A veces uno deja sobre la mesilla de noche el libro recién terminado y sonríe. Con Notas de desencanto y otras virtudes (Deletérea, México, 2011), mi sonrisa es complicidad con su autor Miguelángel Díaz Monges (1965).
La complicidad puede ser, en parte, generacional; hay un ADN parecido aunque, irónicamente, habiendo pasado por varios de los mismos lugares y tratado a varias de las mismas personas, el conocimiento se dio primero desde la distancia.
La otra parte de la complicidad puede ser por una reflexión personal sobre la escritura a partir de Barthes: el texto como espacio de múltiples dimensiones en el que coinciden diversas escrituras provenientes de múltiples focos culturales. En ese sentido, coincido plenamente con el epílogo que al libro de Díaz Monges hace Guillermo Samperio, quien lo define como oscilante “entre lo literario, lo autobiográfico y lo testimonial”.
La reflexión inicial de Díaz Monges nos da la pista de lo que viene: “La mucha reflexión estorba al lector y aburre al sabio; pero cuánto bien retribuye al que escribe y cuánto más al que está detrás de quien escribe. Que el escritor y el hombre nunca son la misma persona, pues que el árbol no está todo él en la rama ni cuando se come va a dar a la mierda”.
Lo que sigue son 36 ¿piezas? ¿relatos? ¿notas? ¿disquisiciones? No creo que importe acomodarlas en ningún cajón. Cada una habla por sí sola y se comunicará con el lector en la medida en que existan coincidencias, puntos de encuentro, experiencias comunes.
Hay textos escritos desde la tripa, pero desplegados ante los ojos del lector con una fina ironía como “Epítome del desencanto”, “Cimientos en el aire”, “Domingo de locos” y, sobre todo, “Tres afrentas sufrí y por eso te amé” y otros escritos desde el placer de la lectura como “Andanzas del libro que vivió en palacio”, “Salvo Cortázar” o “Melville y Kafka; Bartleby y su jefe”.
Apasionado del aromático, me imagino a Díaz Monges fumando en un café, ojeando con desconfianza al personal, y apurando taza tras taza, con largas pausas para escribir y leer. Lo visitaría de cuando en cuando para intercambiar libros y discutir con encono sobre fútbol. Excelente escritor, sufre Díaz Monges de ese mal incurable que es el madridismo; yo intentaría, en vano, convencerle de las virtudes de la escuela Cruyff, la galanura de la camiseta blaugrana y la relación más que directa entre Machado e Iniesta, entre Borges y Messi.
Mientras eso se da, mientras llegue otro encuentro en que él me hable de nobles y bélicos adalides y yo le hable de la rauxa y del seny, sugiero que lean su libro o lo sigan en Twitter.

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