El dos de noviembre, la Plaza Lerdo fue anfitriona de un evento cultural organizado entre varios colectivos xalapeños en conmemoración a la tradición del Día de Muertos y en memoria a los veracruzanos que han desaparecido o muerto a consecuencia del crimen organizado.

El Ritual Colectivo fue un trabajo coordinado entre varias organizaciones como el Colectivo por la Paz Xalapa, el Movimiento Agrario Indigenista (MAÍZ), el Centro de Servicios Municipales Heriberto Jara, el Movimiento Espiral, Radio Teocelo y Yo soy 132 Xalapa, para hacer un evento artístico cultural con el objetivo de recuperar la fiesta más tradicional de la cultura mexicana, el Día de Muertos, pero también inscrito en el contexto de los muertos y desaparecidos de este sexenio a consecuencia del crimen organizado.

Desde las tres de la tarde la Plaza Lerdo se veía activa, con jóvenes y adultos deambulando de un lado a otro mientras se organizaban los eventos, en dos mesas algunas personas hacían flores de origami para el altar y en la otra se bordaban los nombres de desaparecidos y muertos en Veracruz, para no ser olvidados en este día muy especial, que como se decía entre los voceros, “es un día para festejar a nuestros muertos, que somos nosotros”.

“Queremos centrarnos en los muertos de Veracruz, a los que pocas veces se les da nombre, se conocen algunas cifras pero no son claras, por eso tenemos una mesa especial para bordar los nombres de los desaparecidos, para recuperar la memoria colectiva y conservarla. Por supuesto nos sumamos a lo que en todo el país ha sucedido, como las muertas de Juárez, los niños muertos en la guardería, los reporteros asesinados y los miles de muertos en el país”, dice Edgar Pérez, del Colectivo por la Paz.

A partir de las cuatro de la tarde, el número de personas ya había crecido, algunos pasaban y al ver el escenario se quedaban a ver de qué se trataba todo ese movimiento, a las cuatro se inició con algunas lecturas por parte de estudiantes de la Facultad de Lengua y Literatura Hispánicas, con poemas, coplas a la llorona y algunas calaveras de la revista El Chamuco, además, la maestra Esther Hernández Palacios también ofreció la lectura de algunos de sus poemas.

En el ámbito musical se contó con la presencia del grupo “Fruta Negra” y el llamado “Aquí no mando yo”.

Entre las participaciones, Enrique Ceja, de Radio Teocelo, el cual fungió como maestro de ceremonias, no perdía la oportunidad de tomar el micrófono para invitar a los peatones y hablar sobre la situación de violencia y sobre la importancia de que como ciudadanos no olvidemos la situación por la que pasa nuestro país, que no olvidemos nuestras tradiciones y a los que ya no están con nosotros.

A las ocho de la noche se inició una procesión alrededor de las calles del centro, los manifestantes caminaban con una veladora y la cara pintada de blanco, lentamente dieron dos vueltas al centro y se escuchaban algunas protestas como “vivos se los llevaron, vivos los queremos” y “ni uno más”, desgraciadamente algunos automovilistas tocaban con insistencia el claxon para apurar a los manifestantes que simplemente no pusieron atención a las quejas y siguieron clamando por los desaparecidos.

Al terminar el recorrido, se encaminó a las personas al mirador del Parque Juárez, donde se encontraba apostada una video instalación que hacía una remembranza de los muertos y desaparecidos, en una cama de agua, organizada por el Movimiento Espiral.

En el centro del mirador se encontraba dibujada una mandala, una gran figura geométrica de hexágonos marcados con gis y adornados con flores de cempaxúchitl, algunas mujeres y hombres vestidos con ropas ceremoniales caminaban alrededor con incensarios y poco a poco se dejó pasar a algunas personas con los rostros pintados de blanco para que se acomodaran concéntricamente en el mandala; un lazo fue el hilo conductor de todos ellos y cuando el mandala estuvo lleno, con cerca de 80 personas, se inició una ceremonia de sanación.

La ceremonia duró cerca de una hora, en ella se practicó un ejercicio de meditación guiado por la voz de uno de los organizadores, para instar a aquellos que habían perdido a sus familiares a liberarse de esa pena y de sus sufrimientos.

Durante el ritual, el Parque Juárez estaba en silencio, los curiosos observaban atentos y serios, parecía que no querían interrumpir. Entre ese silencio se escuchaba el sonido de un borboteo de agua, del viento, del mar, sonidos de la tierra para que el ritual no perdiera su aspecto tradicional y de comunión con la naturaleza.

Al terminar la ceremonia, poco a poco las personas se fueron dispersando, tranquilas y calladas, tal vez pensando en sus seres queridos, tal vez, sintiéndose liberados.

El día dos de noviembre fue motivo para recordar, fue motivo de reunión.

Más allá de ideologías, este Ritual Colectivo fue ejemplo de cultura, tradición y memoria.

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