La presencia de hormonas ambientales a nuestro alrededor y sus riesgos son inevitables, dijo la doctora Lila América Albert “Riesgos actuales y futuros de las hormonas ambientales”, en una conferencia que impartió en la Facultad de Biología.

La doctora Albert dijo que aunque no podamos evitar la exposición a estos disruptores, la única salida que tiene la población es consumir en lo más mínimo los alimentos industrializados y los materiales sintéticos, “no compren nada que contenga ingredientes que su abuelita no hubiera entendido”, dijo.

Las hormonas ambientales son extremadamente comunes y se usan en la industria a diestra y siniestra en productos de toda clase, como plásticos, textiles, plastificantes, detergentes, cosméticos, plaguicidas, disolventes, retardadores de flama, conservadores y en subproductos industriales.

Desgraciadamente estas sustancias tienen un fuerte impacto en la salud de humanos y animales, ya que al ser hormonas influyen en el sistema endócrino, el sistema nervioso, la conducta, el sistema inmune y el metabolismo. La mayoría de estas hormonas son sintéticas, ya que su utilidad en la industria es variada, barata y permite otorgar diversas características a los productos, como el caso de los plastificantes, que se usa para que los materiales tengan esa consistencia y sean más flexibles.

Sin embargo, es importante comprender que la forma en que afectan al organismo es artificial y tienen injerencias en las glándulas de secreción interna como el hipotálamo, la hipófisis, el timo, las tiroides y las paratiroides, los cuales pueden limitar e interferir en el trabajo natural de las hormonas de nuestro cuerpo, ya que confunden al sistema endócrino, bloquean los receptores hormonales y aceleran la destrucción de las hormonas naturales, por lo que se provocan trastornos reproductivos, menopausia o pubertad prematuras, trastornos neurológicos y de la conducta, enfermedades tiroideas, síndrome metabólico, algunos tipos de cáncer de origen hormonal como el de mama y el testicular, la reducción de la calidad de los espermatozoides, así como trastornos inmunológicos.

Algunos de las sustancias que menciona la doctora Albert son los Ftalatos, plaguicidas, fenoles, metales como cadmio, mercurio, plomo, zinc y manganeso, policarbonatos, DDT, y benzopirenos, entre los más comunes, ya que la cantidad de disruptores asciende a miles, que aún deben incorporarse a las listas de sustancias prohibidas.

La doctora Albert dijo que estos efectos, aunque documentados desde los 50’s, no han sido propiamente comprobados por instancias oficiales, lo cual no quiere decir que no existan sino que no se ha instalado un aparato institucional que se encargue de supervisar o prohibir el uso de estas hormonas o disruptores endócrinos.

La buena noticia, es que, aunque algo tarde, durante la Tercera Conferencia Internacional sobre la gestión de los productos químicos, en Nairobi, Kenia, el pasado septiembre, se reconoció por primera vez la importancia de los disruptores endócrinos y se acaban de incluir en su agenda debido a que no se ha reconocido su impacto, además, se acordó informar a la población, reducir la exposición, promover un nivel de conciencia en las instituciones, apoyar las actividades de información y desarrollar estudios sobre los casos.

Esto es un gran avance, que se está gestando y que abre la oportunidad a jóvenes investigadores interesados en el tema en nuestro país, para empezar, teniendo incluso expectativas en lo internacional.

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