Entre el 5 y el 50 por ciento la materia prima que entra en las industrias de transformados vegetales acaba como residuo en el vertedero o se destina a alimentación animal.

Ahora, investigadores del proyecto europeo Value, coordinado por la Asociación para la Investigación, el Desarrollo y la Innovación Alimentaria de La Rioja (CTIC-CITA), plantean nuevos usos para estos subproductos: desde la obtención de energía (bioetanol a partir de residuos de mermelada o biogás con los alperujos procedentes de las almazaras) hasta la extracción de fibra alimentaria y polifenoles empleando restos de frutas y hortalizas.

El programa, integrado en el marco del programa europeo Interreg IV SUDOE y con financiación de los fondos FEDER, se centra en los países del sudoeste europeo (Francia, Portugal y España).

Su objetivo es aportar soluciones a la industria agroalimentaria que den valor a sus subproductos, identificando, experimentando, validando y difundiendo tecnologías de tratamiento y valorización. Con ello se trata de reducir, reutilizar y dar nuevos usos a estos productos desechados, a la vez que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por los bioresiduos que van al vertedero.

Rafael López, investigador de la asociación y coordinador del proyecto Value, explica que “de los subproductos vegetales, como el cardo, se puede obtener un tipo de fibra que luego se incorpora a otros alimentos, y también polifenoles, que sirven como antioxidantes y se emplean además en la fabricación de productos cosméticos”.

La tecnología permite que estos residuos se conviertan en materia prima para nuevos procesos de transformación. “De la ciruela –continúa López– se extraen pectinas para alimentación, usando la pulpa, mientras que con los huesos triturados pueden fabricarse agromateriales para construcción”.

«Ecoinnovación» para el sudoeste de Europa

El escaso nivel de tratamiento de los residuos es un problema generalizado en todo el sudoeste europeo, especialmente grave en regiones de España como La Rioja, Navarra o Aragón, con una alta concentración de empresas de este tipo. La preocupación por encontrar soluciones es creciente, y más teniendo en cuenta la exigente legislación ambiental europea.

A través de este proyecto se han puesto en común la experiencia técnica y los problemas que se encuentran las empresas, con el fin de dar a conocer y transferir las diferentes tecnologías alternativas existentes para el aprovechamiento de los residuos, tanto alimentario como energético y de obtención de nuevos materiales.

Para ello se ha implicado a pymes representativas del sector de los transformados vegetales, con las que se han realizando experiencias piloto de extracción, valorización y aprovechamiento de subproductos con alto valor añadido.

Según explican los responsables del proyecto, los resultados, difundidos en talleres, servirán como herramienta a las industrias para la toma de decisiones sobre inversiones en tecnologías de valorización. También se pretende contribuir al desarrollo del sector de la eco-innovación en estas regiones.

Esta iniciativa cuenta con un presupuesto de 1.226.235 euros. Junto a CTIC-CITA, participan el centro tecnológico especialista en investigación marina y alimentación AZTI-Tecnalia, del País Vasco; la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB); la Fundación CENER-CIEMAT, centro especializado en energía renovables de Navarra; APESA, Asociación para el Medio Ambiente y la Seguridad en Aquitania; el Centro de Transferencia de Recursos Agrícolas de Toulouse (CRT-CATAR, Francia) y el Centro Técnico de Valorización de Residuos de Guimarães (CVR Residuos, Portugal).

Fibras y antioxidantes a partir de desechos de cardo

Una de las experiencias piloto del proyecto VALUE se ha centrado en la extracción de fibras y compuestos antioxidantes a partir de deshechos de hortalizas. Se trataba de obtener fibra alimentaria neutra en color y sabor, y con buenas propiedades tecnológicas para su uso alimentario.

Las pruebas se realizaron con residuos de tomate, brócoli, coliflor, cardo, alcachofa, zanahoria y champiñón aportados por industrias de Extremadura, Murcia y La Rioja.

El tomate presentaba demasiados carotenoides, mientras que la coliflor y el brócoli tenían el inconveniente de los componentes azufrados que le dan su aroma característico. El cardo fue el que mejores resultados dio: aunque su componente mayoritario es el agua, este vegetal tiene un gran contenido en fibra dietética, que puede extraerse de las hojas externas que se deshechan durante su limpieza (hasta un 75% de la materia prima).

Según los investigadores, esta fibra puede incluirse como ingrediente en alimentos como panes, cereales, barritas de cereales, galletas, bollería, pastas, yogures y derivados lácteos, así como en salsas y productos dietéticos. Se obtuvo, además, un extracto de polifenoles útil en la formulación de productos cosméticos.

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