Sor Juana Inés de la Cruz, por Juan de Miranda (convento de Santa Paula, Sevilla)

Sor Juana Inés de la Cruz, por Juan de Miranda (convento de Santa Paula, Sevilla)


Sor Juana Inés de la Cruz, Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació el 12 de noviembre de 1651, en San Miguel Nepantla , y falleció el 17 de abril de 1695 en la Ciudad de México.

Religiosa y poetisa mexicana del siglo XVII, fue la principal figura de las letras en Hispanoamérica durante ese siglo. Su obra, que va de lo religioso a lo profano, ha sido reeditada en numerosas ocasiones a pesar de la polémica que provocó en vida de la autora y posteriormente. Su obra volvió a tomar auge en el siglo XX y a partir del trabajo extraordinario de Alfonso Méndez Plancarte -quien en 1951 inició la publicación de sus Obras Completas -se incrementó el interés en sus trabajos.

Por su trabajo la llamaron «La Décima Musa»

Su obra más conocida “Hombres necios”, ha sido discutida ampliamente en torno al feminismo que se le atribuye. En ella se contiene el verso de:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis

(El poema completo lo puede leer en http://bit.ly/1M89EYZ)

Octavio Paz, en su libro sobre la poetisa “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe” (México: FCE, 1982, págs. 399-400) apunta sobre este poema:

“El poema fue una ruptura histórica y un comienzo, por primera vez en la historia de nuestra literatura una mujer habla en nombre propio, defiende a su sexo y, gracias a su inteligencia, usando las mismas armas que sus detractores, acusa a los hombres de los mismos vicios que ellos achacan a las mujeres. En esto Sor Juana se adelanta a su tiempo: no hay nada parecido, en el siglo XVII, en la literatura femenina de Francia, Italia e Inglaterra”

Sor Juana Inés cultivó la lírica y el teatro, así como la prosa. Algunos estudiosos de su vida opinan que sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales. «Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros».

Fue la menor de tres hermanas —María, Josefa y Juana Inés— fruto de una unión informal de Pedro Manuel de Asbaje y Vargas-Machuca e Isabel Ramírez de Santillana.

Se dice que aprendió a leer y escribir a los tres años junto a su hermana mayor y a escondidas de su madre. Rápidamente se aficionó a la lectura y leyó los clásicos griegos y romanos y la teología de aquellos años. A los ocho años, entre 1657 y 1659, ganó un libro por una loa compuesta en honor al Santísimo Sacramento. Su afán de saber era tal que intentó convencer a su madre de que la enviase a la Universidad disfrazada de hombre, puesto que las mujeres no podían acceder a ésta. Se dice que al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su propio cabello si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese cubierta de hermosuras si carecía de ideas.

A los catorce años ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, donde fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo, quien admirada por su talento y precocidad, se convirtió en su primera y una de sus más importantes mecenas. Durante ese período la niña desarrolló su intelecto entre eruditos de la corte. En 1667, a propuesta del padre Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, al saber que la joven no deseaba casarse, ingresa en un convento de Monjas Carmelitas Descalzas y permanece en el durante cuatro meses, para abandonarlo por problemas de salud.

Posteriormente la joven ingresó en la Orden de San Jerónimo, donde la disciplina era algo más relajada que en la orden anterior, y tenía una celda de dos pisos y sirvientas. Permanecería allí por el resto de su vida.

Entre 1671 y 1672 enfermó gravemente de tifo, lo que casi le cuesta la vida. En 1674 sufre otro golpe: el virrey de Mancera y su esposa son relevados de su cargo y en Tepeaca, durante el trayecto a Veracruz, fallece Leonor de Carreto. A ella dedicó Sor Juana varias elegías, entre las que destaca «De la beldad de Laura enamorados», seudónimo de la virreina.

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.

En su celda también realizó experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

Su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, le reprochaba que se ocupara tanto de temas mundanos, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste. Bajo la protección de la marquesa de la Laguna, decidió rechazarlo como confesor.

