Para los antropólogos, las emociones son relaciones sociales fusionadas con significados culturales, más que estados que se producen no de un modo natural, sino conducidas mediante pautas y convenciones socioculturales, dichas pautas son cambiantes en tiempo y espacio, afirmó Juan Antonio Flores Martos, académico e investigador de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), España.

Invitado por el Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) y el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación (CECC) de la Universidad Veracruzana (UV), el antropólogo dictó la conferencia “Trabajo de campo etnográfico y teoría social de las emociones”.

Añadió que lo anterior supone una concepción anti-esencialista de las emociones que se opone a la visión ontológica de la emoción, propia de la psicología clínica.

Flores Martos planteó que enfrentamos una división en el mundo occidental “en donde por un lado está la razón y por el otro la emoción, se considera además que la razón es lo importante y la emoción es lo secundario”.

La razón es el método y objetivo de las ciencias, mientras que las emociones están conectadas con lo que podríamos llamar el campo del arte y es difícil luchar contra 200 años –por lo menos–de una forma diseminada, convencional, de abordar las emociones, aseveró.

“Hemos sido educados a sentir en un tiempo y un contexto concreto, enseñados a sentir unas cosas y a no sentir otras; también hemos sido educados a sentir una emoción en un contexto particular, como en una fiesta cuando tenemos la presión social e individual a sentir de determinada forma.”

A partir de algunos trabajos de sociología en décadas recientes, se plantea una forma nueva de encarar las emociones desde un punto de vista colectivo y contextual, cambiante en tiempo y espacio, que antes no se había dado.

Mencionó que las investigadoras pioneras en hablar sobre antropología de las emociones son Michelle Zimbalist Rosaldo en su libroConocimiento y pasión: Nociones de los ilongotes sobre el ser y la vida social, y Catherine Lutz con el libro Emociones desnaturalizadas.

Según las autoras, las emociones son construcciones culturales, y en su forma más radical Lutz publica que las teorías biomédicas convencionales sobre la emoción son “una etnopsicología norteamericana basada en las concepciones occidentales de mente y cuerpo, sentimiento y razón, hombre y mujer, e individuo y sociedad, que prescriben lo que debe sentirse en cada momento para reaccionar de un modo adecuado”.

Hablar de emociones es hablar de educación sentimental en un sentido amplio, que podemos conectar con términos como socialización y endoculturación. Desde la antropología de las emociones se le da mucha importancia a ese proceso formativo.

Algunas implicaciones metodológicas y epistemológicas de trabajar con una perspectiva antropológica de las emociones incluyen –si trabajamos desde una perspectiva social– “que la multidisciplinariedad es una necesidad; en segundo lugar, tenemos que apostar por una descontaminación permanente y vigilante del pensamiento hegemónico y del pensamiento experto sobre las emociones, tomando en cuenta que el racionalismo y el psicologismo constituyen los principales obstáculos para una comprensión de las emociones desde una óptica social”.

En tercer lugar, continuó, se debe utilizar una lente colectiva y social, “apostando por una necesaria superación de la sobrevaloración de las dimensiones individuales de la emoción, tenemos que alejarnos del intimismo al tratar de escribir sobre las emociones ajenas, pero sobre todo las emociones propias del investigador”.

En cuarto lugar, se debe hacer una reflexión a profundidad sobre los modos de escritura de las emociones e incorporar textos de la literatura como sugiere el antropólogo Renato Rosaldo, quien observó que las emociones sí están presentes en esta escritura, a diferencia de numerosos estudios sociales.

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