El yodo molecular es el principio activo de los efectos antitumorales asociados al consumo de algas marinas, por lo que diversas patologías asociadas a órganos captadores de yodo pueden ser candidatos para el tratamiento con este elemento.

El equipo de investigación del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México, campus Juriquilla, liderado por las doctoras Carmen Aceves Velasco –integrante de la Academia Mexicana de Ciencias–, y Brenda Anguiano Serrano, analiza los efectos de compuestos yodados en la iniciación, proliferación y muerte de células cancerosas o hiperplásicas, utilizando diversos modelos experimentales incluyendo protocolos clínicos de cáncer mamario e hiperplasia prostática benigna.

Los estudios en humanos se han realizado desde hace cinco años, en colaboración con los Hospitales Generales de Querétaro pertenecientes al IMSS y a la Secretaría de Salud.

En el caso del cáncer mamario se describieron efectos antiproliferativos de los compuestos yodados cuando se emplean junto con las terapias convencionales, mostrando además una atenuación en los efectos secundarios generados por la quimioterapia, entre ellos la disminución de los efectos tóxicos sobre el corazón.

El yodo molecular, la estrella

En México, Aceves y Anguiano se han dedicado a estudiar los efectos de las distintas formas químicas de yodo (yodo molecular, yoduros, hormonas tiroideas y yodolípidos), en la fisiología y patología de los tejidos que captan a este elemento, como son la tiroides, la glándula mamaria, la próstata, el ovario, el sistema nervioso y otros.

Su grupo de trabajo fue el primero en demostrar ante la comunidad internacional que el yodo molecular era uno de los componentes activos presentes en las algas marinas que se consumen cotidianamente en la dieta oriental, las cuales tienen efectos anticancerígenos y que pueden estar asociados a la baja incidencia de patologías mamarias y prostáticas presentes en esas poblaciones.

Las algas marinas, que contienen grandes cantidades de yodo en diversas formas químicas, poseen la capacidad enzimática para convertir el yoduro del agua de mar en yodo molecular y usarlo como antioxidante y/o liberarlo al ambiente en forma de gas. Cuando estas algas son ingeridas (sopas, condimentos), el yodo molecular puede fácilmente pegarse a lípidos (grasas) o a ciertos residuos de aminoácidos y formar compuestos yodados diferentes a las hormonas tiroideas.

“Describimos que las hormonas tiroideas están involucradas en el desarrollo y diferenciación de la glándula mamaria y que son importantes para sostener su gasto metabólico durante la lactancia, pero encontramos también otros compuestos yodados, presentes durante la lactancia que desaparecían en los cánceres. A uno de estos yodolípidos (yodo asociado con grasas) se le conoce como 6-yodolactona”, explicó Carmen Aceves.

Las investigadoras encontraron que la 6-yodolactona se une a receptores localizados en el núcleo de las células a los que se denomina PPAR (receptores activados por proliferadores preoxisomales), que tienen como activadores a lípidos (grasas) y cuya función inicial se asociaba a la diferenciación del tejido graso. Estudios más recientes han mostrado que algunas variedades de estos receptores (conocidos como PPARg), están íntimamente asociados a procesos de diferenciación y muerte celular en tejidos cancerosos.

“El compuesto yodado que nosotros encontramos en los tumores mamarios de los animales a los que les dimos una dieta alta en yodo molecular, mostró un aumento en la expresión de los PPARg asociado a la reducción continua del tamaño tumoral. Dado que la dosis utilizada en estos animales no generaba ningún efecto secundario, empezamos a trabajar con el sector salud del estado de Querétaro”.

Uno de los resultados más interesantes fue el obtenido en el protocolo de cáncer mamario avanzado. En las mujeres que recibieron la terapia convencional más el suplemento de yodo, se demostró un efecto dual: los tumores disminuyeron rápidamente su tamaño y los efectos cardiotóxicos secundarios a la droga se atenuaron significativamente.

Estos hallazgos han permitido proponer el uso del yodo como un método adyuvante y protector en el tratamiento del cáncer mamario y en un futuro usarlo también como preventivo en las mujeres que tienen alto riesgo de cáncer mamario, pues es un método no invasivo, de fácil administración y de bajo costo.

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