Parecía una noche como cualquier otra; el cielo despejado permitía ver cuanta estrella se mostrara en el firmamento. Había sido una noche común y corriente, como las que han ocurrido en la Tierra desde hace millones de años, hasta el momento en que aquello sucedió.

En un punto del cielo nocturno había aparecido de pronto un brillante rectángulo rojo de tamaño suficientemente grande para ser detectado a simple vista desde el suelo. Era un fenómeno desconcertante y novedoso para la humanidad. Cada vez más gente comenzaba a notarlo e inmediatamente corría hacia sus televisores para saber si había ya noticias al respecto, pero sólo encontraban la misma incertidumbre en los medios de comunicación; inclusive Google y Wikipedia, los oráculos modernos, carecían de cualquier posible explicación. Era un asunto alarmante.

Había reportes de la visión del fenómeno en Alaska, Canadá y Estados Unidos así como en Centro y Sudamérica; lo que implicaba que eran dos rectángulos rojos, uno visible en el hemisferio norte y otro visible en el hemisferio sur; es decir, sólo desde la cara de la Tierra en penumbra se podía ver aquel fenómeno. Hubo caos vial en muchas ciudades del continente, accidentes, heridos, saqueos e inclusive algunos muertos, principalmente en Estados Unidos, donde se corría el rumor de que el día del Juicio Final había comenzado. Fue una noche larguísima para el continente americano.

Por la mañana los rectángulos habían desaparecido, al menos en esa zona del planeta. Ahora en Asia, África, Europa y Oceanía, donde la noche se estaba manifestando, comenzaban a aparecer. Aquello se había convertido en un asunto de índole internacional. Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea, inclusive el programa espacial Chino y el Japonés, fueron invadidos por la prensa mundial y acosados con preguntas sobre si era un tipo de proyecto nuevo, o si era la primera señal de vida extraterrestre o si tenía que ver con la tercera guerra mundial, etc. Sin embargo, ninguna de las instituciones se adjudicó el evento. Estaban tan sorprendidas como el resto de la población. Sólo la NASA se atrevió a decir que no había nada que temer y que el mundo debía guardar calma, ya que seguramente pronto se encontraría la explicación científica y racional del novedoso fenómeno.

En el continente americano se aguardaba con nerviosismo la siguiente noche; también del otro lado del planeta había un estado de alerta. Las televisoras del mundo transmitían las 24 horas ante cualquier novedad. Algunas personas no habían dormido la noche de la aparición de los rectángulos rojos ni habían ido a su trabajo al día siguiente; de hecho, no se habían apartado de su televisión en todo ese tiempo.

La noche comenzaba a llegar, mas no así las nuevas luces celestes, fue hasta bien entrada la noche en el continente que los rectángulos reaparecieron. Pero nada más ocurría. Después de una hora sin novedades, y cuando mucha gente se disponía a descansar, algo comenzó a pasarle a aquellos paralelogramos intergalácticos: comenzaron a aparecer una serie de símbolos extraños sobre la superficie de aquellas figuras geométricas; se formaban lentamente y, a pesar de que eran en ese momento indescifrables, eran muy notorios dado que su tono blanco contrastaba con el fondo rojo de los cuadriláteros en ambos hemisferios, norte y sur. La aparición de los símbolos tardó una hora aproximadamente.

Universidades de varios países se dieron a la tarea de analizarlos pero nadie podía descifrarlos. Algo similar ocurrió ahora en los rectángulos nocturnos de la otra mitad de la Tierra, pero los símbolos no eran los mismos, el patrón era diferente.

El ejército estadounidense comenzó la movilización de sus tropas como una medida de seguridad ante algún posible atentado terrorista terrestre o “extraterrestre”, ya que consideró aquellos símbolos como algún tipo de mensaje en clave para “alguien o algo”.

Los rectángulos rojos continuaron apareciendo un par de noches más hasta que un grupo de jóvenes universitarios japoneses dieron a conocer el significado de aquellos signos. El descubrimiento fue impactante y, para muchos, inimaginable. Resultó que mientras esos muchachos nipones jugaban a analizar las imágenes de los rectángulos con algunos programas computacionales de edición de imagen, se dieron cuenta que al sobreponerlas mostraban perfectamente algo bien reconocido por millones de personas en el mundo: Coca-Cola.

Sería difícil describir la conmoción que sufrió la humanidad ese día. El monstruo refresquero reconoció y aplaudió la astucia de los jóvenes japoneses, y también admitió que aquello había sido parte de su campaña publicitaria multimillonaria que marcaba una nueva era en mercadotecnia: publicidad espacial. Durante los días siguientes se fue explicando (en programas especiales del Discovery Channel) el complejo ensamblado tecnológico que requirieron para generar aquellas figuras holográficas celestes. Por otro lado, se llevaron a cabo varios juicios contra la empresa que, finalmente, poco le afectaron puesto que no había leyes en ninguna parte que sancionaran ese tipo de acciones en específico.

Éste es el relato del primer anuncio publicitario espacial. A partir de entonces el cielo nocturno del planeta Tierra, que durante millones de años dejara ver sólo las estrellas y otros planetas, fue “adornado” con varios y diversos anuncios. El cielo estrellado, fuente de inspiración de los poetas, que durante tanto tiempo pareció estar exento de la mano del hombre, finalmente había sido mancillado.

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