“Si un instrumento tan poderoso como la televisión iniciara un giro, por leve que fuera, hacia un revolución simbólica, les aseguro que no tardarían en cortarle las alas”[1], advierte Pierre Bourdieu.

En su libro Sobre la televisión, el sociólogo francés afirma que, la “caja idiota”, como le llamaría tiempo después Giovani Sartori a este medio de comunicación, mantiene un conservadurismo que impide trastornar las estructuras mentales; es decir, cambiar la manera de ver y de pensar.

Por lo tanto, los contenidos que proyecta incentivan una cultura banal, que permite mantener al hombre en su pasividad, ya que su único objetivo es incrementar su audiencia gracias a un ser que observe, pero sea incapaz de pensar, analizar y cuestionar lo que ve.

Las cadenas televisivas, dice Bourdieu, han acumulado un conjunto de poderes específicos que les permite manejar el paisaje audiovisual, esto, en beneficio de los poderes fácticos que gobiernan a cada país[2].

Con esta visión coincidió el mexicano Heriberto Yépez en su obra Contra la televisión, en la que relaciona el estado psicohistórico de los mexicanos y la formación de su cultura popular-mediática, con el consumo de programas televisivos. “Esto puede gozarse diariamente en la programación —especialmente cómica— de la bidictadura televisiva que nos gobierna (en referencia al duopolio en México que conforman Televisa y Tv Azteca)”, detalla  Ariel Ruiz Mondragón en un artículo sobre este libro para la Revista Replicante[3].  

“La televisión puede hacer que una noche, ante el telediario de las ocho, se reúna más gente que la que compra todos los diarios franceses de la mañana y de la tarde juntos. Si un medio de esas características suministra una información para todos los gustos, sin asperezas, homogenizada, cabe imaginar los efectos políticos y culturales que de ello pueden resultar”[4], reflexiona Pierre Bourdie.

Sin embargo, advierte que el interés por mantener su audiencia y generar recursos, como tiene por objeto toda empresa, la limita a actuar como un medio de formación inteligente y, por el contrario, fomenta una cultura de poca, o nula, evolución.

“Es una ley que se conoce a la perfección: cuanto más amplio es el público que un medio de comunicación pretende alcanzar, más ha de limar sus asperezas, más ha de evitar todo lo que pueda dividir, excluir”.

Es por eso que, asegura Bourdieu, los actores en la TV “se han convertido, sin tener que esforzarse demasiado, en solapados directores espirituales, portadores de una moral típicamente pequeñoburguesa, que dice ‘lo que hay que pensar’ de lo que ellos llaman ‘los problemas de la sociedad’…Están al servicio, y de forma cada vez más servil, de los valores establecidos”.

En una entrevista con La Jornada, el escritor italiano Giovani Sartori, premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, dijo que “como la televisión -desde su punto de vista-, es el medio de comunicación más importante, el más eficaz, el que integra un público más vasto, ahora más que nunca resulta decisivo también para la cultura, lo mismo que para la información y la política[5].

“En sus inicios, en los años 50, no se esperaba esta potencia del medio, nadie lo había previsto. Sin embargo, ahora es el instrumento usado no sólo con fines negativos, también como beneficio, como el árbol de la ciencia que produce el bien y el mal”.

Aunque en su famoso ensayo El Homo Videms: la sociedad teledirigida, Sartori se refiere a un hombre que ha dejado de ser pensante para convertirse en un consumidor de contenidos mediáticos, afirma que puede revertirse el deterioro mental que la televisión produce y, a través de sus mensajes, convertir al humano en un conocedor de la realidad, con un alto nivel intelectual.  

“Cuando digo que la televisión es un desastre, que produce un animal mentalmente empobrecido, esto debe tomarse como alerta para combatirla. Se puede y se debe hacer, no es una cuestión de audiencia, es una cuestión moral.

“Tenemos que buscar la manera de hacer una televisión que sirva para educar a los hombres. Es mi augurio»[6].



[1] Pierre Bourdieu, 1996. Editorial Anagrama, S.A. 1997, Barcelona. Pág. 64

[2] Ibídem Pág 67

[3] http://revistareplicante.com/la-sociedad-de-la-informacion-el-lado-oscuro-de-los-medios/

[4] Pierre Bourdieu, 1996. Editorial Anagrama, S.A. 1997, Barcelona. Pág. 69

[5] http://www.jornada.unam.mx/2005/11/15/index.php?section=cultura&article=a05n1cul

[6] Ibídem

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