En la tierra del jogo bonito, la celebración del Mundial de Fútbol 2014 no está despertando mucho entusiasmo. Las protestas, que se han ido sucediendo por todo el territorio del mayor país sudamericano, tienen su reflejo en los datos. Solo un 34% de los brasileños cree que este evento, que finaliza el próximo 13 de julio, va a ser beneficioso para la economía. Incluso hay un 39% que cree que dañará la imagen de Brasil, según un estudio llevado a cabo poor el Pew Research Center.

Estos datos contrastan con otras cifras, las de la ciencia brasileña, que han sido alabadas por la revista Nature en un número especial titulado Estrellas de la ciencia sudamericana. Publicado el pasado 11 de junio, en él se destaca el espectacular crecimiento de la investigación y el desarrollo en Brasil desde los oscuros tiempos de la dictadura, hace solo una generación, que provocó el éxodo de sus mejores científicos a países como Estados Unidos.

“La ciencia en Brasil gana al Mundial, al menos en el ámbito financiero. Gobierno y empresas invierten anualmente 27.000 millones dólares –20.000 millones de euros– en I+D, frente a los 15.000 millones de dólares –11.000 millones de euros– que recibió el torneo de fútbol”, asegura Nature.

Brasil, con una población de 200 millones de habitantes, es el único país en el continente que invierte más del 1% del producto interior bruto (PIB) en investigación. Además, con sus 100.000 investigadores, aporta casi dos tercios del personal científico de la región.

Según explica a Sinc Carlos Henrique de Brito Cruz, uno de los físicos más prestigiosos de Brasil y director científico de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo (FAPESP), la actividad investigadora en Brasil está creciendo de manera asombrosa. “Su producción científica desde 1995 a 2012 fue la tercera de mayor crecimiento en el mundo, solo por detrás de China y Corea del Sur”.

El campeón paulista

En esta eclosión –añade Brito Cruz– está jugando un papel protagonista São Paulo, uno de los 27 estados brasileños con una superficie casi tan grande como la España. Este estado, en el que viven 41 millones de personas, “produce un tercio del PIB brasileño y su economía es mayor que la de Argentina y casi equiparable a la española”.

Además, la actividad científica del estado es muy intensa y, en la actualidad, “la mitad de la ciencia brasileña se hace en São Paulo”, dice este responsable.

La labor de FAPEPS tiene que ver en la pujanza de São Paulo como potencia científica. Según Nature, en 2013, esta fundación, que opera como una agencia de promoción de la investigación y la educación, invirtió 512 millones de dólares –380 millones de euros– en ciencia, un presupuesto que supera la inversión global en esta partida de muchos países sudamericanos.

A nivel federal, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil tiene un presupuesto de 650 millones de dólares –480 millones de euros– para I+D+i en 2014, añade la publicación.

Brito Cruz destaca que FAPESP cuenta con una vía de financiación garantizada por la constitución de São Paulo, que exige que el 1% de los ingresos fiscales vaya a la fundación. “Su éxito ha inspirado a otros estados brasileños que han copiado masivamente el modelo”, indica.

No todos los brasileños festejan el Mundial, ni todos los recursos se fueron a este evento

Laboratorio del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo. / Divulgación FAPESP

Investigación básica

Un valor diferenciador del trabajo FAPESP “es que invertimos mucho en investigación básica'», dice el responsable. Este organismo destina el 37% de sus fondos a ciencia fundamental, en ámbitos que incluyen desde cambio climático hasta la física de partículas.

“Sao Paulo –agrega Brito Cruz– es especialmente pujante en áreas como ciencias de la salud, que se lleva el 27% de la financiación, y también tiene una actividad intensa en biología, ingeniería, materiales y fotónica”.

El director científico explica que en este estado “el 60% de la financiación en ciencia e innovación la realizan las empresas que tienen allí sus centros de I+D y hacen mucha investigación propia. El 40% procede de fondos públicos. En el resto de Brasil, el porcentaje se asemeja más a lo que sucede en España, ya que solo el 35% de la financiación de la I+D viene de fondos de empresas y el 65%, del Estado”, señala.

Acuerdos con empresas

El hecho de que las compañías estén invirtiendo en I+D en São Paulo en un porcentaje tan alto se produce, según Brito Cruz, porque se trata de una región muy avanzada industrialmente, distinta de los otros estados de Brasil, “y eso crea oportunidades”.

FAPESP tiene múltiples acuerdos con empresas para la inversión conjunta en investigación realizada por universidades. “Nuestra fundación está colaborando ahora con la firma automovilística francesa Peugeot Citroën para crear un centro de investigación en ingeniería de motores que funcionen con biocombustible. Este centro contará con la participación de varias universidades brasileñas y tendrá una financiación de 1,5 millones de euros anuales durante un periodo de diez años”, señala Brito Cruz.

Otro factor que juega a favor de esta región como potencia en investigación y desarrollo es que cuenta con tres universidades estatales, la de São Paulo (USP), Campinas (UNICAMP) y Paulista (UNESP) muy activas en I+D.

