Mujeres en el cambio social en el Siglo XX mexicano


En un contexto donde la histografía de la Revolución Mexicana está centralizada en la participación de la figura masculina, fue galardonado el libro “Mujeres en el cambio social en el Siglo XX mexicano”, que analiza el papel poco conocido que tuvieron cinco mujeres en este periodo histórico de México.

Se trata de Belén de Sárraga (1872-1950), Atala Apodaca (1884-1977), María Arcelia Díaz (1896-1939), Gudalupe Martínez Villanueva (1906-2002) y  Guadalupe Urzúa Flores (1912-2004) quienes, a decir de la autora, María Teresa Fernández Aceves “transformaron las configuraciones sociales de feminidad, masculinidad, política y ciudadanía en el siglo XX mexicano.”

En la obra, -que el pasado 13 de noviembre fue acreedora al Premio Francisco Javier Clavijero a la mejor investigación en la categoría de Historia y Etnohistoria otorgado en  el marco de los Premios INAH 2015- se narra cómo estos cinco personajes femeninos formaron parte de dos generaciones culturales que interactuaron entre sí y participaron en la Revolución mexicana, en el proceso revolucionario de la construcción de un nuevo Estado, en la consolidación de instituciones corporativas estatales y en la política contestataria y disidente de finales de la década de 1940.

Mujeres anticlericales

Se pone especial atención en el trabajo que realizaron de Sárraga, Apodaca, y Díaz en su proyecto de emancipación de la mujer del control de la Iglesia católica.

Refiere que de Sárraga fue una española anticlerical, feminista, librepensadora, masona, obrerista, pacifista y antifascista, cuya postura esencial era “la emancipación de la mujer y la humanidad hacia la libertad del pensamiento inteligente”.

Incluso, la historiadora comenta que este personaje histórico no tenía empacho en acusar a la Iglesia católica de las condiciones en que vivía el país, ya que el tipo de educación que impartía no permitía la libertad del pensamiento: “El clero sólo fomentaba el fanatismo de las masas y esclavizaba a las mujeres”, refiere sobre la postura de de Sárraga.

De Apodaca resalta que, además de una excelente oradora, fue una profesora que rompió con el estereotipo liberal que veía a las mujeres como católicas pasivas en contra del progreso, “que promovió una nueva identidad feminista, anticlerical, revolucionaria y política”.

Tal postura llevó a que tres sacerdotes le escribieran en 1913 al arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, en estos términos: “…que la Santa Atala Apodaca está minando el edificio social católico, denigrando con descaro las enseñanzas de Cristo hijo de Dios; por lo mismo es preciso que Vuestra Excelencia ya ponga el hasta aquí a esa mujer corrompida en el alma, y tal vez en el cuerpo, cuya corrupción es menos todavía”:

Señala que la principal aportación de María Arcelia Díaz fue que, junto a los dos personajes femeninos anteriores, “formó parte de una generación de mujeres que se integraron al proceso revolucionario, al conflicto entre la Iglesia y el Estado, al movimiento obrero organizado  y al incipiente movimiento feminista para demandar y especificar cuáles eran sus percepciones de lo que tenían ser las mujeres, su papel en la política y los derechos femeninos, tanto civiles, sociales, económicos y políticos”.

En su descripción de la formación del cacicazgo sindical de Heliodoro Hernández Loza y su esposa Guadalupe Martínez tenemos uno de los análisis más destacados de esta forma crítica de la organización política en el México posrevolucionario. Y el único estudio que toma en serio la noción de género.

Fernández Aceves contrasta este cacicazgo con el papel de gestora en la carrera política de Guadalupe Urzúa Flores, quien usó muy hábilmente el nuevo derecho de la mujer para votar y participar en la política después de 1953.  Como gestora Urzúa Flores ayudó a poner en marcha una política social que beneficiaba a campesinos, mujeres, enfermos y pobres en los años 40, 60, y 60.

Las cinco biografías políticas muestran cómo la Revolución Mexicana, la desigualdad social, la explotación, la pobreza y la violencia las sensibilizó por los “otros”, los desposeídos, los explotados y las mujeres víctimas de la opresión. Cada una de ellas empezó organizando asociaciones mixtas, y después sólo femeninas, para pugnar por la educación laica, los derechos agrarios, civiles, laborales y políticos. Sus luchas se enfocaron en la defensa de grupos subalternos (hombres y mujeres del campesinado, la clase trabajadora y mujeres en general) para brindarles educación, derechos laborales, ejidos, carreteras, hospitales y vivienda.

María Teresa Fernández Aceves concluye que cada uno de los personajes estudiados, pugnaron por la emancipación de la mujer, la educación cívica, sus derechos; apoyaron el combate del Estado en contra de la Iglesia católica, y contribuyeron al surgimiento de importantes movimientos feministas y obreros, que lograron un creciente acceso a la educación y al mercado laboral.

Las cinco mujeres biografiadas no destruyeron el patriarcado, pero abrieron nuevos espacios y derechos para las mujeres dentro de las estructuras de un Estado autoritario y corporativo.

“Mujeres en el cambio social en el Siglo XX mexicano”, es un libro coeditado por Siglo Veintiuno Editores, y CIESAS, cuya lectura se hace obligada no solo en el marco del 105 aniversario de la Revolución Mexicana, sino para hacer justicia a las aportaciones poco conocidas de estas mujeres, que alteraron y desestabilizaron el orden patriarcal de ese momento histórico mexicano.

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