La lucha contra el mal (Bioética y Ciencia: Debate contemporáneo)


Manuel Martínez Morales

 

Este es el jarabe loco

que compuso Lucifer,

el que se lleva las almas

al infierno a padecer…

Este es el jarabe loco

que a los muertos resucita…

 

Escuchando el rasgueo de la jarana y el ensoñador son jarocho, Mané se deja llevar por la imaginación hasta lejanas estrellas, que nacen y se extinguen sin cesar en la aparente e indiferente eternidad del universo, dentro de galaxias que no alcanzan a ver ojos humanos. También sueña, o recuerda, la solidez de tu cuerpo nocturno anclado por siempre en las raíces terrenales de su propio ser.

Tus ojos como cocuyos

brillan al atardecer

Al volar perdí mis alas

Al amar el corazón…

-Y todo por no estudiar, pendejo, le advirtió hace tiempo el chofer de un autobús urbano. Así no llegarás muy lejos, ni a aprendiz de brujo, vaya, mucho menos a ingeniero o contador.

-Arrepiéntete, hijo, deja la soberbia a un lado y arrodíllate ante el altar para que así obtengas perdón por tus faltas, por todas tus faltas; aquellas que cometiste con malsana intención y también aquellas otras en las que incurriste cuando -cual Nazarín encandilado por las vírgenes que te seguían- tratabas de hacer el bien y te salió el tiro por la culata, pendejo, le aconsejaba el cura del pueblo en que creció. Y el de sotana agregaba: renuncia a la soberbia del conocimiento y la razón, así no llegarás muy lejos, ni a aprendiz de brujo, vaya, mucho menos a monaguillo o sacristán. ¡Arrepiéntete y aprende a ser humilde!

 

Este es el jarabe loco

que compuso Lucifer,

el que se lleva las almas

al infierno a padecer…

 

El cura tenía razón, Mané ni a monaguillo llegó, pues de merolico no ha pasado y, como siempre ocurre en encrucijadas como esta, su pensamiento es arrastrado en direcciones insospechadas y ahora se arroja de lleno en asuntos absurdos: ¿Qué no se podrá hacer ciencia al ritmo del son jarocho, y así alegrarnos más el corazón, o al menos hacernos preguntas de investigación en décimas?

Tal vez así sería posible percibir con mayor claridad hacia donde nos conduce el desenfrenado ritmo del progreso, ritmo que permea destructivamente casi toda actividad humana. Siguiendo estas rutas fuera de los mapas oficiales, tal vez sería posible alcanzar algunas verdades, por muy humildes y sencillas que estas sean, pero…

 

Me agarré con el Cupido

a definir las verdades…

 

El asunto es, medita Mané, que si no abordamos la ciencia al ritmo del son jarocho es posible que nunca alcancemos a vislumbrar los aspectos contradictorios que encierran la ciencia y la tecnología contemporáneas. Tal vez no sea factible que en el momento de formular una teoría, llevar a cabo una serie de experimentos o innovar una tecnología, seamos capaces de predecir sus múltiples efectos, benéficos o nocivos.

Y así lo digo porque ciencia y técnica tienen un doble rostro, como el dios Janos. En consecuencia, afirma doctamente Mané, bien puede ser que, si no somos cautos, al poner en práctica algún nuevo hallazgo científico sea como abrir la caja de Pandora, que dejará salir males implacables e incontrolables, incluso sin que ese sea el propósito, pues la ideología predominante asume que toda innovación es benéfica, sin cuestionamiento alguno.

 

Me agarré con el Cupido

A definir las verdades

como le salí adelante

perdimos las amistades

 

Ya no valen las razones

Valen las autoridades

 

En particular es necesario reflexionar en nuestra práctica como investigadores desde la perspectiva ética. Esto es importante sobre todo en la biología, las ciencias biomédicas y en aquellas que hacen del medio ambiente su objeto de estudio y acción.

La ética, como parte de la filosofía, nos dicen Hilda Romero y Rubén S. Romero, es una disciplina encargada de hacer un análisis reflexivo de las normas de conducta y los preceptos morales; estas normas de conducta de la moral son prescriptivas, mientras que las de la ética son reflexivas, propias de cada persona o conglomerado social.

La bioética aborda los problemas relacionados con la vida; es la disciplina encargada de estudiar los problemas de los seres vivos, vegetales, animales, el hombre y el medio ambiente y es un concepto que se completa con la definición comúnmente aceptada que señala a la bioética como una disciplina laica, eminentemente práctica, encaminada a regular los avances científicos y tecnológicos, para que no se vuelvan en contra del hombre.

A partir del avance tecnológico y científico, y el complejo fenómeno de la globalización, entre otros factores, ha resultado el establecimiento de las sociedades plurales y un eco de las acciones individuales o locales en el ámbito mundial. Los nuevos dilemas morales no pueden ser resueltos ni abordados desde una sola área de conocimiento.

La ética aplicada y la bioética surgen como interdisciplinas abocadas a la reflexión y la solución pronta de casos específicos generados por los nuevos alcances sociales en su relación múltiple con su mismo entorno. En esta nueva potencialidad lograda por el ser humano y sus avances en ciencia y tecnología, se han propuesto los siguientes principios de la unesco:

“… gracias a la libertad de la ciencia y la investigación, los adelantos científicos y tecnológicos han reportado, y pueden reportar, grandes beneficios a la especie humana, aumentando la esperanza de vida y mejorando la calidad de vida, y procurando siempre promover el bienestar de cada individuo, familia, grupo o comunidad y de la especie humana en su conjunto, en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y en el respeto universal y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales […] Teniendo presente también que la identidad de una persona comprende dimensiones biológicas, psicológicas, sociales, espirituales y culturales…”

De lo anterior se deben resaltar aquellos aspectos donde la conducta científica y tecnológica con poca reflexión ética ha tenido repercusiones especiales en las comunidades vulnerables, en las comunidades indígenas y en las comunidades locales.

