Íria Fernández tomando muestras de ácaros a una voluntaria en una playa de Hawai- Richard Coleman

Íria Fernández tomando muestras de ácaros a una voluntaria en una playa de Hawai- Richard Coleman


Una investigación  hace un viaje por la “fascinante pero poco conocida” historia de los ácaros Demodex folliculorum, usando pruebas genéticas para vincular la evolución del animal microscópico con la del propio ser humano.

En el trabajo, publicado en la revista PNAS, se recogen muestras de ácaros de todo el mundo. El equipo científico descubrió que las diferentes poblaciones humanas tienen distintos ácaros y que esos microrganismos siguen familias a través de generaciones, que no se trasfieren casualmente entre los seres humanos.

Las poblaciones humanas tienen distintos ácaros y esos siguen familias a través de generaciones que no se trasfieren casualmente entre los seres humanos

Aunque habitualmente trabaja con organismos marinos, Iria Fernández participó en este estudio centrándose en la realización de análisis de ADN, analíticas que sirven para estudiar los patrones de intercambios de migrantes entre poblaciones y distribuciones geográficas de linajes.

“Una de las cosas realmente fascinantes de la biología es que todos los organismos, por grandes o pequeños que sean, y cada uno con su estilo de vida, tienen las mismas propiedades fundamentales y proceden todos de un antecesor común”, explica desde San Francisco la investigadora, que hace hincapié en que la evolución siempre deja marcas en el genoma, “por eso yo puedo utilizar las mismas herramientas de análisis de ADN para estudiar de igual manera la evolución de un pez, una planta o un ácaro, como ha sido en este caso”.

La historia de las migraciones humanas

Según se recoge en el artículo, en Latinoamérica se encontraron ácaros de linaje europeo, africano y asiático, “como era de esperar en un continente en el que la población desciende mayoritariamente de nativos americanos, conquistadores europeos y esclavos africanos”, subraya la investigadora, que resalta que “curiosamente” las personas de origen asiático o africano que viven en Estados Unidos mantienen ácaros del linaje de sus ancestros y que los mismos ácaros persisten en una misma persona durante varios años.

“Además, los ácaros de los miembros de la misma familia también guardan un alto grado de parentesco”, explica Fernández, quien aclara que todo esto, junto con otros muchos datos, les llevó a concluir que los ácaros y los humanos están íntimamente ligados y que su historia evolutiva corre en paralelo.

"Los ácaros de los miembros de la misma familia guardan un alto grado de parentesco”, explica Fernández

Con los resultados de este estudio sobre la mesa se abren ahora vías para utilizar estos organismos para resolver preguntas pendientes relacionadas con la historia de las migraciones humanas. En esta línea la investigadora explica como anteriores estudios de ADN de plantas (la batata y el taro) y animales domésticos (cerdos y gallinas) fueron utilizados para resolver preguntas pendientes relacionadas con la colonización de Oceanía y la existencia de contactos precolombinos entre habitantes de Sudamérica y de las islas del Pacífico.

Inofensivos para la mayoría, pero asociados con trastornos

Mejorar el conocimiento de los ácaros del rostro ayudará a entender la evolución humana y también el papel que juegan en la salud de las personas. Si bien para la mayor parte de la gente los ácaros son inofensivos, en otros casos pueden estar asociados con diversos trastornos de la piel y los ojos, incluyendo la rosácea y la blefaritis, “una enfermedad que provoca la inflamación del borde de los párpados”, explica Fernández, que hace hincapié en que esta es una de las razones que hace necesario seguir investigando.

En la mayor parte de la gente los ácaros son inofensivos, en otros casos pueden estar asociados con diversos trastornos de la piel y los ojos

La bióloga Iria Fernándea lleva casi dos años en San Francisco como investigadora de la Academia de Ciencias de California, uno de los museos de historia natural más importantes del mundo, y antes había estado en Hawai, y también en Okinawa, Japón. “Con todos estos grupos mantengo el contacto”, explica Fernández.

“El grupo del catedrático vigués David Posada es excelente, y la Universidade de Vigo lidera el Campus del Mar en el que colaboran otras instituciones gallegas y del norte de Portugal”, recordó Fernández, al tiempo que subrayó que espera poder aplicar el conocimiento adquirido y aprovechar la colaboración con grupos extranjeros para avanzar en el estudio de los ecosistemas marinos en Galicia y el Atlántico noreste.

“La principal riqueza de Galicia es el mar y la investigación en biología marina es fundamental para poder lograr y mantener el equilibrio entre el uso del mar para la pesca y actividades recreativas y la salud del ecosistema”, resaltó, al tiempo que resaltó que “es fundamental acercar este conocimiento a la sociedad porque las personas cuidamos lo que amamos, y amamos lo que conocemos”.

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