse con este modelo; una de las actividades de la AAAS es compartirlo con los países interesados en adaptarlo, de tal forma que la AAAS ha realizado un estudio para analizar las estrategias y mecanismos para que los científicos puedan acceder a la política pública y, con ello, crear un modelo propio y adaptado a las características sociales, políticas y económicas de la región o país en cuestión, con el propósito de acercar a los científicos a la política pública y a la toma de decisiones.

En México, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en colaboración con el Reino Unido, ha creado el programa Incytu, una Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Congreso de la Unión. El objetivo principal de esta iniciativa es asesorar a legisladores mediante información basada en evidencia científica, que los ayude a tomar una mejor decisión en temas relevantes para la política pública de México.

Para Marga Gual Soler, la ciencia y la tecnología están cambiando los equilibrios de poder del mundo, por lo que se están considerando como política de estado. “La ciencia siempre ha estado cruzando fronteras, incluso cuando todos los demás canales de comunicación han estado cerrados (…) La diplomacia científica es muy importante, pero no es interesante porque todavía no se sabe comunicar, presentar y enmarcar de forma que sea atractiva”, concluyó la doctora en ciencias biomédicas por la Universidad de Queensland, Australia.

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