Un nuevo estudio, liderado por Nadia Vilahur, investigadora del CREAL, centro de investigación ISGlobal, en colaboración con investigadores de la Universidad de Harvard (EE UU), analiza en más de 180 placentas de la cohorte INMA (Infancia y Medio Ambiente) la carga xenoestrogénica total efectiva (TEXB-alfa), un biomarcador del efecto estrogénico total debido a mezclas de estrógenos exógenos lipofílicos que se encuentran en la placenta.

Las conclusiones, publicadas en Environmental International, sugieren que los niños varones podrían ser más susceptibles al efecto de la exposición a xenoestrógenos durante el desarrollo prenatal, produciendo cambios en la metilación de secuencias repetitivas del ADN que podrían desempeñar un papel en su estabilidad y regulación en un tejido importante para el crecimiento y el desarrollo fetal.

Los disruptores endocrinos incluyen un gran número de moléculas, algunas de origen sintético y otras naturales, capaces de interactuar con el sistema endocrino de diferentes especies, incluyendo los seres humanos, que podrían estar implicadas en el aumento de la prevalencia de enfermedades complejas como el cáncer, la obesidad infantil, problemas de fertilidad y alteraciones neuroconductuales. Estos productos químicos son de especial preocupación si la exposición tiene lugar durante etapas del desarrollo de más susceptibilidad a los efectos de las hormonas, como el período prenatal.

Los xenoestrógenos son un grupo de disruptores endocrinos que interfieren con las vías de señalización de los estrógenos, y que incluyen un gran número de moléculas presentes en plaguicidas, en la fabricación de materiales y productos como resinas, textiles, plásticos, cosméticos o aislantes, entre otros. Son omnipresentes en el medio ambiente en mezclas complejas y pueden atravesar la barrera placentaria de la madre debido a su pequeño tamaño y a sus propiedades lipofílicas.

Como resultado de la exposición prenatal a sustancias químicas xenoestrogénicas, se pueden producir cambios en el epigenoma de la placenta, pudiendo interferir en su regulación y/o su estabilidad, con posibles efectos adversos para el desarrollo fetal y la salud futura del recién nacido.

Mayor vulnerabilidad

Los investigadores evaluaron la metilación de ADN en placenta en diez tipos diferentes de secuencias de ADN llamadas retrotransposones (LINEs, Alus y HERV), que son secuencias altamente repetitivas que dan cuenta aproximadamente de la mitad de todo el genoma humano y que se han empleado para estudiar la metilación global del ADN.

Varios retrotransposones  tienen la capacidad de propagarse a través de mecanismos mediados por moléculas de ARN y pueden producir mutaciones o cambios de expresión en genes al insertarse en otras partes del genoma. Según los investigadores, la baja metilación de retrotransposones podría representar un aumento de inestabilidad genómica, que previamente se ha observado en enfermedades como el cáncer.

“Hemos encontrado que los niveles más altos de exposición de TEXB-alfa en la placenta se asociaban a una disminución significativa del 0,84% en los niveles de metilación de un elemento Alu sólo en los niños, mientras que no se observaron efectos en las niñas”, explica Vilahur. Aunque estadísticamente no es significativa tras la corrección por múltiples ensayos, también se observó una tendencia a la baja metilación en dos elementos LINE únicamente en los niños.

Los resultados sugieren que la exposición temprana a xenoestrógenos podría conducir a una desregulación epigenómica en la placenta en los niños, presentando este grupo más vulnerabilidad a sus posibles efectos nocivos. “Futuros estudios sobre los disruptores endocrinos deberían tener en cuenta el sexo como un importante modificador del efecto en relación a exposiciones hormonales”, concluye Vilahur.

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