El acordeón en el narcocorrido mexicano

El acordeón en el narcocorrido mexicano


A inicios de los años noventa, Juan Carlos Ramírez Pimienta, profesor investigador de San Diego State University, campus Imperial Valley, empezó a interesarse académicamente por el corrido y, en especial, por su vertiente dedicada al tráfico de drogas conocida actualmente como narcocorrido.

El investigador mexicano radicado en San Diego, Estados Unidos, señaló que durante su maestría y la mayor parte del doctorado en la Facultad de Letras de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), tuvo como mentor en el campo de los corridos al profesor Guillermo Hernández, quien había pasado de los estudios medievales a los estudios de lo mexicano en Estados Unidos (estudios chicanos).

“Para mí fue un nuevo paradigma porque era pasar de estudiar la alta cultura a la cultura popular. En un momento dado tomé la decisión de que a mí lo que me interesaba realmente era tratar de investigar las identidades mexicanas”, expresó.

Desde entonces, el interés de Ramírez Pimienta en el estudio de los narcocorridos ha estado orientado hacia una lectura cultural del fenómeno y a la interpretación de los diferentes usos de este tipo de corrido, así como los signos que arroja sobre las sociedades que los producen, sus valores y sus miedos. Con una alta producción de estudios de frontera y cultura popular, es reconocido actualmente entre los especialistas en músicas populares como una de las voces académicas más importantes en torno al narcocorrido mexicano.

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El nuevo héroe del corrido mexicano

A pesar de reconocerlo como mentor, Guillermo Hernández no comulgaba con las nuevas tendencias del corrido mexicano donde el tráfico de drogas empezaba a posicionarse como uno de los temas más populares. “Pero a mí me empezó a parecer que era muy importante investigar este cambio epistemológico, sobre todo a nivel de noción de heroicidad”, apuntó Ramírez Pimienta.

La imagen del héroe clásico del corrido ya había sufrido una primera transformación en la década del cuarenta hacia un protagonista borracho, parrandero, jugador y «don Juan», promovida por el compositor Víctor Cordero en temas como Juan Charrasqueado y Gabino Barrera, pero fue hasta principios de los años noventa cuando empezó a surgir un nuevo paradigma del héroe relacionado con el tráfico y el consumo de drogas.

“Me di cuenta que a principios de los noventa empezaba a haber un héroe del narcocorrido que no solo traficaba con el producto sino que también empezaba a usarlo, de manera más velada al principio —había corridos que decían que por debajo de la mesa, por ejemplo, ‘se saludan muy seguido, van al baño y suspiran’ etcétera—, pero después surgieron otros donde ya se hablaba explícitamente del uso de la droga. Esa fue la razón por la que entré yo hace muchos años en este tema”, señaló.

Para el investigador, la música norteña en su vertiente de corrido se encarga de validar las historias de vida de personas que fueron pobres y se volvieron ricos, convirtiéndose en héroes para la población. “Lo que hace este tipo de producción en los oyentes es lo que los psicólogos sociales llaman disonancia cognitiva: poder tener dos sistemas de valores opuestos y reconciliarlos mentalmente, la gente escucha este tipo de narrativas y se concentra en cómo alguien desde abajo logró subir y hacerse rico”, apuntó.

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Dr. Juan Carlos Ramírez Pimienta.

Además, estas narrativas se siguen acompañando con valores como la valentía, el agradecimiento, la amistad y la humildad, que todavía se preservan hasta en los narcocorridos más actuales y que son los que la mayoría de los oyentes toma en cuenta en menoscabo de la violencia, tortura y muertes que también forma parte de este tipo de producciones culturales.

Corrido mexicano, reflejo de lo social y lo político

¿Cómo podemos tomar el pulso de la sociedad mexicana a través del estudio de lo que ahora se conoce como narcocultura? Se pregunta Ramírez Pimienta, para quien el estudio del tema resulta de principal relevancia, a pesar de la estigmatización moral que apela —incluso a nivel académico— por lo contrario.

A diferencia de la tradición de la balada, que prácticamente ha desaparecido en lugares donde antes había proliferado como Holanda, Grecia, Inglaterra y Estados Unidos, en México todavía existe fuertemente la tradición del corrido. Desde la perspectiva teórica de John McDowell —quien ha estudiado el corrido de la Costa Chica (Guerrero)—, esto se atribuye a que el gran parteaguas del corrido en general es la noción de mal gobierno.

“No se necesita un gran salto para darse cuenta que en México permanece el corrido porque permanece el mal gobierno, mientras que en otros lugares como Estados Unidos se acabó el salvaje oeste, se redujeron las grandes contradicciones capitalistas, hubo un ascenso a la clase media en donde los hijos de los proletarios van a la universidad y desaparecen esos corridos”, comentó.

