La niebla que se asienta cada mañana de invierno sobre Lima sirve ahora para regar los cultivos en sus cerros desérticos gracias al «atrapanieblas», un sistema que recoge el rocío y lo condensa hasta acumular diariamente entre 5 y 15 litros de agua.
Sin recurrir a la alta tecnología, el «atrapanieblas» usa dos postes que sostienen una malla con pequeños agujeros orientada en dirección a la niebla, un depósito de almacenaje y un filtro para descontaminar el agua, según explicó a Efe el miembro del «Movimiento Peruanos Sin Agua», Paolo Cruz.
Esta asociación promueve el uso de «atrapanieblas» e inició un proyecto para su instalación en distintos puntos de Lima hace dos años, pero no ha sido hasta ahora que ha encontrado la financiación para ubicar veinte de los artilugios en el barrio de Los Tunales, del distrito limeño de Villa María del Triunfo.
«Nuestra misión es que este espacio marrón se vuelva verde», anunció Cruz, que dirige con los habitantes de la zona la instalación de estos sistemas en los que «las gotas de agua condensada descienden por la malla hasta caer en una canaleta que la lleva al tanque, donde un filtro la limpia».
Hasta ahora los vecinos de Los Tunales veían que el agua para sus cultivos llegaba en forma de niebla, pero de la misma manera se lo llevaba el viento sin dejar ni una gota en sus arenosas lomas, que han resultado idóneas para el nuevo sistema.
Allí, la niebla que procede del mar se acumula a primeras horas de la mañana y a últimas horas de la noche, y llega a ser especialmente densa en invierno, durante los meses de julio y agosto, aunque en verano es casi inexistente y el caluroso sol reseca la tierra impasiblemente.
Ante ello «Los sin agua» también proyectan la construcción de dos depósitos de 300 litros de capacidad para aliviar la escasez estival de niebla, en un sitio donde hasta ahora sólo se encontraba agua en los camiones cisterna que la transportan para venderla en la zona.
Cruz señaló que el ahorro para una familia que cuenta con un «atrapanieblas» es considerable, ya que uno de estos sistemas tiene un coste de «entre 1.000 y 5.000 dólares», cuando lo habitual es que cada vivienda gaste entre 150 y 225 dólares al mes en comprar el agua para su uso diario y agrícola.
«Con el «atrapanieblas» esta gente no tiene que gastar tanto dinero por un poco de agua porque la vida útil de la malla, que es de tela Raschel (de polietileno de alta densidad), oscila entre los cinco y siete años, y obtendrá un agua que puede tener diversos usos», aunque no es apta para consumo humano, apuntó.
Así el verde de la vegetación brota de la hasta ahora árida tierra y crea un oasis de variadas plantas que no necesitan agua en abundancia, que sirven para la subsistencia de las familias y contribuyen a crear una nueva actividad económica en la zona.
Crecen tunas (o chumberas), que dan nombre al lugar, pero también patatas, calabazas, plataneros, sábilas (plantas de aloe vera), que los agricultores exportan para la producción de productos como el champú, y taras, «que ayudan a atrapar la niebla porque el agua también se condensa en sus hojas».
También hay lugar para plantar la flor de Amancaes, un típico lirio del valle del Rímac que brota entre las rocas con la humedad de la neblina y que «se encuentra en peligro de extinción», según apuntó Cruz.
Aunque los «sin agua» han comenzado en Lima su misión de «reverdecer y reforestar», su objetivo es llegar a colocar 200 «atrapanieblas» en otros puntos y regiones del país, como las sureñas Arequipa e Ica, donde el estrés hídrico también está muy marcado, además de acometer la reforestación de mil hectáreas en la andina Ayacucho. 

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