Más calidad y menos cantidad

Pese a todo, la ciencia brasileña ha de hacer frente a importantes desafíos. A la desigualdad entre estados, con una concentración tanto industrial como científica en São Paulo, habría que sumar otros problemas como la excesiva burocracia. También hay que añadir ‘»la necesidad de implantar un adecuado método de evaluación que prime la calidad sobre la cantidad en investigación”, opina Sidarta Ribeiro, director del Brain Institute en la Universidad federal de Rio Grande do Norte.

“Valorar cantidad sobre la calidad está muy arraigado en la cultura brasileña. Nuestro sistema alienta a los científicos a publicar el mayor número de trabajos posible independientemente del impacto internacional de sus investigaciones”, critica este experto.

Según los últimos datos de la base de citaciones Scopus, en Brasil se publicaron un total de 46.306 artículos científicos en 2013, muy por delante de sus países vecinos. Sin embargo, esta cantidad no se traduce luego en una influencia internacional tan alta como la de Argentina o Perú, que publican menos papers al año pero con más impacto.

La producción anual de bayas de açaí de la Amazonia supera las 200.000 toneladas y genera 1.500 millones de euros a la economía de Brasil. / Lets

Talento de ida y vuelta

Otro reto de la ciencia brasileña es crear un ecosistema que anime a los investigadores que van a formarse fuera de sus fronteras a regresar. Una de las iniciativas más exitosas en este sentido es el Pew Latin American Fellows Program, que funciona en toda Sudamérica y financia estancias posdoctorales de dos años en los mejores centros de investigación de Estados Unidos en el ámbito de la biomedicina. Sorprendentemente, un 70% de estos científicos regresa a sus países de origen, según datos de esta institución sin ánimo de lucro.

El Gobierno de Dilma Rousseff también ha lanzado un programa llamado Ciencia sin fronteras, dotado con 1.400 millones de euros, que tiene como objetivo enviar a miles de estudiantes para que estudien en universidades extranjeras, principalmente en EE UU. Sin embargo, los críticos han señalado que esta inversión debería destinarse a cubrir las carencias de la educación primaria y secundaria en Brasil, ya que el último informe PISA de la OCDE clasificó a este país entre los peores en lectura y ciencia.

En cualquier caso, Carlos Henrique de Brito Cruz considera indispensable que los investigadores realicen estancias en el extranjero. “Brasil ha tenido múltiples crisis económicas y políticas y algo que resultó muy beneficioso es que muchos de los científicos que se marcharon durante las épocas duras a trabajar fuera volvieron luego con un nuevo bagaje que fue muy importante para la posterior recuperación del país”, subraya.

Atracción de investigadores extranjeros

FAPESP cuenta además con una estrategia para que investigadores de todo el mundo vayan a trabajar a Brasil. “Nuestra fundación –añade el responsable– recibe unas 20.000 solicitudes de financiación al año de las que aprobamos cerca de la mitad. Contamos con programas para jóvenes investigadores que quieran empezar su carrera científica en São Paulo, sin distinción de nacionalidad, en los que se financia todo el proyecto, incluidos equipos y materiales. Otros programas van destinados a científicos que tengan un puesto permanente en su país pero estén interesados en efectuar una estancia corta de doce semanas al año en este estado”.

Brito Cruz destaca que en el ejercicio 2012-2013, 18 investigadores españoles lograron estancias en el marco de este programa de su fundación.

Este físico de 57 años ha trabajado en países como Italia, Francia y EE UU, “pero volví, los brasileños tenemos tendencia a regresar a nuestro país”, dice.

Potencial amazónico

A comienzos de este mes, la revista Science publicó un estudio que indicaba que la deforestación de la selva del Amazonas se había reducido en un 70% desde 2004, lo que ha hecho posible dejar de emitir a la atmósfera 3,2 millones de toneladas de CO2.

Esto se ha logrado gracias al aumento de las áreas protegidas y al creciente rechazo de la deforestación. Al mismo tiempo, agricultores y ganaderos se han centrado en la producción de soja y de carne de vaca.

Sin embargo, para que esta tendencia se mantenga es necesario buscar incentivos para los agricultores de la zona, según el estudio.

En esta misma línea, Carlos Nobre, secretario de estado de I+D en el Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación de Brasil, opina que “disminuir la deforestación no es suficiente, hay que crear estrategias que mejoren el bienestar de las comunidades de la región”.

Una de estas líneas de actuación –añade– podría ser agregar valor a los productos cosechados localmente. “Un buen ejemplo de ello es el fruto del açaí que crece en el estado del Amazonas. Estas bayas, que hasta hace veinte años eran consumidas solo por la población local, se utilizan hoy en productos como alimentos, suplementos, cosméticos, colorantes y aceites en todo el mundo. Su producción anual supera las 200.000 toneladas de pulpa y genera 1.500 millones de euros a la economía de Brasil, solo detrás de la producción de carne y la madera tropical”, destaca.

Otra de las estrategias, señala el responsable, es hacer un mejor uso de las áreas que ya han sido taladas y que suman ya 750.000 kilómetros cuadrados solo en el área amazónica.

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