Martha Riva Palacio señaló que los mitos reflejan las realidades cotidianas y no deben ser un tema sólo de especialistas

Martha Riva Palacio señaló que los mitos reflejan las realidades cotidianas y no deben ser un tema sólo de especialistas


Los mitos no pierden su vigencia y poseen un valor universal porque conectan con las preocupaciones y dilemas de la humanidad; no obstante, no les pertenecen a los eruditos sino a todos nosotros, por ello es importante acercarlos a la juventud, planteó Martha Riva Palacio Obón, autora de la novela Orfeo.

La narradora ha recibido el XVI Premio de Literatura Infantil Barco de Vapor (en 2011), el Premio Gran Angular de Literatura Juvenil (2013) y el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños otorgado por la Fundación para las Letras Mexicanas (flm) y el Fondo de Cultura Económica (2014), además de combinar su actividad con talleres de creación literaria para jóvenes y adultos.

Al asistir a la XXV Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) para presentar su más reciente libro, conversó con Universo sobre el reto de tratar la mitología y cómo incide el panorama mundial en su narrativa.

¿Qué implicó para Martha Riva Palacio retomar el mito de Orfeo?
Fue todo un reto porque al fin de cuentas los mitos son vigentes, tienen esta cuestión que diría es casi orgánica; a pesar de estar en esta dimensión mítica se refieren a cuestiones muy aterrizadas y cotidianas de cada ser humano.

Bueno, ésa es la parte teórica que puede estar muy bien, pero lo difícil es la parte práctica, es decir, cómo voy a narrar este mito, cómo voy a acercarme a Orfeo.

Para elaborar este libro, lo primero que hice fue reflexionar qué es lo que me resuena de Orfeo y fui sacando sus elementos como el viaje del héroe y toda esta cuestión de la pérdida del otro, el no resignarse, la eterna búsqueda de esa otra persona que es como un fantasma, como una sombra.

Entonces uno empieza, como diría mi abuelita, “a desmenuzar el pollo” y fui encontrando justo estos elementos que resuenan de mi vida personal, pensando en mí a los 17, 19 y 20 años, y uno se da cuenta de elementos que van a estar a lo largo de la vida.

Pensando mucho en los jóvenes, y también en los adultos, creo que ahí están los temas que me pueden ayudar a cuestionar y conectar con el lector y decirles: “Mira, ésta es mi visión de Orfeo y quiero que la tomes y me digas qué opinas, cómo resuena en ti lo que estoy haciendo”.

En la presentación en la FILU mencionó que busca la interacción con los lectores al poner deliberadamente palabras desconocidas en la narración…
A veces digo que es un juego, a veces, más ruda, digo que es una provocación y proviene de una inquietud muy personal que tiene que ver con cómo estamos actualmente. En el mundo ahora vivimos un retroceso, un regreso a los discursos fascistas, autoritarios, donde sólo se trata de imponer una sola forma de ver el mundo en la que por supuesto se niega al otro y se busca imprimir una verdad histórica, un relato único, y cuando uno comienza a ver esto como narrador, a mí me surge la necesidad de decir: “No. Hay muchas formas de narrar y necesitamos que existan ellas, necesitamos que existan muchos relatos”.

De hecho, hay una parte de Orfeo que habla justo del acto de leer y crear historias propias como una forma de hacer contrapeso a este relato único que se trata de imponer a través de la violencia. Entonces, esta inquietud aterriza, como narrador, en una visión peligrosa de homogeneizar desde el habla, desde el español y ¿qué pasa? Se hacen estas traducciones en el español porque hay esta visión comercial que plantea que si se habla con términos muy locales, por ejemplo de Chile, los mexicanos no lo van a entender y eso es terrible porque significa bajar el nivel del discurso.

Nos estamos perdiendo la riqueza de América Latina a favor de un español clínicamente impuesto, pasteurizado. ¡Qué miedo! Justo el agarrar palabras, por ejemplo, de la ciencia; es decir, es posible que muchas personas no sepan qué significan, yo también tuve que aprender y ellas estarán igual que yo, pero es justamente perderle el miedo, no tenemos que saberlo o pensar que lo hemos visto o lo hemos conocido porque a la larga eso nos va empobreciendo.

Si yo como autora tuve que investigar qué es abiogénesis, seguro muchas personas están igual, pero justo eso es, perder el miedo porque no tenemos que saberlo, no tenemos que quedarnos en lo visto, en lo conocido, pues eso nos va cerrando y empobreciendo.

¿Hacer que los lectores de Orfeo indaguen e investiguen sobre sus palabras, fue una invitación?
Sí, yo veo a Orfeo como un libro que está en la franja entre literatura juvenil pero también apelo a cosas de la literatura adulta y es esto: recuperar la diversidad y perder el miedo a usar palabras que tal vez no se conocen o son difíciles, entre comillas; también es apelar a una postura activa del lector y justo en la entrada de Orfeo digo eso: estos son los cantos, pero tienes que escuchar con cuidado cuando hable de esto y aquello porque tú vas a decidir cuál es el verdadero y en el verdadero me estoy refiriendo a esta verdad interna.

