Juan Martín López Calva, de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), criticó que en la elección para estudiar una profesión y en el ejercicio de la misma predomine el interés por obtener poder, prestigio y dinero, sobre la vocación y el bienestar común, lo cual contribuye al fracaso social en que vivimos.

El investigador compartió la conferencia “Ética profesional, educación y complejidad: principios y religación”, en el Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) de la Universidad Veracruzana, y mencionó que en este escenario, donde la ética profesional ha quedado de lado, el académico destacó el papel que tiene la educación, y retomó una frase del pensador Edgar Morin: “La educación puede ayudar a ser mejor, y si no dichosos, enseñarnos a asumir la parte prosaica y vivir la parte poética de nuestras vidas”.

A manera de recuento histórico, mencionó que en el proyecto de la sociedad moderna se excluyó a la ética. Así, tanto en la Ilustración como en el marxismo (de la primera su eje es la ciencia y del segundo la justicia) se buscó eliminar el mal por medio de la razón. Pero la ciencia y la tecnología de la modernidad, añadió, han generado otros problemas, como la contaminación.

El investigador aclaró que una persona con formación especializada (maestría, doctorado y posdoctorado), no necesariamente es un buen ser humano. Pues para esto se requiere un equilibrio entre la buena calidad formativa y la ética profesional.

Ahí está el fracaso histórico y social, “porque la profesión no es un medio, sino que responde a una función social”, sin embargo se han impuesto los bienes externos que buscan principalmente el dinero, el prestigio y el poder, remarcó.

Por ello, añadió, a la hora de elegir qué carrera estudiar el interesado pone en la balanza cuánto dinero ganaría una vez que la ejerza.

“No son malos los bienes externos. Todo profesional que hace bien su trabajo tiene derecho a tener prestigio, cierto poder en su ámbito, y a tener buenos ingresos. El problemas es si nos centramos en eso y no el bien interno”, aclaró.

A manera de ejemplo mencionó que quienes optan por desenvolverse en el ámbito político, en la mayoría de las ocasiones buscan poder, prestigio y dinero, “no servir a una sociedad y aportar a un bien público”.

Esta situación ha cobrado interés en entidades que investigan los procesos de educación, como el IIE, comentó, “porque estamos en una sociedad en la que no nos gusta lo que formamos en las instituciones. Estamos en un contexto, como decía Xavier Gorostiaga, en que las universidades forman profesionales exitosos para sociedades fracasadas”.

El conferencista citó los principios de la ética profesional: beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía; al tiempo que insistió en que cada profesión debe ser vista como vocación, no sólo como puesto de trabajo.

“Se trata de vivir para la profesión y no solamente vivir de la profesión”, remarcó.

De acuerdo con López Calva “estamos viviendo una crisis de valores”. Éstos ya no son suficientes para la sociedad en que vivimos, que día a día experimenta grandes procesos de globalización. Situación que evidencia la necesidad de pensar en otros elementos.

“La ética profesional debería entenderse como pregunta y no como respuesta”, planteó ante la comunidad académica y estudiantil presente.

Hizo hincapié en la religación (entiéndase como la re-unión). “Hay mal en el mundo, porque nos estamos separando”; y sugirió apoyarse en tres fuentes de información: anterior (historia), exterior (cultura) e interior (autorreflexión).

Nuevamente retomó a Morin para plantear una ética de tres dimensiones: autoética, socioética y antropoética.

La clave, concluyó, es trabajar para pensar bien y religar: “Si tú educas a los niños para que piensen bien, entonces podrás hacer gente más ética”.

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