Entre 1690 y 1691 se vio involucrada en una disputa teológica a raíz de una crítica privada que realizó sobre un sermón del muy conocido predicador jesuita António Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz bajo el título de Carta Atenagórica y la prologó con el seudónimo de Sor Filotea, recomendándole que dejara de dedicarse a las «humanas letras» y se dedicase en cambio a las divinas, de las cuales, según el obispo de Puebla, sacaría mayor provecho. Esto provocó la reacción de la poetisa a través del escrito Respuesta a Sor Filotea, donde hace una encendida defensa de su labor intelectual y en la que reclamaba los derechos de la mujer a la educación.

Últimos años

El la última etapa de su vida, Sor Juana vio como se había quedado sin amigos y protectores, muertos todos. Hacia 1693 dejó de escribir para dedicarse más a las labores religiosas y en 1694 renueva sus votos. Al parecer la Carta Atenagórica había hecho mella en su espíritu y una de sus frases más celebres ha sido «yo, la peor del mundo», que dejó estampada en el libro del convento.

A principios de 1695 se desató una epidemia que causó estragos en toda la capital, pero especialmente en el Convento de San Jerónimo. De cada diez religiosas enfermas, nueve morían. El 17 de febrero falleció Núñez de Miranda. Sor Juana cae enferma poco tiempo más tarde, pues colaboraba cuidando a las monjas enfermas. A las cuatro de la mañana del 17 de abril, cuando tenía cuarenta y tres años, murió Juana Inés de Asbaje Ramírez.

Fue enterrada en el coro bajo de la iglesia de San Jerónimo, aunque durante mucho tiempo se desconoció el paradero de su tumba. En 1978, durante unas excavaciones rutinarias en el centro de la Ciudad de México, se hallaron sus supuestos restos, a lo que se dio gran publicidad. Se realizaron varios eventos en torno al descubrimiento, aunque nunca pudo corroborarse su autenticidad. Actualmente se encuentran en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

En la poesía de sor Juana hay numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos), entre las que destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con «Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba…» y «Detente, sombra de mi bien esquivo…». También abunda en ella la temática mística, en la que una fervorosa espiritualidad se combina con la hondura de su pensamiento, tal como sucede en el caso de «A la asunción», delicada pieza lírica en honor a la Virgen María.

Mención aparte merece Primero sueño, poema de casi mil versos escritos a la manera gongorina en el que sor Juana describe, de forma simbólica, el impulso del conocimiento humano que rebasa las barreras físicas y temporales para convertirse en un ejercicio de puro y libre goce intelectual. El trabajo poético de la monja se completa con varios hermosos villancicos que en su época gozaron de mucha popularidad.

En el terreno de la dramaturgia escribió dieciocho loas, dos sainetes (lLos empeños de una casa, y Amor es más laberinto), un sarao o fin de fiesta, así como tres autos sacramentales: El divino Narciso, San Hermenegildo y El cetro de San José. Aunque la influencia de Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos, la claridad y belleza del desarrollo posee un acento muy personal.

La prosa de la autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta parte de su obra se encuentra formada por textos devotos como la célebre Carta athenagórica (1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), escrita para contestar a la exhortación que le hiciera firmando con ese seudónimo el obispo de Puebla para que frenara su desarrollo intelectual. Esta última constituye una fuente de primera mano que permite conocer no sólo detalles interesantes sobre su vida, sino que también revela aspectos de su perfil psicológico. En ese texto hay mucha información relacionada con su capacidad intelectual y con lo que el filósofo Ramón Xirau llamó su «excepcionalísima apetencia de saber», aspecto que la llevó a interesarse también por la ciencia, como lo prueba el hecho de que en su celda, junto con sus libros e instrumentos musicales, había también mapas y aparatos científicos.Retrato de Juana de Asbaje en 1666, a los quince años de edad

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