Traslado de El Calendario Azteca o Piedra del Sol hacia el Museo Nacional de Antropología- Foto de El Universal

Traslado de El Calendario Azteca o Piedra del Sol hacia el Museo Nacional de Antropología- Foto de El Universal


El 17 de diciembre de 1790 la Piedra del Sol o Calendario Azteca, fue encontrada en la entonces Plaza Mayor de la Ciudad de México y finalmente fue colocada en el exterior de la torre poniente de la Catedral metropolitana, donde fue empotrada viendo hacia el oeste (hoy calle Cinco de Mayo).

Ahí permaneció por casi cien años, hasta que en 1885 la piedra fue trasladada a la Galería de Monolitos del Antiguo Museo Nacional, en la calle de Moneda del Centro Histórico de la Ciudad de México. Para su reubicación, coordinada por Leopoldo Batres, fue necesaria una plataforma, vigas y poleas. Su exhibición ahí fue inaugurada por Porfirio Díaz.

Y en ese sitio estuo hasta el 27 de junio de 1964, cuando la trasladaron al Museo Nacional de Antropología e Historia, en el Bosque de Chapultepec, todavía en construcción.

Fueron necesarios 30 días para retirarla de la base de ladrillo con cemento que la sujetaba y colocarla en la plataforma especial en que fue trasladada, la cual tenía 16 neumáticos, que soportaban una estructura de acero y concreto de seis metros de largo, 1.20 metros de ancho y 1.20 metros de profundidad; los cables de retención iban cubiertos de hule espuma..

A las 10 de la mañana el chofer Pedro Meza Aceves, prendió la máquina y rugió el motor del camión de 290 caballos de potencia con el que se remolcó la estructura. Los preparativos estuvieron a cargo del ingeniero Asunción Escobar Estrada, y de un equipo de  21 personas.

La operación para colocar el monolito en la plataforma requirió de seis diferenciales (juego de cadenas y engranes) de 10 toneladas cada uno. La hora para el traslado estaba marcada para las 10 de la mañana, «porque es la (pieza) más importante de cuantas estarán en el Museo», hora marcada por el encargado de la construcción del Museo, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. A esa hora el motor rugió y la Piedra del Sol inició su nuevo éxodo.

No hubo confeti, no había multitudes como las reunidas en torno al Tláloc que había llegado a la ciudad meses antes.

Pero si tuvo una despedida memorable: Los mariachis le tocaron Las Golondrinas, cuando abandonó su antiguo recinto en el edificio colonial de la Calle de Moneda Nº 13.

Y también tuvo un pequeño séquito, que la acompañó: «Venimos a despedirlo», dijo un hombre vestido de mecánico, que junto con escolares, trabajadores, burócratas, amas de casa y algunas parejas de enamorados acompañaban al Calendario Azteca rumbo al zócalo, para pasar a menos de 200 metros del sitio donde se cree estuvo adosado.

El monolito dejó el inmueble de la calle de Moneda, con la música de acompañamiento, pasó frente a Catedral y transitó a un costado de la Alameda y a lo largo de Paseo de la Reforma. En una hora y quince minutos, la piedra llegó a su nuevo hogar y se ubicó en el lugar de honor de la Sala Mexica.

Al paso de la comitiva, los policías realizaban el saludo marcial, las mujeres que salían de misa en Catedral se cubrían con sus velos, los hombres se descubrían la cabeza.

A una velocidad de 10 kilómetros por hora, en una hora y 15 minutos, la Piedra del Sol salió del Centro por la calle 5 de Mayo, viró hacia Juárez, pasó frente a la Alameda, llegó junto al Caballito, se enfiló hacia el Paseo de la Reforma, y ahí «casi roza las estatuas de Colón y de Cuahutémoc». Tomó el Circuito Gandhi, llegó al Museo y entró directo a su nuevo emplazamiento de mármol blanco, donde ya lo esperaban los monolitos mudados en días previos.

Fue colocada, viendo hacia el Este presidiendo la sala Mexica que tiene una superficie de 2 400 metros cuadrados, tan grande como lo fue todo el Museo Nacional. Quedó empotrada en una plataforma de mármol de 6 m. de largo, 1.20 m. de alto y 1.20 m. de ancho, en el museo mas grande del mundo en su especialidad, es decir, dedicado a un solo país y a una sola rama de la ciencia.

La Piedra del Sol, ocupa hoy el lugar central del Museo Nacional de Antropología e Historia.

La Piedra del Sol mide 3.60 metros de diámetro y 98 centímetros de lado, pesa casi 25 toneladas y es una prueba de la enorme importancia que los aztecas daban al tiempo y la exactitud con que lo medían aunque –de acuerdo a las investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH- no fue usado como calendario.

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