En la actualidad, desde el inicio de la vida humana, el potencial científico y tecnológico ha permitido decidir la posibilidad de embarazo; la probabilidad de enfermedades congénitas en el nuevo ser, características fenotípicas y genotípicas del embrión y del feto; y la determinación misma del sexo del ser por venir; se puede tener toda la instrumentación para la interrupción del embarazo de forma inducida o ante un riesgo de la madre; la inseminación artificial y la misma maternidad sustituta en el contexto de alquiler del vientre materno; la selección de embriones viables; existe todo un sistema de soporte para la planificación familiar, la interrupción del proceso de anidación del embrión y la misma interrupción de la concepción.

Asimismo, hoy la muerte de los individuos puede retrasarse al atender clínicamente a la persona durante el proceso del morir; se puede tecnificar para una respiración artificial, para el funcionamiento del corazón, marcapasos y el flujo de sustancias fisiológicas desde bombas y sistemas exteriores, llegando incluso a mantener una vida total tecnificada; un fármaco que controla el dolor, disminuye o incrementa las posibilidades de vida de la persona; mantiene sistemas biológicos por estímulos farmacológicos, entre muchos otros; todas ellas nuevas y grandes potencialidades humanas, cuya utilización requiere desde el mismo consentimiento del usuario cuando éste tiene la capacidad de decisión, la participación de un tutor/cuidador principal cuando la capacidad de decisión se ha perdido o no se cuenta con ella; la capacidad económica o institucional para la canalización de recursos; la reflexión del derecho a la salud y del derecho a la muerte, etc., que requiere de una reflexión con perspectiva ética, desde el momento que se consideran usos y costumbres sociales, y perspectiva individual ante éstos.( Hilda Romero-Zepeda y Rubén S. Romero-Márquez: Los comités: vinculación y responsabilidad humana, en La Ciencia y El Hombre, Revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana, Número 1, Vol. XXVIII, Enero-Abril 2015)

La ingeniería genética, como otro gran potencial científico y tecnológico, por otra parte y en la actualidad, es aquella ciencia que se dirige al estudio, trabajo y modificación del material genético en los seres vivos; estudia la herencia biológica: transmisibilidad de los caracteres morfológicos y fisiológicos de generación en generación y entre generaciones; y su finalidad es mejorar las condiciones de vida y las funciones biogenéticas del ser humano.

El segundo considerando de la Declaración Universal de Derechos Humanos sobre la voluntad de la comunidad internacional de que nunca más se vuelvan a cometer actos de barbarie en contra de la humanidad, implica la comprensión de los procesos asociados a la investigación, a su metodología y a los diferentes efectos que éstos ha tenido en la búsqueda del procedimiento y el desarrollo científico y tecnológico, en términos de ultraje al mismo ser humano.

Pues hay que considerar que los procesos de investigación han permitido, a la fecha, avances profundos en ciencia, en generación de tecnologías y en la resolución de problemas sociales, técnicos, económicos, ambientales y del desarrollo humano trascendentes; sin embargo, muchos de estos alcances han estado determinados por actos de barbarie desde el mismo proceso de investigación.

Podría concluirse entonces que habrá que adoptar, en la investigación científica y tecnológica el principio de precaución. Este principio, mencionado en tratados y convenios internacionales y en la Ley de Bioseguridad mexicana, no es una perspectiva teórica de la ética sino un principio de medio alcance desarrollado casuísticamente, teniendo en cuenta el medioambiente, las consecuencias y los derechos humanos de la gente. Es un principio de acuerdo al cual no es necesaria una prueba definitiva del daño para justificar que el gobierno (o cualquier científico) tome acciones para evitar o gestionar los niveles de riesgo. Es suficiente que exista evidencia de que un alimento, por ejemplo, produzca efectos nocivos para prohibir su consumo, como podría ser el caso del maíz transgénico.

Para entender el principio de precaución es necesario tomar en cuenta el contexto político y económico que ha predominado en el mundo antes del movimiento medioambiental. (ver: Eduardo Balderas Martínez y Robert T. Hall: Maíz transgénico, principios legales y éticos; en La Ciencia y El Hombre, Revista de divulgación de la Universidad Veracruzana, Número 1, Vol. XXVIII, Enero-Abril 2015)

Mientras escucha el son La Guacamaya, Mané resume así sus confusas reflexiones: La ciencia moderna, debido sobre todo a su vasto desarrollo alcanzado durante el siglo XX, plantea una variedad de problemas a las sociedades que la cultivan intensivamente. Muchos de estos problemas emanan del carácter contradictorio que poseen la ciencia y la técnica contemporáneas; problemas que generalmente son producto del choque entre las determinaciones internas, de tipo lógico y epistemológico, propias de los procesos de generación de conocimiento en todas las disciplinas científicas, y las condicionantes externas –de tipo social- que orientan la práctica científica y sus aplicaciones.

Entre estas contradicciones destaca la necesidad de responder a la pregunta de si se deben poner límites, o al menos controlar, el desarrollo científico y tecnológico. Pregunta que surge de las contradicciones mencionadas cuando se constata que la ciencia tiene un doble potencial: la posibilidad de crear mediante el conocimiento científico mejores condiciones de vida y bienestar para la humanidad, por una parte, y, por otro lado el tremendo poder destructivo que el conocimiento científico encierra.

Este es el jarabe loco

que a los muertos resucita…

salen de su sepultura

meneando la caderita

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