La Libertad guiando al pueblo, Eugene Delacroix, 1831- Museo Louvre Lens

La Libertad guiando al pueblo, Eugene Delacroix, 1831- Museo Louvre Lens


Ferdinand-Victor-Eugène Delacroix, nace en Charenton-Saint-Maurice, Francia, el 26 de abril de 1798 y fallece en París, el 13 de agosto de 1863.

En 1815 siguiendo la recomendación de su tío, el pintor Henri-Francois Riesener, Delacroix entró en el taller del pintor neoclásico Pierre Narcisse Guérin, donde Théodore Géricault y el Barón Gros fueron sus maestros. Visitaba frecuentemente el Louvre, estudiando y copiando a los grandes pintores que admiraba: Rubens, Velázquez, Rembrandt, Paolo Veronese, y se debatió entre la tradición y el clasicismo y el deseo de hallar, tras las apariencias, la realidad. Pero al miso tiempo estudia a Goya y se interesa por la litografía, publicando algunos grabados en «Le Miroir». El pintor paisajista Bonington le enseñó a pintar la naturaleza. Raymond Soulier le inició en la acuarela. En 1816 se inscribe en la Escuela de Bellas Artes, donde contrae amistades que durarán toda la vida. El primer encargo público que realiza en 1819, La Virgen de la Mieses, de la iglesia de Orcemont, deriva claramente de sus estudios de Rafael.

En 1822 Delacroix expone por primera vez Dante y Virgilio en los infiernos, una obra llena de fuerza, de una composición ambiciosa y colores muy trabajados; en ella la luz se desliza sobre las musculaturas hinchadas, un incendio consume una ciudad (en segundo plano), las capas ondean al viento. La fantasía, lo macabro y el erotismo se entremezclan.

Su cuadro más popular La Libertad guiando al pueblo, también conocido como La barricada (1831), le valió la Cruz de la Legión de Honor.

La Libertad guiando al pueblo (La Liberté conduisant le peuple aux barricades) fue pintada por Eugène Delacroix inmediatamente después del alzamiento popular del 28 de julio de 1830, cuando Carlos X de Francia suprimió el parlamento por decreto y pretendía restringir la libertad de prensa.

Lo amplio del levantamiento inspiró a Delacroix a pintar a una mujer con el torso desnudo, que surge en medio de una ciudad en llamas, representando a la Liberad y Francia, llevando en su mano derecha la bandera tricolor de Francia y en la izquierda el fusil. Le siguen ciudadanos de todas las clases sociales, lo que muestra lo amplio del levantamiento social que se dio, de los cuales se observa con claridad a un obrero con una espada, un burgués con sombrero de copa con una escopeta, y un adolescente con dos pistolas. A los pies de la figura principal, un moribundo mira fijamente a la mujer para señalar que ha merecido la pena luchar.

La Libertad va al frente, como guía, porque en ese movimiento no hubo cabecillas visibles, pero si derivo en la sustitución de Carlos X por Luis Felipe de Orleáns, el llamado Rey Burgués.

En 1832, realiza un viaje de seis meses a Marruecos y Argelia, descubriendo allí la deslumbrante luz y color de sus paisajes, sus gentes, la sensualidad y el misterio, sensaciones intensas que se reflejarán en toda su obra posterior.

En su llegada a Argel consigue entrar de forma secreta a un harén de la autoridad portuaria. En esta visita logra hacer varios dibujos sobre la vestimenta de las mujeres musulmanas. Estos numerosos croquis y dibujos le servirán a su regreso a Francia para conseguir pintar con mucho detalle el cuadro Mujeres de Argel en sus habitaciones (1834) y una litografía de mismo tema.

Cuando regresa de Marruecos recibe encargos oficiales para decorar y pintar diversos edificios públicos: el Salón del rey del palacio de Borbón, el palacio de Luxemburgo, la Galería de Apolo en el Louvre…

En 1859, el pintor expone por última vez en el Sálon ya que a pesar de su empeño no puede trabajar de forma continua. Su estado de salud se deteriora por una laringitis y tendrá que retirarse y guardar reposo fuera de París, en el campo.

En 1863 su estado de salud empeora pero sigue pintando, El cobro del impuesto árabe y Tobias y el Ángel, pero muere el 13 de agosto, acompañado solamente por su fiel ayudante Jenny Le Guillou. Dejando sin concluir las cuatro grandes telas destinadas al comedor de Hartmann. Meses antes escribe en su diario: «El mérito de una pintura es producir una fiesta para la vista. Lo mismo que se dice tener oído para la música, los ojos han de tener capacidad para gozar la belleza de una pintura. Muchos tienen el mirar falso o inerte; ven los objetos, pero no su excelencia».

Los comentarios están cerrados.