Cinthia Mena Durán, la ciencia a pesar de todo

Localidad de Pebá, Yucatán. / CONACYT


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Tener 15 años, estar lejos de tu familia y trabajar haciendo la limpieza en casas para pagar tus gastos; sufrir discriminación debido a tu género, color de piel, a tu condición económica. Esa es la historia de muchas mujeres indígenas en el país y es la historia de Cinthia Mena Durán, que en 2014 se graduó del doctorado en el Green Chemistry Centre ofExcellence, en York, Inglaterra.

Cinthia proviene de una comunidad maya llamada Pebá, en Yucatán. A principios de la década de 1990, Pebá solo contaba con una caseta telefónica para toda la comunidad y la primaria sumaba tan solo 30 niños repartidos en todos los grados. Hoy la cifra se acerca difícilmente a 50.

En clase, Cinthia pronto destacó por su capacidad de trabajo y aprendizaje. Su maestro, Raúl Berzunza Castilla, le dijo en una ocasión: «Tú eres una estrellita y a donde vayas, darás luz». Esta es su historia.

Derribando obstáculos desde niña

Para estudiar la secundaria, Cinthia tenía que viajar en bicicleta hasta el camino donde pasaba el autobús que llegaba a la escuela más cercana, en Muna. Finalmente una maestra de la secundaria le permitió quedarse en su casa para que no tuviera que realizar el cansado trayecto. La historia se repitió cuando entró a la preparatoria en Mérida. Pero en esta ocasión eran necesarios dos autobuses; por lo que el costo del transporte se elevó demasiado, dificultando aún más la situación económica de sus padres.

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Cinthia Mena y su maestro Raúl.

 

Para costear su educación, Cinthia tuvo que conseguir un trabajo como niñera, haciendo limpieza y cocinando para una familia adinerada. Para Cinthia es una de las etapas más tristes de su vida. La familia la trataba de forma despectiva por ser parte de la servidumbre, por su origen humilde, por su color de piel. Incluso los niños, solapados por las figuras paternas, la discriminaban. «Esto me motivó más porque yo no quería quedarme así toda la vida. Mepropuse ser la mejor estudiante para tener una vida mejor», comenta.

Al finalizar el primer año de preparatoria, Cinthia ganó un reconocimiento por su desempeño académico. Era la venganza contra sus compañeros, quienes también la hacían sentir mal por venir de un pueblito. «Cuando regresé a Pebá para ver a mis papás, me encontré con el señor de la caseta telefónica y me dijo: ‘Te llamaron, tienes una entrevista en el periódico’. Tuve que regresar a Mérida ese mismo día. La primera pregunta que me hicieron fue si estaba becada, les expliqué que no, que tres veces había solicitado una beca pero no me la habían dado —hasta la fecha no sé porqué. Les conté que trabajaba de ‘muchacha’ y cuando el director de la prepa leyó la nota, por fin me otorgaron la beca».

Los padres de Cinthia no cuentan con estudios pero siempre apoyaron a su hija con su carrera académica. «Cuando pasé al segundo año de prepa no teníamos dinero para comprar mi libro de química. Costaba como 350 pesos. Mi papá, que es campesino, conocía al presidente municipal de Abalá, lo apoyó en su candidatura y se le ocurrió buscarlo para preguntarle si nos podía prestar el dinero. El presidente le respondió: ‘Para qué mandas a estudiar a tu hija, mejor que aprenda a cocinar y hacer la limpieza para atender a su marido. Además, si ella estudia, el que se va a beneficiar es su marido’. Al final, el abuelito de los niños que yo cuidaba me regaló el libro; con él siempre me llevé bien».

De esta forma comenzó a ganar aliados inesperados y su historia, llena de tristeza e indignación pero también de perseverancia y dedicación, se volvió cada vez más mediática. Un día, un hombre llamado Alfredo Buenfil apareció en su casa. Se enteró de ella a través del periódico. Para sorpresa de Cinthia y su familia, Alfredo se ofreció a pagar sus estudios de preparatoria, permitiendo que dejara de trabajar cuidando niños y haciendo limpieza. Cinthia, que le guarda un gran cariño, lo llama su «abuelito mágico» y hasta la fecha tiene contacto con él.

 

Apoyo del Conacyt

«En la prepa participé dos veces en las olimpiadas nacionales de química; y la segunda vez gané la medalla de oro, era la olimpiada nacional de química en Culiacán en 2003. Fui de la última generación olímpica becada por el Conacyt. Entonces con la beca pude estudiar la licenciatura en Química Industrial en el 2003».

A Cinthia siempre le apasionó la química. Cuando era niña soñaba con inventar un método para capturar el olor de las flores de su pueblo. Ya como adulto, durante la licenciatura, recibió diversos reconocimientos, los cuales le permitieron entrar inmediatamente a una maestría.

«Entré a estudiar la maestría en el Cinvestav y, a través de las Becas Mixtas del Conacyt, pude viajar a Inglaterra por primera vez. Siempre tuve la ‘cosquilla’ de ir al extranjero. Junto con mi supervisora armé un buen proyecto y me dieron cinco meses para ir a Inglaterra. Me gustó mucho. Allá conocí a un compañero mexicano que me dijo: ‘¿Por qué no aplicas para hacer el doctorado aquí en Inglaterra? Busca algo que te apasione y ven’ «.

En medio de la incredulidad de sus propios vecinos en Pebá, Cinthia regresó a México para armar el proyecto. «Mis papás decían en Pebá que yo estaba allá donde está la Reina, pero todos les decían que no era cierto, que seguro estaba embarazada».

