La Escuela de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, donde realicé  estudios de licenciatura, tenía por lema: “Descubrir lo Creado es Crear la Ciencia”. La frase era objeto de un debate permanente y hasta la fecha sigo reflexionando en ello. Si lo afirmado en el lema es verdadero, entonces debe inferirse que todo conocimiento ya existe de por sí –en el más puro estilo platónico- y el trabajo del científico se reduce entonces a encontrar las rutas para “descubrirlo”, tal y como sucedió con el evento así llamado del “descubrimiento de América”. El continente hoy denominado americano ya tenía existencia, lo mismo que sus habitantes, independientemente de que los europeos tuvieran conocimiento de ello o no. Lo que hizo Cristóbal Colón, quien realmente buscaba arribar a las costas de Asia, fue  trazar rutas marítimas para llegar a América desde el continente europeo. De acuerdo con esta visión sobre la naturaleza del conocimiento científico, justamente podría decirse que el Almirante realizó un descubrimiento científico.

     Por otra parte, si no se acepta la veracidad del lema, tendrá que admitirse que un descubrimiento científico es algo más que encontrarse con algo ya creado, ya existente. De esta premisa se infiere entonces que los descubrimientos científicos involucran cierto grado de creatividad, es decir que todo nuevo conocimiento científico aporta algo que antes no existía. Si se acepta que la indagación científica tiene este aspecto creativo entonces es comparable, en esta dimensión, a la actividad de los creadores artísticos. Por ejemplo, no puede sostenerse que la teoría de la relatividad, o cualquier otra teoría física, ya existía en alguna parte –el mundo de las ideas platónicas- y que el trabajo de Einstein fue sencillamente el de encontrarla. Lo cierto es que el trabajo de este gran investigador fue crear una teoría sobre la naturaleza del mundo físico y mostrar que representa –y explica-  adecuadamente a un amplio conjunto de  fenómenos físicos.

     Consideremos ahora un ejemplo tomado de las matemáticas. En términos muy simplificados diremos que un sistema matemático formal está constituido por un conjunto de axiomas, que establecen propiedades y relaciones básicas entre los elementos del sistema, más varias reglas de inferencia. Aplicando estas reglas a los axiomas se obtienen proposiciones que son llamadas los teoremas del sistema. Cuando se llega a una de estas proposiciones  después de aplicar en sucesión varias de las reglas, se dice que el teorema ha sido demostrado o, a veces, que el teorema ha sido descubierto. Hay muchas formas de llegar a  un teorema; por ejemplo, se puede partir de una proposición que el matemático intuye que es un teorema y luego, partiendo de los axiomas y teoremas ya conocidos, tratar de encontrar la ruta de su demostración. También, con el apoyo de las computadoras es posible proceder a la generación mecánica y automatizada de teoremas.

     Ahora bien, cabe preguntarse si los teoremas ya existen de por sí, o si son creaciones del matemático. En el primer caso el matemático sería una especie de Cristóbal Colón navegando en busca de las Indias, tropezando en el camino con islas y continentes inesperados. En última instancia el aspecto creativo se reduciría al trazado de las rutas –demostración de los teoremas. Por otro lado, podemos aseverar que un teorema matemático no tiene existencia alguna hasta que el matemático construye su demostración.  De acuerdo con esta interpretación el matemático no es un descubridor de islas y continentes sino un constructor de ellos, un creador, un inventor de américas.

      Me es difícil aceptar que formular una teoría o establecer un sistema axiomático se corresponda con “descubrir” algo, semejante al “descubrimiento” de América por Colón. Más bien se establecen previamente verdades aisladas, no integradas en un sistema. Después viene un proceso de investigación sobre las relaciones entre estas verdades aceptadas, estableciéndose hipótesis que expliquen esas relaciones. Mucho después, con el toque creador de uno o varios pensadores, se llega al punto final: una teoría acabada o un sistema formal. Pensemos el largo trayecto que hubo de recorrerse para que un sin fin de verdades geométricas quedarán finalmente plasmadas en el sistema axiomático de Euclides. Newton afirmaba que viajaba en los hombros de sus antecesores para destacar el trabajo colectivo que antecede a la formulación de las grandes teorías.

    Sin embargo, todo investigador tiene algo del espíritu del Gran Almirante; se hace a la mar con la idea de llegar a las Indias intuidas en su imaginación sin estar totalmente convencido de su existencia. El viaje siempre estará lleno de sorpresas y de “descubrimientos” inesperados. Al final del viaje, si bien le va, trazará los mapas de sus expediciones y será objeto de reconocimientos, aunque siempre cabe la posibilidad de acabar como el genovés, extraviado en un sueño, creyendo hasta el final que realmente había llegado a las Indias.

            Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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