Ni con luna llena nacen más niños, ni los gatos siempre caen de pie, ni Albert Einstein ganó el Premio Nobel por su teoría de la relatividad.

 

Resulta increíble la cantidad de cosas que damos por sentadas en nuestra vida diaria, sin plantearnos nunca su veracidad, a pesar de las dudas razonables que puedan despertar. Y es que, sin ser conscientes de ello, estamos rodeados de miles de mitos, arraigados con fuerza en el imaginario colectivo y que distan mucho de corresponder a la realidad.

El doctor en biología e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, Daniel Closa i Autet, se encarga de desbaratar varias de estas falsas creencias en su libro «100 mitos de la ciencia», una obra que, como su nombre indica, recoge un centenar de supuestas teorías y hechos de carácter científico, que no son más que bulos, la mayoría de ellos sin ninguna base.

Así, según el autor, las uñas y el pelo de los muertos no crecen, a nadie se le puede aclarar el pelo tras un susto ni los hombres piensan en el sexo cada siete segundos. Y como demuestra en su libro, en la mayoría de ocasiones no hace falta ser un estudioso de la ciencia para desmontar mitos, sino, simplemente, sentarse a pensar y a razonar las cosas.

El cuerpo humano está rodeado de mitos. Por ejemplo, existe la creencia de que el pelo de las personas sigue creciendo después de muertas. Una convicción inspirada en el hecho de que, tras exhumar un cadáver, el cabello siempre parece más largo de lo que aquella persona lo tuvo en vida. Lo mismo pasa con las uñas.

Sin embargo, como explica Closa i Autet, ni las uñas ni el pelo han incrementado su longitud. Lo que ha ocurrido es que el cuerpo ha perdido agua y, por consiguiente, volumen, lo que deja al descubierto más pelo, y una porción de las uñas que permanecía oculta por la carne.

Y hablando de cabello, ningún disgusto puede aclararlo, aunque muchas personas afirmen haber observado este fenómeno. Lo que realmente han visto es una caída de cabello causada por una situación traumática, que ha dejado al descubierto las canas, las cuales son más resistentes que el pelo con pigmento.

Asimismo, existen diversas leyendas en torno al cerebro y la mente. Una muy común consiste en creer que sólo usamos el 10% de nuestro cerebro, una afirmación gratuita ya que, cuando se mide con aparatos la actividad cerebral, se observa que todas las zonas funcionan. Igualmente, no es posible aprender nada mientras dormimos, por mucho que Aldus Huxley insistiera en ello en «Un Mundo feliz», y los hombres no piensan en sexo cada siete segundos, porque no existe tecnología alguna que pueda confirmarlo.

 

MITOS SOBRE LOS ANIMALES.

 

Los mitos también alcanzan al mundo animal. De este modo, es absolutamente falso que las avestruces entierren la cabeza en la tierra -en ocasiones, la ocultan entre sus plumas-, o que los gatos siempre caigan de pie ya que, como habrá observado el dueño de una de estas mascotas, en las distancias cortas pueden caer de lado o de espaldas.

Siguiendo con las mascotas, quien tenga peces se habrá percatado de que su memoria no dura pocos segundos, por cómo reaccionan en busca de comida cuando se abre la tapa del acuario, lo que significa que poseen la capacidad de aprendizaje. Otra creencia común atañe a los camellos, que no acumulan agua en la joroba, sino grasa.

En cuanto a las serpientes, aunque realmente lo parezca, estas nunca reaccionan al sonido de la flauta de un encantador, sino únicamente al movimiento que realiza la persona, ya que son sordas.

 

MITOS SOBRE NUESTRO PLANETA.

 

El agua del fregadero o del inodoro no gira en un sentido u otro según el hemisferio en el que nos encontremos. Aunque lo hemos visto en cientos de películas, se trata de una falsedad, como destaca el autor.

Sin embargo, este mito sí que posee una base científica, asociada a la llamada fuerza de Coriolis, un fenómeno real que sólo es apreciable cuando las distancias recorridas implican cientos de metros. Así, los remolinos y huracanes giran en sentidos inversos según el hemisferio, pero este efecto jamás puede observarse en la bañera de casa.

Otro mito muy común consiste en creer que, durante el verano, nuestro planeta está más cerca del sol que en invierno, algo que, como recuerda el autor, incluso algunos maestros enseñan en la escuela. Sólo hay que detenerse un momento a pensar, para tirar por tierra esta creencia. Y es que, si esto fuera cierto ¿cómo es posible que, mientras es verano en un hemisferio, sea invierno en el otro?.

Asimismo, el color añil no existe ni el arco iris posee siete tonalidades, sino todas las posibles. Por otro lado, el ciclo del agua es en parte mentira, ya que tendemos a creer que el agua siempre es la misma, discurriendo por todo el planeta, cuando, realmente, las plantas destruyen parte de la misma durante la fotosíntesis.

Y aunque Mao insistiera en ello, por mucho que todos los chinos salten a la vez, jamás alterarían la órbita terrestre, ya que, para modificar la trayectoria de nuestro planeta, sería necesaria una fuerza proveniente del espacio, y los habitantes de China forman parte de la Tierra.   Carlos Palencia. Efe Reportajes.

Los comentarios están cerrados.