La profusa información aparecida en internet y en la prensa sobre el supuesto fin del mundo el próximo viernes 21 de diciembre, ha permitido que los expertos en la cultura maya puedan dar su opinión ante datos que carecen de razonamiento científico y, por tanto, deben ser rechazados al provenir de personas que no son especialistas.

“El lado bueno de toda esta información, al margen del engaño y de la mala literatura al respecto, es que ha permitido que nosotros, como investigadores, comuniquemos a la sociedad lo que sabemos para que se entere y decida leer los resultados de los estudios y textos que realizamos de manera profesional”, sostiene el epigrafista Guillermo Bernal Romero, reconstructor del Tablero de K´an Tok, una de las últimas inscripciones de Palenque, cuyo desciframiento también llevó a cabo.

El investigador del Centro de Estudios Mayas en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, explica que la idea que asegura que el mundo se acabará el próximo viernes 21 de diciembre, empezó en los años noventa con cálculos y datos que carecen de sentido y da la idea de que el final del tiempo llegará ese día en el 2012.

“Decir que cuando concluye el 13 bak’tun (periodo de 144 mil días, 20 k´atunes o 400 “años-tun” de 360 días), termina el tiempo conforme a los mayas es un error. Después del 13 bak’tun, le sigue el 14, 15, 16 y así, lo que lleva a una progresión de círculos más grandes de tiempo”, explica Bernal Romero, quien agrega que el calendario maya no tiene un final previsto al estar sustentando en una numeración y, como tal, es interminable.

“Nosotros tenemos un sistema posicional decimal y los mayas tenían uno vigesimal que también se prolonga en la eternidad”.

 

Y el error de dónde viene?

 

Guillermo Bernal Romero dice saber, al igual que el resto de los especialistas en cultura maya, el origen de este equívoco: “Lo que decidieron olmecas y mayas fue hacer un corte para señalar un acto divino. Se rompió por única vez el ciclo de 20 bak’tunes, lo hicieron en el 13 y empezó la cuenta desde cero nuevamente. Ahora que se termina el 13 bak’tun, algunas personas piensan en automático que va a haber otro corte y una catástrofe universal, pero no es así”.

Añade que en Palenque, Chiapas, ciudad considerada uno de los lugares para impresionantes y representativos de la cultura maya, Pakal (el más conocido de los gobernantes del lugar) hizo un cómputo que llega hasta el próximo piktun (20 bak’tunes); es decir, el año 4, 472 de nuestra era. “Esto no es una opinión personal, los mayas hicieron sus cálculos y la cuenta no concluye en el 13 bak’tun, sino que se prolonga indefinidamente”.

 

Otra confusión: la correlación GMT 283

 

En la actualidad, indica el epigrafista especialista en la zona de Palenque, se habla del 21 de diciembre como la fecha fatídica del final del mundo, lo cual es otra equivocación, asegura. Menciona que los investigadores John Goodman, Juan Martínez Hernández y John Eric Thompson establecieron un factor de correlación entre los calendarios maya y occidental. Este factor se estableció en 584 mil 283 días, pero pasado algún tiempo se dieron cuenta que tenía un mínimo error y que el factor real, equilibrado y ajustado era de 584 mil 285 días, dos días más con respecto al anterior.

“Muchos se quedaron con el factor no corregido de 283. La correlación GMT 283 (las letras corresponden a las iniciales de los apellidos de los investigadores) se mantuvo de alguna manera ‘viva´, cuando ya los propios autores habían dicho que el factor de 285 era el valor correcto. Esto hace que la fecha del final del 13 bak’tun no calibrado caiga el 21 de diciembre, y la del factor ajustado, el 23 de diciembre, que es la válida en términos académicos formales. Algunos autores sensacionalistas han elegido el del 21 porque coincide con el solsticio de invierno, lo que hace a la fecha más interesante y dramática”.

 

Epigrafistas internacionales rechazan catástrofe

 

Guillermo Bernal, Premio INAH “Francisco Javier Clavijero” 2004, asegura por otro lado, que el estudio de la cultura maya ha tenido en los últimos 40 años tal desarrollo que en la actualidad es posible leer en la lengua original los textos glíficos o jeroglíficos, sobre todo del periodo Clásico (entre 250 y 900 d.C.), en más de un 80%, lo que permite reconstruir casi de manera completa la historia de muchas dinastías mayas y, con ello, cambiar ideas inexactas acerca de los mayas concebidas antes de los desciframientos en una gran cantidad de murales, altares, estelas, tableros, dinteles; así como vasos, placas de jade y más.

“En cualquier desciframiento de escritura, los patrones son los que nos llevan a las mejores pistas para decodificar, no obstante esto, cada año se descifran entre diez y quince nuevos glifos. De la época Clásica hay alrededor de mil 200: 150 fonéticos y los logográficos rebasan los mil, pero hay más y son diferentes formas de escribir una misma palabra o sílaba, o son sustitutos unos de otros al ser caligrafías distintas”.

Bernal Romero comenta que las inscripciones mayas aunque narran sucesos que ocurrieron hace millones de años, como son hazañas de los dioses y textos míticos, la inmensa mayoría se refiere a las distintas dinastías, de la propia historia de los gobernantes.

“Hay textos que no se pueden leer, no están descifrados y equivale a al 15 o 20%. Esto varía de ciudad en ciudad, porque hay sitios donde los textos son más difíciles de interpretar como en Copán o Quiriguá, donde las fórmulas y glifos son poco comunes y misteriosos. En Palenque el porcentaje de desciframiento es ya del 90%.”

El historiador comenta que detrás del conocimiento sobre los mayas, hay dos épocas fundamentales en el estudio científico de las escrituras. Una, apuntalada con Sylvanus Morley y John Eric Thompson, quienes se enfocaron en la parte calendárica, que es la que mejor se pudo entender, ya que se trata de un lenguaje universal basado en un sistema posicional, el cual se pudo resolver con la cuenta larga (calendario vigesimal no repetitivo usado en Mesoamérica), lo que fue una gran contribución.

La segunda etapa relevante fue a finales de los años 50 con Tatiana Proskouriakoff , quien descubrió un patrón de fechas que marcaba la vida de un gobernante y no inscripciones calendáricas, como se creía; y Yuri Knorozov, quien halló indicios de elementos fonéticos que no eran ideogramas y que expresaban una lengua con sonidos silábicos.

“Estas dos contribuciones, el enfoque histórico de Tatiana y el sistema fonético de Yuri, impulsaron una serie de investigaciones y gran cantidad de autores que llevaron a la epigrafía moderna. En México somos parte de ese movimiento internacional en el que aparecen connotados epigrafistas como Alfonso Lacadena, de España; Nikolai Grube, en Alemania; David Stuart, de Estados Unidos, Simon Martin, de Inglaterra, y Peter Mathews, en Australia”.

Hay que decir –concluye Guillermo Bernal Romero- que todo este movimiento rechaza las ideas catastróficas que se vierten en este 2012 sobre los mayas.

Los comentarios están cerrados.