Miles de talleres de costura diseminados en la capital de Sao Paulo, en Brasil, donde trabajan costureros y costureras bolivianos en condiciones laborales de desigualdad, son los que surten a la industria brasileña de la moda.

Miles de talleres de costura diseminados en la capital de Sao Paulo, en Brasil, donde trabajan costureros y costureras bolivianos en condiciones laborales de desigualdad, son los que surten a la industria brasileña de la moda.


Los acuerdos laborales entre talleristas y costureros andino-bolivianos rayan en los límites de la esclavitud, ya que se dan en el marco de una relación desigual y ponen en tela de juicio la imagen del trabajador migrante esclavo diseminada desde fuera de los talleres, establece entre sus conclusiones Bruno Felipe de Souza e Miranda, luego de estudiar dos talleres de costura, uno en el barrio Vila María y otro en el de Bom Retiro, en la capital de Sao Paulo, Brasil.

 

La investigación que realizó De Souza e Miranda aporta a la comprensión del mecanismo que ha provocado que familias e individuos bolivianos circulen entre Los Andes y Sao Paulo a lo largo de más de dos décadas para trabajar en la costura de la industria de la moda brasileña. Según organizaciones no gubernamentales locales, son más de 14 mil talleres en la zona metropolitana paulista los encargados del suministro de ropa a los circuitos populares de fast-fashion.

 

La problemática, de aspectos relativos al consentimiento de estos sujetos migrantes, revela la otra cara de una movilidad humana caracterizada en la esfera pública como trabajo esclavo. “Ahí reside la complejidad del estudio, en la propia consideración del nivel actoral de los costureros y las costureras en su circulación migratoria, todavía bajo condiciones de trabajo no específicamente libres. De esta forma, la etnografía realizada proyecta ciertos elementos de la relación laboral entre los empleadores y los empleados, que permiten establecer los ‘límites de esclavitud’ dentro de los talleres de costura con migrantes bolivianos”, describió el investigador.

 

Bruno Felipe de Souza e Miranda no solo estudió este fenómeno migratorio y laboral, también lo vivió al  trabajar en calidad de ayudante de costurero en el barrio de Bom Retiro, donde observó la delgada línea que separa una relación coercitiva de otra consentida en el enganche; es decir, en el momento del establecimiento del acuerdo inicial, que implica la aclaración o no de las condiciones de trabajo, del pago promedio por prenda y del monto de la deuda referente del traslado a Brasil, es un ejemplo de los factores que habían estado invisibilizados en otros estudios y que requieren tener seguimiento con esta aproximación metodológica.

 

La oferta de techo, cama y comida que hace el tallerista abre paso a ciertos niveles de coerción (expresados en elementos no-libres de trabajo), pero también a determinados niveles de consentimiento por parte del costurero. El análisis de la compleja trama de acuerdos que sustentan el traslado — a través de un territorio que abarca a Los Andes, Paraguay y a localidades fronterizas de Brasil—, la inserción y la circulación de los costureros bolivianos, “deshilacha el sentido común” para luego “confeccionar un marco de institucionalidades definidoras de los límites de la esclavitud”, detalla en científico social en su trabajo de tesis.

 

De Souza e Miranda, investigador del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional Autónoma de México, uno de los cuatro ganadores de Premios de la Academia Mexicana de Ciencias a las mejores tesis en Ciencias Sociales y Humanidades 2016, sostuvo en entrevista que, dados los estrechos márgenes de autonomía en la confección de prendas, así como la repetición de la misma dinámica productiva de un taller a otro — prácticamente sin cambios—, los mayores márgenes de acción del migrante están en el ámbito circulatorio.

 

El mecanismo de “contratación a distancia”, por ejemplo, vincula al futuro costurero con su futuro tallerista por deuda antes de emprender el cruce por el territorio circulatorio. Esto implica, por lo menos, la aceptación del sujeto migrante de tres componentes (techo, cama y comida), que en los hechos implica que el sujeto migrante se traslada sabiendo que va a trabajar largas jornadas y a vivir con su empleador y su familia.

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