Conexiones neuronales

Conexiones neuronales


Las citas on line, el uso de los smartphones  y los medios de comunicación social no desempeñaron ningún papel en la evolución de nuestros antepasados, pero los seres humanos actuales manejan bien estos avances e incluso los explotan como señas de identidad de la vida moderna.

Investigadores del Dartmouth Collegue (EE UU) revisan esta semana en la revista Trends in Cognitive Sciences  de Cell Press las últimas publicaciones de neurociencia social,  y argumentan que nuestra capacidad para responder a los retos de una cultura que cambia rápidamente proceden de la capacidad de nuestros cerebros para reutilizar de forma flexible sus recursos neuronales desarrollados a lo largo de la evolución.
«Esta reutilización nos permite hacer mucho con muy poco», destaca la coautora del trabajo, Thalia Wheatley, que añade: «Nuestros cerebros tienen la maleabilidad para crear nuevas combinaciones a partir de cálculos preexistentes y realizar estas computaciones con rapidez y flexibilidad en nuevos contextos».

La doctora Wheatley, junto a su estudiante graduada Carolyn Parkinson en el departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro del Dartmouth Collegue, describen tres tipos de reutilización que puede efectuar el cerebro. Cada uno sucede en tres escalas de tiempo diferentes.

El primero –la reutilización evolutiva– se muestra en todos los animales, y revela cómo la evolución «utiliza lo que está en la habitación» para resolver un nuevo problema. Esto ocurre lentamente, a lo largo de las vidas, mediante la selección natural. Por ejemplo, nuestro cerebro ha desarrollado la capacidad de la representación espacial del medio que lo rodea, y en la sociedad moderna se ha reutilizado y aplicado al concepto de lo ‘cercana’ o ‘próxima’ que está una persona a nosotros, dentro de un entorno social.

Las otras dos formas de reciclaje que se encuentran en los seres humanos dependen de las capacidades cognitivas sociales. Por una parte está la reutilización cultural, referida al proceso por el cual las invenciones culturales –como la lectura, la música  y los sistemas de creencias– se adquieren en la vida por circuitos cerebrales preexistentes de elección entre opciones.

«Por ejemplo, no evolucionamos directamente a leer. En su lugar, cada vez más investigaciones sugieren que leemos por la reutilización de la maquinaria neural que en principio evolucionó para procesar los rostros y los objetos», explica Parkinson.
Finalmente, la denominada reutilización instrumental sucede sobre la marcha, no sólo dentro de una vida. Es la forma en que intencionalmente y creativamente pulsamo nuestros antiguos botones evolutivos para influir los comportamientos propios y ajenos. Por ejemplo, la forma más eficaz para concienciar y solicitar ayuda para problemas globales –como el hambre, la pobreza y la enfermedad–, no es un análisis racional de los hechos, sino personificar en alguna ‘victima’ concreta claramente identificada con el problema.

Los investigadores sugieren que esto se debe a que nuestro comportamiento social se puso a punto en pequeñas grupos familiares de cazadores-recolectores, que vivieron estrechamente juntos, en lugar de en grandes sociedades anónimas globalmente interconectadas como la actual. Esta información resulta de interés en las campañas de donación de las ONG y para hacer frente a la indiferencia de la gente en temas como el calentamiento global.

“Entender lo que está en nuestra caja de herramientas cognitivas es un primer paso para comprender cómo podemos utilizarla más eficazmente ante los problemas modernos que nuestros cerebros todavía no han conseguido resolver», concluye Wheatley.

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Nuestro cerebro entiende mejor problemas globales como el hambre si se personaliza en alguna ‘víctima’ concreta, como este niño mulnutrido en Turkana (Kenia). / EFE/Dai Kurokawa

Referencia bibliográfica:

Carolyn Parkinson y Thalia Wheatley. “The repurposed social brain”.  Trends in Cognitive Sciences (Cell Press), febrero de 2015.

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