Ciencia libre

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Manuel Martínez Morales

Por primera vez en la historia, la humanidad posee el conocimiento necesario para resolver todos los problemas conectados con las bases materiales de la vida. En otras palabras, el conocimiento científico y tecnológico a disposición de la humanidad, si se usa racionalmente, puede asegurar que cada ser humano, ahora y en un futuro previsible, pueda tener un nivel de vida que no sólo lo provea en sus necesidades básicas materiales, sino que también le asegure la plena y activa  incorporación a su cultura. La miseria y  privación de gran parte de la humanidad no son el resultado inevitable de un incompleto control de nuestro medio físico, sino del uso irracional de los instrumentos científicos y tecnológicos a nuestra disposición. Esta verdad elemental es bien conocida por todos los científicos que se ocupan de los problemas de la sustentabilidad  planetaria. Si no ha alcanzado todavía la conciencia de toda la humanidad es sólo porque es una verdad que puede poner en peligro el mantenimiento de un orden internacional y social básicamente injusto.

Esta es la conclusión a la cual, en 1981, llegó el científico argentino Amílcar Herrera: “Si Dios hubiera tenido la misma imaginación o los mismos intereses creados de las clases dirigentes, Adán y Eva en el paraíso habrían muerto de hambre; tenían a su disposición un sistema productivo que no requería de ningún esfuerzo humano,pero eran desempleados y, por lo tanto, no tenían un salario para comprar sus productos.” Amílcar Herrera   (La larga jornada: la crisis nuclear y el destino biológico del hombre; Siglo XXI, 1981)

Décadas después, podemos constatar que la situación descrita por Herrera sigue presente; esto es, que sigue vigente el carácter de clase que tiene el quehacer científico, rasgo claramente acentuado en la fase actual del capitalismo

La lucha de clases, y sus imperativas consecuencias –en la práctica científica por ejemplo-, no es un invento del marxismo sino una realidad que puede constatarse a partir de hechos establecidos.

“Cientos de importantes estudios científicos e informes de campo locales son cuestionados por razones extracientíficas, como cuando los hallazgos científicos contradicen intereses políticos o corporativo-empresariales”, afirma Jeff Ruch, director ejecutivo de Empleados Públicos para la Responsabilidad Ambiental en los Estados Unidos. En efecto, en esta aseveración se descubre claramente quien es quien decide, y bajo que criterios, el rumbo que la ciencia ha de tomar: la clase empresarial, o “el empresariato”, según denomina Pablo González Casanova a la clase dominante a nivel planetario, encabezada por el complejo industrial militar. El empresariato representa la colusión del poder imperial con las  megacorporaciones transnacionales.

Y es que el capitalismo concentra y centraliza el desarrollo tecnológico y científico en un área cada vez más reducida. A la vez, controla o destruye, por diversos medios, todo desarrollo por pequeño que sea en el “Tercer Mundo”. El empresariato es muy consciente que bajo su control la ciencia y la tecnología son instrumentos de poder opresor. Pero también sabe que, al contrario, utilizadas en otras condiciones y con distinta estrategia, son instrumentos de poder emancipador. De ahí su necesidad férrea de controlar ese complejo y contradictorio instrumento. Pero, nos han obnubilado tanto con el mito de la neutralidad de las instituciones que intervienen en la formación del conocimiento que somos incapaces de comprender su dialéctica social.

Hay que entender que la ciencia y la tecnología se incorporan al escenario de la lucha de clases en una triple modalidad: (1) en la producción, como medios que contribuyen a la subordinación del trabajo al capital; (2) en el control social, como elementos de la parafernalia militar y policíaca para mantener el orden conveniente a la clase dominante; y (3) en la esfera ideológica, al propiciar, por una parte, la propagación de doctrinas pseudocientíficas con claro sello de clase (el “diseño inteligente”, el darwinismo social, etcétera) que favorecen la justificación del racismo y del orden capitalista como “el mejor de los mundos posibles” y, por otro lado, al aportar elementos para el lavado de cerebro, la comunicación de masas con fines de control social y también conocimientos y técnicas –derivadas principalmente de la biología molecular y las neurociencias- para el control del hombre en su misma raíz biológica.

¿Qué alternativas se nos presentan para, al menos, pensar en otra manera de abordar la investigación científica, para concebir otra ciencia? ¿Es esto posible, a partir de las condiciones sociohistóricas presentes? ¿Es posible en la realidad actual de un país subordinado a los intereses del empresariato como México? Advertimos que se trata de desarrollar una alternativa diferente basada, deseablemente, en una fuerza popular y clasista mayoritaria que desarrolle la praxis científico-crítica colectivamente. Este planteamiento no es utópico, sino que viene impulsado por la evolución de las contradicciones del poder tecocientífico actual.

Por su contenido popular, dicha alternativa debe abarcar la totalidad social; es decir debe estar vinculada a un proyecto político de transformaciones sociales, apuntando en varias direcciones.

Por una parte, habría que considerar el desarrollo de un sistema educativo integral que potencie la reunificación del trabajo manual y el intelectual, así como hacer prevalecer los valores culturales y humanistas por encima de los objetivos puramente técnicos. Un sistema que enseñe a usar, criticar y enriquecer los métodos del pensamiento científico, que los recicle, actualice y resignifique de acuerdo a nuestra realidad concreta. Y también, que enseñe las conexiones internas  entre política, ciencia, ética y estética; es decir, que aborde la integralidad pluriforme de la especie humana.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

Nota: Este texto forma parte de un capítulo del libro “Laberintos Recursivos”, que se presentará el martes 4 del presente, a las 17 horas en la sala Carlos Fuentes, de la Usbi-Xalapa. Está usted invitado amable lector.

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