Orquesta Sinfónica de Valencia y el Coro Nacional

Orquesta Sinfónica de Valencia y el Coro Nacional


Sandra Isabel Jiménez Mateos *

La Novena sinfonía de Beethoven, con toda la popularidad que le es propia, llevó un proceso de escritura difícil y tortuoso, a tal grado que tuvieron que pasar 12 años para concluirla, desde que su autor terminó la obra antecesora, la Octava, que fue concluida en 1812, y la Novena, en 1824.

De hecho, para terminar la Novena Sinfonía, Beethoven se vio bajo la presión de la Sociedad Filarmónica Real de Londres que en 1817 le hizo un encargo, por lo que el músico decidió comenzar a trabajar sobre algunos apuntes realizados en 1811 y en los cuales ya mostraba un sustento tonal en re menor.

En 1818, mientras trabajaba en su Missa Solemnis, Beethoven tenía en mente dar forma a otras dos sinfonías, una de ellas con un final coral y otra de conclusión puramente instrumental.

Pero en 1822, al completar la Missa, la sociedad londinense le recordó el encargo de cinco años atrás y el músico tuvo que cumplir la petición, para lo cual consideró la posibilidad de concretar la sinfonía instrumental. Pero también recuperó un antiguo proyecto, ideado desde 1793, el de llevar a la música el texto An die Freude, de Friedrich von Schiller (1759-1805).

La Oda a la Alegría en la Novena Sinfonía de Beethoven

El poema de Friedrich von Schiller al que se conoce como Oda a la alegría fue publicado en 1786, y desde que Beethoven lo leyó, en 1793, quiso musicalizarlo, cosa que concretó 31 años después en el famoso cuarto movimiento de esta sinfonía.

La introducción a la parte vocal de la sinfonía provocó varios problemas a Beethoven. Sobre esto el amigo y biógrafo de Beethoven Anton Schindler escribió: 

Cuando empezó a componer el cuarto movimiento, la lucha comenzó como nunca antes. El objetivo era encontrar un modo correcto de introducir la oda de Schiller. Un día Beethoven entró en un cuarto y gritó: «¡Lo tengo, ya lo tengo!», entonces me mostró el cuadernillo con las palabras «Déjenos cantar la oda del inmortal Schiller».

Sin embargo, Beethoven finalmente no mantuvo esta versión sino que la siguió reescribiendo hasta llegar a la forma final, con las palabras: «O Freunde, nicht diese Töne».

El estreno de la Novena y su Coral

La obra quedó concluida y fue entregada a la Sociedad Filarmónica Real de Londres y el estreno se programó para el el 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater de Viena.

Inicialmente Beethoven estaba ansioso por estrenar su trabajo en Berlín tan pronto como fuera posible después de terminarlo, pues pensaba que el gusto musical en Viena estaba dominado por compositores italianos como Rossini. Cuando sus amigos y financistas oyeron eso, le motivaron a estrenar la sinfonía en la misma Viena.

La expectativa por la obra era mucha, incluso porque Beethoven llevaba más de una década sin aparecer en escena, lo cual propició que el público musical de la época quisiera estar presente en el estreno de la Novena Sinfonía y la Coral (que se volvió una de las obras más conocidas y aclamadas de la historia de la música) en el Teatro de la Corte Imperial Vienés, con Michael Umlauf como maestro de capilla, dado que la sordera de Beethoven le impedían ser autónomo.

El programa de Viena de ese 7 de mayo, además de la Novena incluía la obertura de Die Weihe des Hauses y las tres primeras partes de la Missa Solemnis.

La última aparición de Beethoven

Esa fue también su última actuación, porque no volvió a presentarse en los tres años siguientes antes de su muerte.

Las crónicas de la época registran que el éxito en aquella noche rebasó las expectativas. Beethoven, quien con todo y su sordera absoluta dirigió el estreno de su sinfonía, no pudo percatarse de las salvas de aplausos que el público dedicaba a los intérpretes.

Beethoven no podía oír el estreno pero lo siguió en una copia de la partitura, imaginando en su mente los sonidos que todos los demás escuchaban. Al final de la ejecución, él todavía estaba enfrascado en su partitura sin poder oír los aplausos. Uno de los solistas le tocó el brazo y le hizo girar para que pudiera ver las manos que aplaudían y los pañuelos que se agitaban en el aire. Entonces el compositor se inclinó y saludó a la audiencia.

Las criticas a la obra

Desde luego que una obra con tantos elementos novedosos no pasaría inadvertida para los críticos de la época, y fue precisamente la parte coral lo más reprobado. Durante los ensayos trascendió la inconformidad de algunos cantantes del coro, que se quejaban desde las notas agudas que el autor exigía hasta la forma por completo atípica de escritura vocal, en que las demandas son tan difíciles que algunos consideraron esta parte imposible de cantar.

La explicación simple podría encontrarse en la sordera de Beethoven, pero el asunto es más complejo. Hacia aquella época, la producción para grupos vocales se apegaba a modelos superados ampliamente por el nivel alcanzado en la escritura instrumental, de modo que cuando Beethoven intentó generarmúsica cantada para ajustarla a sus enormes esquemas sonoros, el resultado fue una creatividad que en muchos momentos rebasaba las posibilidades normales de la voz humana.

Aún ahora con las modernas técnicas de enseñanza y práctica, la Novena sinfonía se mantiene dentro del repertorio propio de coros con amplias posibilidades artísticas, y las dificultades que presenta terminan contribuyendo a la atmósfera de paroxismo que Beethoven desencadena hacia el final de su obra.

Hoy nadie se atrevería a criticar esta obra, una de las más interpretadas en el repertorio procedente del romanticismo decimonónico.

  • Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), Universidad Veracruzana

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