De acuerdo con el investigador, en la historiografía del narcocorrido resulta difícil encontrar muestras de este durante los años de mayor éxito económico en México, pues se localizan mayormente entre los años finales de los 20 y 40, pero después de los 50 y 60 empiezan a escasear. “¿Cuándo renace el narcocorrido norteño? Con la noción del desgaste del sistema político mexicano, cuando se empieza a resquebrajar el sistema político económico y social mexicano renace el narcocorrido, con las devaluaciones de los 70”, apuntó.

Durante los últimos 40 años, la noción de lo que ahora se conoce como narcocultura ha ido floreciendo debido a la contracción del estado del bienestar y hacer justicia con pistola en mano a falta de protección de la autoridad se convierte en uno de los temas que resuenan en la comunidad. “A nivel local renace el cacicazgo y el que hace la escuelita es el cacique, el que pone luz en la plaza es el cacique y ese cacique ahora es narcotraficante, y la lealtad que antes se tenía a la patria durante los años de desarrollo pasa a ser atribuida a los narcotraficantes locales”.

Locus de la enunciación, empoderamiento y violencia

Walter Mignolo, teórico argentino-estadounidense, señala que el locus de la enunciación implica conocer desde dónde se enuncia lo que está siendo enunciado para que el receptor pueda decodificarlo. En este sentido, en la música no únicamente importa desde dónde se canta, sino también desde dónde se decodifica.

“Tenemos música con este ingrediente de lo norteño como parte de la modernidad, del éxito asociado al norte, es una música que además valida el nacionalismo no solo en México —porque esta música se extiende al sur y al norte— y la identidad del mexicano en Estados Unidos es una identidad norteña también, aunque sean oaxaqueños, abrevan de la música norteña y sobre todo de estas narrativas, en el sentido de que los empodera”, apuntó.

44405619_s.jpgSin embargo, para el investigador, el contexto social, político y económico mexicano propicia que estas producciones culturales se filtren más en la sociedad mexicana, pues la realidad que se refleja en ellos compagina con la realidad que se vive en la vida diaria. “Esos juicios son los que provocaron en mí estudiar esta música, es decir, qué le da esta música al mexicano que hace que sea tan atrayente. Me voy por preguntas que trato de responder desde distintos ángulos y disciplinas”.

La traición como tema fundamental

Entre los temas clave por su prevalencia en la arqueología del narcocorrido mexicano destacan el rechazo a la traición y la justificación de la violencia hacia los enemigos. De acuerdo con Ramírez Pimienta, el primer corrido que prevaleció en la memoria fue Carga blanca, compuesto por Manuel Cuéllar Valdez en los años cuarenta, un tema que aún se canta, se graba y se escucha en las cantinas de la frontera.

“Ese corrido se trata de una traición, ellos cruzaron el río grande, casi al amanecer, con bastante carga blanca, que puede haber sido cocaína o quizá morfina; venden la carga, les pagan dos mil 800 pesos; van de regreso hacia México y los interceptan, les quitan el dinero, les dan una golpiza y el corrido termina con que el dinero volvió a su dueño otra vez. Todo es una traición”, apuntó.

Analizando cómo llegan los visitantes a su sitio web narcocorrido.wordpress.com, dedicado al estudio del narcocorrido, el investigador notó que uno de los motivos principales era un corrido de 2007 intitulado en México Chuy y Mauricio y en Estados Unidos como el Corrido de la Chrysler.

“Un corrido de un par de narcotraficantes menores de la región de Los Ángeles, un caso real pero que está embellecido en el corrido, donde estos individuos van a vender 400 libras de marihuana y luego —dice el corrido— le dieron ‘raite’ al contrario; pero una vez en el automóvil 300 Chrysler, desde el asiento trasero el contrario los mata”.

El investigador llegó a la conclusión de que la traición es parte de lo que motiva a los visitantes a pedir información sobre este corrido, pues independientemente del oficio de una persona, existe un código de conducta que pervive y el rechazo de la traición es parte de él.

“Este tópico lo encontramos desde los romances, el Cid que es fiel pero que es traicionado por su rey nos remite de nuevo a la noción del mal gobierno y cómo lidiamos con el soberano que actúa mal, es uno de los temas clásicos y épicos, donde podemos ligar el corrido hasta la gran épica, el héroe clásico traicionado en las sagas homéricas y en la canción de gesta”, apuntó.

Para matar al héroe hay que traicionarlo, clavarle un cuchillo por la espalda como a Lucio Vázquez, pues el héroe del corrido las más de las veces no debe morir de cara a cara sino a traición, y ese es el papel que se ha dado también a la mujer en el corrido tradicional.

 

arroba14010contacto 1• Dr. Juan Carlos Ramírez Pimienta
San Diego State University, campus Imperial Valley
corrico dos [email protected]

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