De todo esto, cada lector puede decidir qué fue lo que realmente sucedió y qué es lo que es verdad para cada uno de ellos, como decir que son parte de este mito. Al fin de cuentas es lo que le va dando vida a los mitos, que se van propagando de una generación a otra. Como decía Carl Jung, somos estas personas que hablan con mil voces, pero habla uno con mil voces porque trae la voz de la abuela, de la bisabuela, de la tatarabuela y así hasta llegar al principio, por eso tienen tanta carga simbólica.

En el mundo ahora vivimos un retroceso, un regreso a los discursos fascistas, autoritarios, donde sólo se trata de imponer una sola forma de ver el mundo

Mencionó que la lectura nos transforma, ¿cómo se transformó Martha Riva Palacio en su lectura del mito para preparar su Orfeo?
Como autora implicó salirme de mi zona de seguridad; empecé a escribir Orfeo desde una estructura lineal y no me estaba funcionando hasta que me di cuenta que el concepto central de la novela iba a ser la voz y cómo es la voz de Orfeo, pero también iba a ser mi voz y dónde estoy parada, cuál es mi contexto, de dónde vengo y qué significa hablar de Orfeo desde la Ciudad de México en 2017.

Orfeo fue hacer toda una reflexión y salirme, fue un libro que, aunque está planteado como novela, se cuela entre los intersticios de la poesía, ciencia, narrativa y cuento para explorar e hilvanar a partir de eso, por ello implica vencer un miedo y pensar que dirán “estoy loca porque estoy hablando de Orfeo”, porque tenemos esta impresión y nos dicen que hablar de los mitos es de especialistas y estudiosos; justo parte de mi aprendizaje fue decir no: los mitos nos pertenecen a todos y me refiero a los mitos de todo el mundo.

En esta obra me enfoqué en la tradición griega, pero los mitos nos pertenecen a todos porque están hablando de nosotros, de lo más cotidiano; esto es un tema que ocurre habitualmente con la poesía, que sólo unos cuantos pueden tener acceso y apropiárselo, con esto estamos creando una dinámica de exclusión y eso no está bonito porque es dejar gran parte de la experiencia humana en un punto que no es accesible para la mayoría de las personas en las que me incluyo.

La Guerra Fría es uno de los temas que ha reflejado en sus obras anteriores y en Orfeo. ¿Considera que estamos ingresando a una época similar?
Me encanta el tema de la historia y el mito del eterno retorno, pero no desde un punto de vista mítico sino en la cuestión de que quienes no aprenden de sus errores están condenados a su repetición, que es también una perspectiva de la psicología.

Deja entonces lo que es la Guerra Fría, hoy estoy viendo discursos que se asemejan muchísimo a discursos que marcaron el surgimiento de estos fascismos anteriores a la Segunda Guerra Mundial y volteas a otros lados como Myanmar y ves esta cuestión generalizada de las limpiezas étnicas y a veces uno pone distancia emocional porque si mira uno al país duele más.

Entonces uno compara con el discurso que te enseñan historia en la secundaria; por ejemplo, te hablan de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría como cosas del pasado y que ya superamos, que ya aprendimos de los campos de concentración y de ese punto en que casi aniquilamos el planeta. De repente te das cuenta que no es cierto, que seguimos los mismos mecanismos y no hemos volteado a ver realmente porque continuamos en lo mismo, en la negación al otro, en una visión tan voraz que no busca la ganancia sino que quiere tener más, y cuando digo que estoy teniendo pérdidas significa que no estoy ganando lo que yo proyecté aunque sí esté ganando. Es terrible porque así es imposible sostener la vida.

Yo nací en un mundo en el que estábamos divididos en dos bloques y el tercer mundo. No sé por qué en el tercer mundo cabíamos más pero me tocó conocer vecinos que eran refugiados chilenos, periodistas que llegaron a México huyendo. Tengo estos recuerdos de la infancia y en la adolescencia me tocó ver la caída del muro de Berlín y este momento pequeño de optimismo, luego nos fuimos a la guerra del Golfo Pérsico y comenzaron otras cosas; entonces, para mí hablar de la Guerra Fría es como explorar todo este momento histórico que se compagina con mi vida y también con lo que está sucediendo en el mundo y en México.

Es un mundo complicado…
Sí, a veces es más fácil hablar del mundo, pero cuando uno empieza a acercarse a nuestra propia sociedad y lo que está pasando actualmente en nuestro país, pues es muy complicado.

Para despedirnos con una respuesta menos sombría, ¿qué le diría a los universitarios sobre los mitos?
Les recomiendo leerlos porque van a encontrar cosas que ya conocen y que les gustan, tipos de historias y estructuras narrativas con las que, aunque no lo parezca, ya están familiarizados.

Una de las cosas que trabajo mucho con los jóvenes en talleres de creación literaria y que me encanta es el arte japonés del manga, el anime, porque uno analiza, por ejemplo, Evangelion, es la estructura mítica y desde ahí ellos lo tienen muy claro porque es una cuestión de cómo toman una historia tan compleja y está presente la bomba atómica en todo su imaginario, tanto que se ha incorporado a su inconsciente colectivo.

Si ves Evangelion puedes detectar los elementos y cómo la historia se nutre de estas estructuras míticas, no sólo porque es una lucha contra ángeles, sino porque están presentes estas verdades profundas, muy humanas; además me parece terrible porque habla de una sociedad que envía a niños inocentes a luchar contra ángeles y cómo los destruye la misma sociedad.

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