A pesar de que el interés de Cinthia se centraba en la química del estado sólido, una charla en el Colegio de México impartida por Eusebio Juaristi le abrió el panorama. «Habló de la química verde, que se centra en el diseño de productos y procesos químicos que reduzcan el uso de sustancias contaminantes. Y yo quería que mi trabajo lograra un impacto a corto plazo, así que me decidí por el tema y las opciones eran Estados Unidos, Francia e Inglaterra. A Estados Unidos no quise ir porque no me iba a sentir a gusto en un país donde tratan tan mal a mis compatriotas, y en Francia el idioma era una barrera importante. Además, aunque nos pese, la ciencia se hace en inglés».

Cinthia decidió buscar su estancia de doctorado en Inglaterra, con el profesor James Clark, director del Green Chemistry Centre of Excellence en York, uno de los centros más reconocidos en el mundo en materia de química verde.

En ese entonces todo estaba más centralizado, Cinthia tenía que ir al Distrito Federal a hacer los exámenes de idiomas, a firmar convenios y a solicitar las becas. «Una vez no me alcanzó el dinero para ir en avión y tuve que tomar un camión que hacía 22 horas de viaje al DF».

Cinthia llegó a York en 2010 pero su situación económica también se complicó en Inglaterra. «Yo apoyaba a mis papás con algunas libras. La beca no era suficiente. Terminé trabajando, una vez más cuidando niños. Solo que cuidar niños en Inglaterra es diferente. Los niños no te discriminan. La señora, que también era estudiante de doctorado, les decía a sus hijos: ‘Cinthia es tu amiga y viene a jugar contigo, trátala con respeto’. Allá las cosas son muy diferentes. En Inglaterra todos los niños reciben de regalo un Science kit. En México, aunque nos duela, si no tienes dinero no tienes acceso a la educación. Es una de las cosas que te golpean cuando vuelves a tu país».

Durante el doctorado, la investigación de Cinthia se centró en usar materiales biorrenovables y darles una aplicación en química; en este caso, un derivado del almidón. El material, llamado Starbon, es una patente que ya había sido utilizada por el centro. «Me dediqué a trabajar con el material y mi tesis consistía en entender las propiedades químicas del Starbon. La defensa de mi tesis fue el 3 de noviembre de 2014».

 

El regreso y la falta de empleo

Así, Cinthia regresó a México en diciembre de ese mismo año con el grado de doctora, pensando en buscar las convocatorias del Conacyt para realizar un posdoctorado en territorio nacional, pero los tiempos no le favorecieron y ya necesitaba un trabajo.

«Fui a la Secretaría del Trabajo del estado para ver qué podía encontrar con base en mi experiencia académica. Me trataron muy mal, me dijeron que estaba sobrecalificada y que nadie me podía contratar. Entonces me decidí por la educación. Contacté al secretario de Educación de Yucatán, que resultó ser quien dirigía la prepa donde yo estudié. Me reconoció y me preguntó si me interesaba participar en divulgación de la ciencia».

Durante seis meses, Cinthia se desarrolló como asesora académica. Sus funciones incluían la creación de planes de estudio y capacitación de los docentes de las escuelas de educación media superior de todo el estado. «Cuando estaba en Inglaterra sentía que tenía que aprovechar al máximo las oportunidades, por lo que participé en todo lo que pude. Cursé un programa llamado Preparing Future Academics. Desde niña me gustó la educación. Obtuve mi certificado de la Higher Education Academy como resultado del programa y quería aplicarlo en mi país».

 

Divulgación y cultura en Pebá

Como complemento de sus actividades laborales (y de manera voluntaria), Cinthia se involucra con su comunidad de una forma destacable. Los sábados da cursos de inglés y desarrolla talleres sobre ciencia, arte y literatura.

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«Los niños de Pebá no pueden acercarse a la ciencia o al arte, como lo hace alguien de una ciudad. Y aunque todo mundo me decía que me fuera a trabajar a una universidad privada, yo quería estar en las escuelas públicas; vengo de una familia de bajos recursos, de una comunidad rural, y se nos olvida que la gente que está en esa situación también merece una educación de calidad».

Hoy Cinthia está decidida a continuar con sus investigaciones. Se ha enlistado en un programa de posdoctorado en el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y ya gestiona el apoyo de la institución para implementar el proyecto que quiere llamarCiencia viajera, el siguiente paso en su labor de divulgación científica y cultural.

«Estoy buscando más apoyo con mi supervisora del CICY, con ella voy a trabajar en un proyecto de celdas solares e hidrógeno para usar energía renovable. Ella ya tiene un programa para llevar prototipos a algunos lugares y explicar cómo funciona una celda de combustible. Entonces vamos a trabajar en un programa bien estructurado para proponerlo en el sistema educativo del estado».

Cinthia admite que ahora que tiene el grado de doctora las cosas son un poco más fáciles, tanto en la búsqueda académica como en la creación de proyectos. Incluso le responden más rápido los correos y mensajes que dirige a diferentes instancias de gobierno. Pero en Yucatán y en México aún hay muchas situaciones de desigualdad que aquejan a los mexicanos en situaciones vulnerables. Esto va más allá de la discriminación más obvia y directa, se trata de una problemática de exclusión social que desde hace siglos es parte de la sociedad mexicana.

«De donde yo vengo a veces solo tienes la televisión, la gente solo ve tele; jamás han sido expuestos a otro tipo de cosas, y muchos de ellos tienen mucho potencial. Cuando trabajaba con los profesores de los telebachilleratos, en las reuniones de la Secretaría de Educación me contaban que algunos alumnos ya fabricaban prototipos de aire acondicionado que funcionaban con energía solar, hechos de ‘cartoncito’ y otros materiales de reúso. Imagínate si pudieras llevarlos a conocer lo que se hace en otros lugares, imagínate si ellos pudieran convertirse en científicos».

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