En el marco del programa “Miércoles de Música y Literatura” de la Universidad Veracruzana (UV), Mario Muñoz, director de La Palabra y el Hombre, ofreció una disertación en torno de El perseguidor, del escritor argentino Julio Cortázar.

         La charla fue presidida por Olivia Jarvio, coordinadora de Desarrollo de Colecciones de la Dirección General de Bibliotecas de la UV y representante en la Red Internacional de Universidades Lectoras; Guillermo Cuevas Mora, músico y académico en Jazzuv, y del saxofonista Arturo Caraza.

Muñoz, también maestro de literatura para muchas generaciones, dijo que El perseguidor no es “ni cuento corto ni novela, sino más bien una nouvelle –como llaman los franceses a los textos de estas dimensiones– en la que Cortázar plantea muchos mensajes que se pierden, no obstante la infinidad de lecturas que se han dado en torno de este significativo relato”.

Afirmó que es tan complejo que es difícil encontrarle una explicación definitiva y cabal. “Nunca agota su temática y sus significaciones siempre van a ser incompletas, como es común con las grandes obras de la literatura”.

Son innumerables las interpretaciones de la obra de Cortázar, no sólo para El perseguidor, comentó Muñoz. “Y menciono algunas de ellas: sociológicas, filosóficas, semióticas, psicológicas, musicales, literarias, política”. Añadió que se trata de una síntesis de la poética cortazariana.

La historia narra las peripecias de Bruno, un crítico de arte, y de Johnny Carter, un saxofonista de jazz drogadicto y alcohólico cuya figura sugiere la presencia del genial músico Charlie Parker. El escritor mostraba una particular inclinación hacia el jazz, una música en la que los intérpretes se permiten todas las libertades. La literatura era para Cortázar un sistema lúdico, con todo encaminado a una improvisación y continua búsqueda, tanto del lenguaje como de los sentimientos.

En diversas ocasiones mencionó que escribía bajo una especie de recogimiento interno y que todo su entorno se borraba, en una suerte de “rapto de inspiración” y con frecuencia de una sola sentada.

Lo más sorprendente es que casi no corregía, a diferencia de muchos escritores que son o fueron hábilmente perfeccionistas. Algunos de sus textos cobraron carácter de exorcismo, porque le permitían desprenderse de una serie de situaciones personales que lo intranquilizaban y ponían en estado de crisis. Un ejemplo de ello es el cuento Circe, en que el personaje femenino regala a cada uno de los hombres que conquista bombones aderezados con cucarachas.

Él mismo explicó que este cuento fue escrito en una época en que atravesó por una suerte de fobia que le hizo suponer que todo lo que comía estaba fuertemente contaminado.

El mismo título de El perseguidor se presta a diversas interpretaciones. Bruno persigue constantemente a Johnny Carter para sacarle información, para deducir en torno de su personalidad y tratar de escribir otra obra sobre este personaje. El músico, por su parte, persigue algo inmaterial, busca el significado ontológico del ser ante un mundo que aquel continuamente rechaza. Pero esto es sólo una de las muchas interpretaciones que pueden derivarse de la lectura del mencionado texto.

Luego de la exposición de Muñoz, Arturo Caraza explicó por qué le resulta tan significativo el arte del legendario saxofonista de jazz Charlie Parker y, con el bajista Aleph Castañeda y el baterista Renato Domínguez, recreó uno de los temas del malogrado músico cuya personalidad se ajusta de muchas formas a la del Johnny Carter de la obra cortazariana.

Hacia el final del evento, la secretaria académica de la UV, Leticia Rodríguez Audirac, entregó a Cuevas Mora un reconocimiento por su importante labor pedagógica.

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