La última oración de los mártires cristianos, Jean Léon Gérôme, 1883- Museo Walters, Baltimore, EEUU

La última oración de los mártires cristianos, Jean Léon Gérôme, 1883- Museo Walters, Baltimore, EEUU


Con el ascenso al trono del Emperador Cayo Aurelio Valerio Diocleciano se inicia una nueva era en el conteo del tiempo: La «Era Diocleciano» o la «Era de los Mártires«, denominada así por la feroz persecución que hizo a los cristianos.

La numeración del tiempo a partir de esta fecha fue iniciada por los cristianos coptos de Egipto y Alejandría durante el siglo IV y V. Los cristianos occidentales se enteraron de él pero casi no lo usaron.

La Era de los Mártires inicia el 29 de agosto del 284, cuando se considera que Diocleciano llegó al poder y se le dio su primer nombre el de la “Era Diocleciano”.

La persecución de Diocleciano a los cristianos se dio porque la nueva religión rompía la unidad que el imperio romano necesitaba para continuar.

Desde el siglo VII tomó también el nombre de Era de los mártires. Se difundió desde Egipto hasta incluso Milán (existe una carta de Ambrosio de Milán donde se atestigua su uso).

Cuando Dionisio el Exiguo continuó estas tablas por otros 95 años, reemplazó la era diocleciana por la era cristiana o anno domini porque no deseaba continuar el recuerdo de un tirano que había perseguido a los cristianos. La era cristiana llegó a prevalecer en el occidente latino pero no fue usado en el Este griego hasta los tiempos modernos.

Para conocer el año correspondiente según la era cristiana basta con sumar al año de la era diocleciana 284, aunque hay que tener en cuenta que en los distintos calendarios el año empieza en fechas diferentes.

La persecución de Diocleciano

La persecución a los cristianos comenzó prácticamente en el 299, después de la guerra contra Persia, cuando Dioclecinao y su coemperador Galerio volvieron a Antioquía, donde durante una ceremonia de sacrificio y adivinación, los arúspices (adivinos etruscos) fueron incapaces de leer las entrañas de los animales sacrificados y culparon a los cristianos de la corte imperial.

Los emperadores ordenaron que todos los miembros de la corte realizaran un sacrificio para purificar el palacio. También se enviaron cartas a los mandos militares en los que exigía que todo el ejército realizará los sacrificios requeridos bajo pena de ser licenciados. Diocleciano era conservador en cuestiones religiosas, un hombre fiel al tradicional panteón romano que entendía la necesidad de la purificación religiosa.

Después de esto comenzó a perseguir a los adoradores del “maniqueísmo” una religión iniciada en Persia, lo que incluía las razones políticas de la última guerra, acusándolos de corromper la moral romana y su oposición inherente a las tradiciones religiosas antiguas. El acto también fue para apropiarse de las propiedades de los maniqueos, a los cuales ordenó quemar vivos junto con sus esculturas, pero después cambió la sentencia por ser pasados a espada a los de baja condición económica y el ser enviados a trabajos forzados a las clases altas.

Después seguirían los cristianos.

El 23 de febrero de 303 Diocleciano ordenó que la recién construida iglesia de Nicomedia fuera arrasada. Exigió que se quemaran sus escrituras y que se requisara todo lo de valor para el tesoro imperial. Al día siguiente Diocleciano promulgó su primer «Edicto contra los cristianos». En él, Diocleciano ordenó la destrucción de las escrituras cristianas y de sus lugares de culto a lo largo del Imperio, prohibiendo a los cristianos reunirse para celebrar los actos litúrgicos. Antes de acabar el mes de febrero, un incendio destruyó parte del palacio imperial y Galerio convenció a Diocleciano de que los culpables habían sido los cristianos, que habían conspirado junto con los eunucos de palacio. Se puso en marcha una investigación y se realizaron diversas ejecuciones, que se prolongaron al menos hasta el 24 de abril, fecha en la que fueron decapitadas seis personas entre las que se encontraba el obispo Antimo. Se produjo un segundo incendio dieciséis días después del primero, y Galerio partió de la ciudad hacia Roma, declarando que Nicomedia no era segura. Diocleciano le seguiría poco después.

Uno de los suplicios más horribles lo sufrió Pedro, que era chambelán de Diocleciano, a quién se asó vivo en unas parrillas, en que, para alargar sus sufrimiento, se le iban colocando poco a poco cada uno de sus miembros al fuego. En Gaza, Timoteo fue quemado a «fuego lento». En el año 309 el emperador Galerio inventó una nueva forma de quemar a fuego lento a los cristianos, que consistía en echarles de tiempo en tiempo agua al rostro, o en hacérsela beber, para que no muriesen tan pronto, con lo que el martirio duraba en ocasiones un día entero.

Fue la época en la que a los cristianos se les arrojaba a las fieras en el Circo Romano, frente a una turba, lo cual se hacia normalmente en un día de feria.

De dos maneras se realizó este sacrificio:

1)      En grupos echados colectiva y gregariamente al redondel del Circo con plena libertad de movimientos y contra los cuales soltaban las fieras para que los devorasen.

2)      Individual o colectivamente también, pero con las víctimas atadas a un poste o a un palo, sin posibilidad de huir ni de luchar.

También se aplicó el suplicio de la crucifixión, considerado por los romanos como infame y para que muriesen de la misma forma que Jesucristo.

Paradójicamente, la persecución en lugar de disminuir la adopción del cristianismo la alentó, al grado de que unos 25 años después del comienzo de las persecuciones Constantino sería el único emperador y el cristianismo se convertiría en la religión del imperio.

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