Además de alterar el ciclo de lluvias, de perjudicar la recarga de acuíferos subterráneos y menguar consiguientemente los recursos hídricos disponibles para el suministro humano, el desmonte de la vegetación que recubre las cuencas hidrográficas tiene un fuerte impacto sobre la calidad del agua, ya que encarece alrededor de 100 veces el tratamiento necesario para volverla potable.

Esta advertencia fue lanzada por el investigador José Galizia Tundisi, del Instituto Internacional de Ecología (IIE), durante una disertación en el marco del tercer encuentro del Ciclo de Conferencias 2014 del programa BIOTA-FAPESP Educación, realizado en São Paulo.

“En áreas con bosque ripario [contiguo a cursos de agua] bien protegido, basta con poner algunas gotas de cloro por litro para obtener agua de buena calidad para el consumo. En tanto, en lugares con vegetación degradada, como en el caso del sistema Baixo Cotia [la cuenca hidrográfica del río Cotia, en la Región Metropolitana de São Paulo], es necesario usar coagulantes, correctores de pH, flúor, oxidantes, desinfectantes, alguicidas y otras sustancias para remover el gusto y el olor. Todo el trabajo de filtrado que realizan los bosques debe sustituirse mediante un sistema artificial, y el costo trepa de 2 ó 3 reales (0,83 ó 1,25 dólares aproximadamente) cada mil metros cúbicos a entre 200 y 300 reales (alrededor de 83 y 125 dólares). Esta cuenta entra en lo que son los costos de la deforestación”; cien veces más, afirmó Tundisi.

Cuando la cobertura vegetal de una cuenca hidrográfica es la adecuada –y esto incluye no solamente a los bosques riparios sino también a los montes de áreas anegadas y otros mosaicos de vegetación nativa–, el índice de evapotranspiración es más alto, es decir, una cantidad mayor de agua vuelve a la atmósfera y favorece las precipitaciones.

Asimismo, según explicó Tundisi, el escurrimiento del agua de las lluvias se concreta más lentamente, con lo cual disminuye el proceso erosivo. Parte del agua se infiltra en el suelo a través de los troncos y las raíces que funcionan como biofiltros, y así se recargan los acuíferos y se asegura la sostenibilidad de los manantiales.

“En suelos desnudos, el proceso de drenaje del agua de lluvia se produce de un modo mucho más rápido y se concreta así una pérdida considerable de la superficie del suelo, que tiene como destino los cuerpos de agua. Esa materia orgánica en suspensión altera completamente las características químicas del agua, tanto la de la superficie como la subterránea”, explicó Tundisi.

De acuerdo con el investigador, la alteración de la composición química del agua se acentúa más aún cuando se cría ganado o se usan fertilizantes y pesticidas a orillas de los ríos. Se produce un aumento en la turbidez y en la concentración de nitrógeno, fósforo, metales pesados y otros contaminantes, lo cual tiene fuertes impactos sobre la biota acuática.

Tundisi recordó que además de asegurar el agua para el abastecimiento humano, los ecosistemas acuáticos aportan una serie servicios de gran relevancia económica, relacionados con la generación de hidroelectricidad, la irrigación, el transporte (hidrovías), el turismo, la recreación y la pesca.

La medición del valor de estos servicios ecosistémicos es el objetivo del proyecto intitulado “Estudios ecológicos de larga duración en las cuencas hidrográficas de los ríos Itaqueri y Lobo y en la represa de la Usina Hidroeléctrica Carlos Botelho, Itirapina, São Paulo, Brasil (PELD)”, coordinado por Tundisi y que cuenta con el apoyo de la FAPESP y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq).

“Son servicios estratégicos y fundamentales para el desarrollo del estado de São Paulo. Su valoración es de fundamental importancia para la implementación de proyectos de economías verdes que pongan el énfasis en la conservación de esas estructuras de vegetación y áreas anegadas”, dijo.

El ciclo del carbono

En la segunda conferencia del encuentro, Maria Victoria Ramos Ballester, investigadora del Centro de Energía Nuclear en Agricultura (Cena) de la Universidad de São Paulo (USP), presentó estudios realizados en la Amazonia con el apoyo de la FAPESP que revelaron la importancia de los ríos en el balance de carbono de la Cuenca Amazónica, incluso en la selva y en los suelos. Estos resultados se dieron a conocer en parte en un artículo publicado en la revista Nature.

“Siempre se había creído que casi todo el carbono de la atmósfera que absorbe la Selva Amazónica se fijaba en el suelo, pero nosotros demostramos que una parte significativa va a parar a los ríos bajo la forma de hojas, ramas y sedimentos. Ese material es descompuesto por microorganismos y regresa a la atmósfera”, explicó Ramos Ballester.

De acuerdo con la investigadora, las aguas fluviales procesan a nivel global prácticamente la misma cantidad de carbono estimada para los sistemas terrestres: alrededor de 2,8 petagramos (2.800 millones de toneladas) anuales.

Estudios del grupo mostraron que en la parte central de la Cuenca Amazónica la cantidad de carbono presente en las aguas era alrededor de 13 veces mayor que la que se descarga en el océano.

“Los análisis de la composición isotópica mostraron que el carbono se origina fundamentalmente en las plantas jóvenes, de aproximadamente 5 años. Es metabolizado rápidamente dentro del río y regresa a la atmósfera. El metabolismo del carbono se produce más rápido aún en los ríos pequeños”, comentó Ramos Ballester.

Pero el intenso proceso de ocupación de la Amazonia y el consiguiente cambio en el modelo de uso del suelo ha alterado el ciclo de nutrientes de los ríos –elevando la cantidad de carbono y disminuyendo el oxígeno disuelto–, advirtió la investigadora.

“La mayor cantidad de materia orgánica en suspensión en el agua, aliada a la mayor penetración de la luz como resultado de la tala de árboles, favorece el crecimiento de una gramínea conocida como Paspalum, lo que lleva a un aumento del consumo de oxígeno y del flujo de dióxido de carbono (CO2) que va hacia la atmósfera”, comentó.

Los efectos de las alteraciones en el hábitat fluvial sobre la biota se evaluaron en el marco de un estudio realizado en el ámbito del Proyecto Temático intitulado “El papel de los sistemas fluviales amazónicos en el balance regional y global de carbono: evasión CO2 e interacciones entre los ambientes terrestres y acuáticos”, coordinado por el investigador Reynaldo Luiz Victoria.

El grupo del Cena analizó las transferencias de nitrógeno y la biodiversidad de peces de dos cuencas interconectadas del estado de Rondônia, con 800 metros de extensión e idénticas condiciones físicas. Sin embargo, una de las cuencas tenía en sus márgenes áreas de pastoreo de ganado, en tanto que en la otra había bosque de galería.

Los investigadores observaron que en el río cuya cobertura vegetal fue modificada había tan sólo una especie de pez, en tanto que en el curso de agua con el bosque de galería mantenido había 35 especies. También se registró una alteración significativa de la diversidad de especies de invertebrados.

La desigualdad en el acceso a los abundantes recursos hídricos existentes en el territorio brasileño fue el tema de la tercera y última conferencia del encuentro, a cargo de Humberto Ribeiro da Rocha, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG/ USP).

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