Son tiempos universitarios, nuevamente. Los estudiantes mexicanos, sobre todo los de educación superior, salieron de nuevo a las calles. Hacen política (de todos tipos) en sus aulas, en sus claustros, en los medios. Incluso, hay a quienes el romanticismo noblemente ha traicionado y hablan de “la primavera mexicana”, en alusión a Praga, en alusión al mayo de 1968 en París.

         Por definición, los tiempos universitarios son de gran efervescencia. Conocen grandes tensiones, conocen el insomnio y la violencia y nuestro país no es la excepción. Claro y cercano ejemplo es Chile y su movimiento estudiantil pero también la UNAM, el Politécnico, Michoacán, Durango y nuestra casa de estudios, por citar algunos ejemplos de forma aleatoria, tienen historias de diversos calibres y complejidades para contar.

          También son tiempos de reafirmación. De debates antológicos. De tensiones que se expresan con brío en las calles y de otras, a veces aun más intensas, que se manifiestan en la academia. De nuevas ideas. De nuevas variables. Pero de una sola constante: la autonomía.

         El rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Enrique Fernández Fassnacht, participó brillantemente en el pasado Coloquio Veracruzano de Otoño y, en el marco de su visita a Xalapa, Veracruz, concedió la presente entrevista en la que, de inicio, subrayó la constante:

“No creo que en la universidad nuestra, y en ninguna universidad autónoma por Ley, hubiese dudas al interior de la universidad, en la universidad toda. Las universidades apoyan a su rector, como un solo hombre, cuando se trata de defender la autonomía”, aseguró.

         Para el rector general de la UAM, una de las universidades públicas más vigorosas (y jóvenes) de nuestro país, el debate respecto de la autonomía no está cerrado.

         “La autonomía universitaria ha estado en serio riesgo en los últimos doce años. Desde el primer momento en el gobierno de Vicente Fox, por ejemplo, se apreció mucho la intención del gobierno, que no del Estado, de atentar contra la autonomía universitaria. Y ejemplos hay muchísimos: Desde políticas públicas orientadas a llevar el quehacer universitario en una dirección, deliberadamente, con programas, tengo que decirlo claramente, como el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional, los famosos PIFI, o el Promep.”

Además, refirió, “hay otras (intentonas) no tan visibles como, por ejemplo, la injerencia del gobierno en cuanto a solicitar información que de acuerdo con la autonomía las universidades no tendrían por qué proporcionar. Está la intervención, incluso, en casos como el nuestro, del Sistema de Administración Tributaria y la Auditoría Superior de la Federación.

”Entonces sí, desde mi punto de vista ha habido esa intención de interferir. Y en los casos de los estados se puede decir, además de esto que acabo de mencionar, que también está el tema de otra injerencia. Hablamos con matices, porque depende mucho de los estados, pero hay entidades donde prácticamente el que decide todo lo que se hace en una universidad es el gobernador”.

 

Según esto, ¿se trata de una ecuación como “interferir para disminuir, interferir para minar”?

No, no creo que sea precisamente eso pero sí hay un juicio muy subjetivo hacia las universidades en general y una estrategia, por llamarle así, también muy subjetiva, de cómo es que se pueden resolver temas que, desde mi punto de vista, muchas veces no existen.

“Por ejemplo, el tema del manejo de los recursos en las universidades: En el caso concreto de la UAM, decía al patronato hace poco, ningún rector ha sido acusado de peculado ni otro delito jamás. Entonces, sí, hay cosas que las universidades debemos cambiar por convicción propia, pero no aceptamos, al menos yo no acepto, que ese cambio sea impuesto.

“Podría también mencionar, por ejemplo, la Ley de Contabilidad Gubernamental. A las universidades autónomas por ley no les aplica; sin embargo, el mismo gobierno de repente llega y pregunta a las universidades qué han hecho para implantar esta ley.

”Creo que hay un problema de falta de cultura hacia entender la autonomía. No creo que sea mala fe. En muchos casos, la verdad, sí creo que no se entiende bien el concepto de autonomía. Por ejemplo, vimos lo que pasó en Durango: Viene una iniciativa para cambiar la Ley Orgánica que no emana de la universidad. Y los únicos que pueden tomar la iniciativa para cambiar la Ley Orgánica es la propia universidad, precisamente por la autonomía”

 

Entonces, su prospectiva sobre la autonomía, ¿es más bien optimista?

Yo diría que sí. He escuchado algunas declaraciones de la gente cercana al presidente electo, por ejemplo, y sí tienen una idea más como la mía. Espero que no sea nada más la víspera de llegar al gobierno y que luego eso cambie, pero sí percibo una idea de respeto a la autonomía universitaria, y bueno, en todo caso aquí vamos a estar para vigilar que así sea.

 

¿Y respecto de la importancia estratégica y social de la universidad?

Hay que decirlo, hay gente que entiende autonomía como, digamos, licencia para matar, para hacer lo que uno quiere hacer y no se trata de eso. Por ejemplo, yo creo en la rendición de cuentas, pero la rendición de cuentas es a la sociedad, no al gobernador ni al presidente o al secretario de educación pública. Es a la sociedad.

Creo que las universidades tienen esa obligación pero, por otro lado, también tienen la libertad, y creo que ahí radica mucho el valor que tiene la autonomía, para decidir académicamente qué es lo que le conviene hacer a la universidad en beneficio, por supuesto, del país y de la sociedad. 

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