Investigadores a la caza de tsunami que impactaron costas mexicanas

Cuyutlán, Colima, tsunami el 22 de junio de 1932


Tarda cinco minutos en generarse un tsunami después de un gran sismo, lo que representa poco tiempo para evacuar la población y colocarla en un lugar seguro, refiere el doctor en geografía Néstor Corona Morales, quien analiza las costas del Pacifico en busca de evidencia geológica que otorgue información con el fin de prevenir catástrofes.

Cuando se genera un sismo se producen deformaciones en la corteza terrestre, y sí ocurre de cierta magnitud en el fondo del mar se originan tsunamis, explica el especia del Colegio de Michoacán (Colmich).

Advierte que se deben analizar las costas del Pacifico porque pertenecen a un sistema tectónico llamado anillo de fuego que cuenta con una zona de subducción, en la cual chocan dos placas tectónicas y uno se coloca encima de la otra, lo que origina áreas sísmicas que se convierten en factor de creación de tsunami.

Por ello, se necesita conocer la historia de las comunidades para determinar posibles acontecimientos. Por ejemplo, en Cuyutlán, Colima, ocurrió un tsunami el 22 de junio de 1932. En ese entonces la localidad no era considerada zona de vulnerabilidad porque no existía registro; sin embargo, las olas alcanzaron hasta 10 metros de altura y destruyeron gran parte del poblado.

Ahora a través de los métodos de paleotsunamis y paleosismología, Corona Morales en colaboración con la UNAM e investigadores de Chile, Canadá, Australia e Israel, analizan la tierra del poblado para buscar evidencia de un tsunami que pudo sepultar cultivos y casas.

“Si no podemos mirar hacia el futuro vemos hacia el pasado para ver la historia de tsunamis en la costa del Pacifico, después determinar la probabilidad de que suceda otro fenómeno de estos y tomar las medidas adecuadas”.

Corona Morales señala que con estos métodos se sabe que en el siglo XIV ocurrió otro tsunami en Cuyutlán del mismo impacto, y aunque aún no es posible determinar cuándo sucederá otro, existe una gran probabilidad de que ocurra en los próximos años, debido a que es una zona de calma sísmica que acumula energía y el día que se libere originará un gran sismo y luego un tsunami.

La investigación realizada en Cuyutlán determina que en el peor de los casos, “un tsunami se generaría después de cinco minutos de que se registre un sismo. El acontecimiento cubriría el pueblo y sólo 20 por ciento de los habitantes tendría la capacidad de evacuar”, precisa Corona Morales.

El investigador también realiza evaluación de riesgos y estableció la necesidad de crear albergues verticales (torres con plataformas) que sirven de refugio. Además, se debe sensibilizar a la población con pláticas e información sobre tsunamis.

Precisa que en México se tiene registro de 70 tsunamis entre el año 1700 y 2015, la mayoría de uno o cuatro metros de altura, pero es necesario analizar las zonas con antecedentes para evitar catástrofes como el que ocurrió en 2004 en Tailandia, lugar que no se contemplaba vulnerable.

“El sismo que se generó en esa ciudad fue extraño para los científicos y sismólogos puesto que era imposible que ocurriera uno de esa magnitud; sin embargo, la evidencia geológica realizada después del acontecimiento demostró que si existían antecedentes, aunque no muy cercanos”.

Recomienda estar alerta, conocer los signos que producen un fenómeno de esta naturaleza. “En ocasiones antes de que llegue un tsunami el mar se retira hasta 100 metros, si tiembla fuerte y no te puedes detener corre”, finaliza el especialista del Colegio de Michoacán.

(Agencia ID)

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