Rosa Montero: La ridícula idea de no volver a verte

Rosa Montero: La ridícula idea de no volver a verte


Manuel Martínez Morales

My poor heart is so sentimental
Not made of wood
I’ve got it so bad
And that ain’t good.

I Got It Bad (And That Ain’t Good)

Es el amor y no la fe lo que mueve montañas, lo que lleva a hombres y mujeres terrenales, de carne y hueso a emprender las acciones más absurdas y temerarias sin miedo alguno. En verdad, con amor se logra mover montañas,  desviar los cauces de ríos y, también, obtener el impulso para aventurarse en la creación de impensables obras artísticas o científicas. Sin amor, la creación no es posible, a lo más se alcanza el virtuosismo.

Pero la muerte pone fin a todo, al amor y sus obras.

Un amigo cubano alguna vez me contó que durante un vuelo transatlántico  su esposa, con quien se amaba con pasión, le dijo: “ojalá y en este momento el avión se precipitara al mar y así moriríamos los dos juntos y ninguno tendría que sufrir por la muerte del otro”.

-Pero mujer- replicó mi amigo, ¿y qué culpa tienen los demás pasajeros del vuelo, de éste nuestro gran amor?

Cuando alguien querido y cercano a nosotros fallece, no lo aceptamos y siempre estamos en espera de volver a encontrarlo. La muerte se manifiesta en esa ridícula idea de no volver a ver nunca más  a esa querida persona.

Así fue como Marie Curie, primera mujer en recibir un premio Nobel y la única en recibir dos, además de ser la primera mujer en doctorarse en Ciencias en Francia, la primera en tantas cosas, sufrió la dolorosa muerte de su esposo, el también científico Pierre Curie. A la muerte de éste escribió un peculiar diario en que, por así decirlo, charlaba con él.

Cuando la escritora Rosa Montero leyó este maravilloso diario, sintió que la historia de esa mujer fascinante le llenaba la cabeza de ideas y emociones, y relató la historia en su magnífica novela La ridícula idea de no volverte a ver. En este relato, Rosa Montero construye una narración a medio camino entre los recuerdos personales y la memoria de todos, el análisis de nuestra época, y la evocación íntima; habla de la superación del dolor, de la relación entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a vivir con plenitud y ligereza.

Pierre y Marie CurieEl amor tan intenso que existió entre Marie y Pierre, su compañero y colega investigador, tal vez se comprende mejor, como en el caso de mi amigo cubano y su esposa, si atendemos a detalles que en otras circunstancia podrían parecer terribles o grotescos. En la novela de Montero se consigna que después de que Pierre muriera atropellado en la calle, Marie guardó un pañuelo con el que había tratado de limpiarle la cara. Parte de su sangre y de sus sesos se habían quedado en el tejido del pañuelo, y ella se lo guardó, escondiéndolo de todo el mundo, hasta que tuvo que quemarlo. Lo que se confirma en el breve diario de Curie donde en un párrafo Marie escribe:

“Con mi hermana quemamos tu ropa del día de la desgracia. En un fuego enorme arrojo los jirones de tela recortados con los grumos de sangre y los restos de sesos. Horror y desdicha, beso lo que queda de ti a pesar de todo.”

Dice Rosa Montero, en su novela, que el verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que es tan importante. Resulta que en el verdadero dolor sucede una sensación de desconexión que aunque no sea tan extrema, tampoco puede compartirse o explicarse. La pena aguda es una enajenación. Te callas y te encierras.

Eso es lo que hizo Marie Curie cuando le trajeron el cadáver de Pierre. Encerrarse en el mutismo, en el silencio, en una aparente, pétrea frialdad. Ella asienta en su diario: “A veces tengo la idea ridícula de que todo esto es una ilusión y que vas a volver. ¿No tuve ayer, al cerrarse la puerta, la idea absurda de que eras tú?”

Pero la vida siguió su curso, Marie siguió empeñada en su trabajo sobre radioactividad y realizó importantes descubrimientos que le valieron sendos reconocimientos. Sospecho que siempre trabajando en diálogo e intercambio permanente de ideas con Pierre. Más tarde murió de cáncer provocado por su constante exposición a elementos radioactivos con los que continuó experimentando.

Me parece apropiado cerrar con una cita del diario de Marie refiriéndose a su esposo:

“Pierre Curie adoptó una actitud extraordinariamente desinteresada y liberal. De mutuo acuerdo, renunciamos a cualquier provecho material de nuestro descubrimiento, de ahí que no patentáramos nada y que publicáramos, sin reservas, todos los resultados de nuestras investigaciones, así como el procedimiento para preparar el radio.”

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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