Imaginemos la siguiente situación: una persona parada en una  céntrica esquina de la ciudad observa el cielo; otras dos o tres personas que pasan por el lugar la miran y dirigen su mirada al mismo punto en el cielo que la primera persona; un poco más tarde se ha formado ya un grupo numeroso de personas que observan el cielo en la misma dirección; no mucho tiempo después  es ya una multitud la que se concentra en esa esquina, invadiendo la calle y obstruyendo el tráfico; muchos empleados han salido de sus trabajos al correrse la voz, numerosos estudiantes han dejado sus clases para reunirse a la masa que observa el cielo y que ya ocupa una buena extensión de la calle; el tráfico se ha paralizado, llegan reporteros y fotógrafos de los medios locales, se esparce el rumor de que una flotilla de “ovnis” está por aterrizar en Xalapa; cunde la alarma, cierran comercios, los padres se dirigen presurosos a sacar a sus hijos de las escuelas. La autoridad hace acto de presencia. Nadie conoce la identidad del primer individuo que miraba al cielo en esa esquina, así que la autoridad apaña a dos o tres de los observadores y dispersa a la multitud.

Hace algunos años yo mismo fui testigo de una situación similar (aunque no tan exagerada) en la esquina de Enríquez y Lucio, cuando un par de personas observaban el cielo mirando algo que no se distinguía con claridad, pero que en la lejanía parecían ser globos brillantes, objetos a los que no faltó quien identificara como “ovnis”.

Este fenómeno es conocido como el “efecto cascada” y los psicólogos sociales lo han estudiado con detalle e incluso han realizado experimentos sobre el mismo, creando artificialmente situaciones como la arriba descrita: una persona se pone a mirar el cielo, poco a poco se le suman otras, etcétera. Estudian, por ejemplo, a partir de que momento la concentración de personas comienza a acelerarse y la forma en que “se corre el rumor” de que hay algo en cielo.

En el caso de las redes sociales –intercomunicadas vía “twitter”, por ejemplo- se hace posible, para las personas en la red, influirse mutuamente posibilitando la modificación del comportamiento de los individuos interconectados por ese medio. Dando lugar a fenómenos como el “efecto cascada”, al cual los especialistas en redes sociales  llaman “cascada informacional” o el “efecto rebaño”. Dicen que una cascada informacional puede ocurrir cuando algunas personas toman una acción (lanzar un mensaje, veraz o apócrifo) que luego es imitada por otras personas que observaron a la primera, repitiéndose el proceso en “cascada”.

El fenómeno obedece a que se hacen inferencias a partir de información limitada, imprecisa, poco fiable o falsa, para dar lugar a un comportamiento de masas descontrolado, el “efecto rebaño” (padres de familia corriendo para sacar a sus hijos de las escuelas).

Hay que subrayar que este tipo de fenómenos no se producen necesariamente a voluntad, sino que generalmente emergen en forma natural como consecuencia, precisamente, de las propiedades estructurales y dinámicas de las redes sociales. Aunque hay individuos que toman decisiones en los nodos de la red, el comportamiento colectivo a que se da lugar escapa a la voluntad de los sujetos individuales. Es decir, esta dinámica de las redes sociales hace emerger situaciones no previsibles, lo cual es una característica de los sistemas complejos.

  Según los especialistas, para neutralizar el efecto cascada hay que influir en la red circulando información veraz en forma clara, precisa y en forma oportuna, ya que a partir de que el proceso pasa por cierto umbral, resulta muy difícil revertir sus efectos. (El lector interesado en estos temas puede consultar el excelente libro de D. Easly y J. Kleinberg: Networks, Crowds and Markets, Reasoning about  a highly connected world. Cambridge Univ. Press, 2010)

Es cierto que toda tecnología implica riesgos en su uso, tanto para quien la emplea directamente como para el entorno en que es usada por lo que, más allá de hacer llamados para su uso responsable, en el caso de las redes sociales habrá que educarnos en su empleo. Lo cual se traduce en medir las consecuencias de nuestras acciones, es decir, estar conscientes de que en el caso de las redes sociales formamos parte de un entramado complejo donde las decisiones que tomamos tienen efectos en el todo de la red, y que los mensajes que recibimos  pueden estar “contaminados”, induciéndonos a tomar decisiones o acciones inapropiadas o erráticas, contribuyendo así al “efecto rebaño”.

Sin olvidar que, por otro lado, las redes sociales constituyen poderosos instrumentos  para organizarse y oponerse a gobernantes autoritarios. Y también, aunque es un campo no muy explorado, las redes sociales  pueden transformarse en  un eficaz medio educativo.

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