Traslado de la vacuna de la viruela de España a América

Traslado de la vacuna de la viruela de España a América


Sandra Isabel Jiménez Mateos *

Después de la conquista española en América, la viruela se volvió un gran problema económico y de salud. Desde 1519, cuando los españoles iniciaron la conquista de México, hasta 1804 cuando llegó la vacuna a América, fueron casi tres siglos de que la viruela atacó a la población nativa del continente.

Y para que la vacuna llegase al nuevo continente, se utilizaron a 22 niños como empaque de transporte.

Sus primeros brotes se dieron en 1520 cuando Tenochtitlán era asediada por los españoles y sus aliados.

Los aztecas la llamaron hueyzahuatl, vocablo náhuatl que se traduce como «la lepra grande», o «la de granos mayores».

El ataque del virus a sus nuevas víctimas, fue uno de los grandes aliados de los españoles, tanto que los conquistadores lo consideraron una señal divina:

«Dios consideró adecuado enviar la viruela a los indios y hubo una gran pestilencia en la ciudad», escribió Francisco de Aguilar, soldado y cronista de la conquitas.

La enfermedad llegó al llamado «nuevo continente» en el cuerpo de los conquistadores españoles, los cuales habían desarrollado cierta inmunidad contra el mismo, pero en América, al ser una enfermedad desconocida y al no tener la población defensas contra el mismo, provocó grandes brotes epidemícos.

Se calcula que el 50% de la población de América a la llegada de los españoles, falleció por esta enfermedad incurable entonces.

Ante este panorama, que afectaba las arcas reales, el rey Carlos IV de España emitió la Real Orden del 29 de junio de 1803, en la cual asienta que «el Rey, celoso de la felicidad de sus vasallos, se ha servido resolver, oído el dictamen del Consejo y de algunos sabios, que se propague a ambas Américas y, si fuese dable, a las Islas Philipinas, a costa del Real Erario, la inoculación de la vacuna, acreditada en España y en casi toda Europa como un preservativo de las viruelas naturales”.

Para ese entonces la vacuna contra la viruela descubierta por el británico Edward Jenner en 1796 ya se aplicaba en casi toda Europa.

La viruela era tan terrible entonces que el historiador británico Thomas Macaulay la describió como «el más terrible de todos los ministros de la muerte».

Para que se cumpliese la Real Orden, Carlos IV le encomendó la acción de trasnportar la vacuna a América a Francisco Javier Balmis y Berenguer, médico español de su corte, quien lo convenció de la importancia de financiar el traslado de la vacuna para detener el altísimo número de enfermos y de muertes.

A esa expedición se le bautizó oficialmente como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, pero es también conocida como Expedición Balmis.

En esa primera expedición sanitaria de ámbito mundial también participaron el médico José Salvany y la enfermera Isabel Zendal, quienes fueron sustanciales para lograr esa proeza, de mantener la vacuna en el viaje transoceánico.

Pero…

¿Cómo transportar una vacuna en el siglo XIX?

La expedición partió de A Coruña en noviembre de 1803, con la intención de vacunar a miles de personas contra la viruela.

Para conseguir el objetivo, Balmis consideró que el único método para transportar el virus debilitado durante un viaje tan largo y poder elaborar la vacuna, era mediante seres humanos.

Para lograrlo, Balmis sugirió utilizar a 22 niños huérfanos para que fueran los portadores del virus, por no tener padres que los reclamasen, pero sobre todo porque los niños tienen mayor resistencia al virus una vez inoculados de la vacuna.

Para que la vacuna se mantuviese viva durante el viaje, se le fue inoculando a cada uno de los niños de forma escalonada, para mantener la viabilidad del virus en el fluido pustuloso y que pudiera provocar una respuesta inmunológica.

En esa época la práctica para obtener la vacuna era utilizar el pus fresco o remitido a distancia entre dos cristales, como hacían los ingleses.

De hecho la corona británica trató de transportar el virus de esa manera, pero cuando llegaba a América era inviable. Así, después de ocho años de iniciado el método Balmis, los expertos ingleses reconocieron su valor.

La expedición llegó a Puerto Rico en febrero de 1804 y desde allí se trasladó a Venezuela, Cuba y México. Fue en el país azteca donde se dividió en dos: el grupo dirigido por Balmis, que siguió la ruta hacia el norte y llegó hasta Filipinas, introduciendo la vacuna en Asia; y el liderado por el médico militar José Salvany, que recorrió los países de Sudamérica.

“El trabajo de Balmis tiene valor, no tanto por llevar la vacuna, sino porque se preocupó de propagar, enseñar y perpetuar la vacunación. Tenía un programa para

establecer una red de vacunadores locales que la mantuvieran activa”, afirma Tuells.

Los resultados fueron un éxito. Se inmunizó a miles de personas –niños y adultos–, y en los lugares donde se mantuvo la vacunación, las epidemias decrecieron. Además, Balmis en los tres años que duró el viaje, publicó miles de tratados sobre los efectos y la eficacia de la inoculación según el clima y sobre cómo proteger la vacuna.

Su éxito fue tal, que tuvo reconocimientos múltiples y se le nombró cirujano de Cámara, por parte del rey, así como de los partidarios de las vacunas; es más, el propio Jenner alabó su trabajo: “No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”.

Ese experimento, perfectamente aceptado en su época, pero que hoy sería impensable, colocó a Balmis en un lugar destacado en la historia de la medicina universal, al grado de que sigue siendo un referente en la materia.

* Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), de la Universidad Veracruzana

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