Publicidad en la revista Leoplan de 1945, promoviendo la Birome, que después será bolígrafo

Publicidad en la revista Leoplan de 1945, promoviendo la Birome, que después será bolígrafo


El 10 de junio de 1943, los hermanos László y Georg Bíró –de origen húngaro residentes en Argentina– patentan el bolígrafo.

László József Bíró, conocido en la Argentina como Ladislao José Biro, un día de 1938 estaba realizando su registro en el hotel Rogacka Clatina, de Yugoslavia, a donde había acudido para cubrir trabajos periodísticos para un periódico hungaro, y para firmar sacó lo que entonces era un objeto extraño, una especie de pluma que no necesitaba recargarse.

El acto y el artefacto fueron observados por Agustín Pedro Justo, quien hasta hace unos meses había presidente de la Argentina, quien lo invitó a platicar e incluso le ofreció apoyo para que se trasladase a Argentina a dearrollar su invento.

Lo que Biró portaba era unos de los primeros prototipos de su Birome.

Desde tiempo atras, como periodista le molestaban los trastornos que le ocasionaba su pluma cuando se le atascaba o se quedaba sin tinta.

Ladislao, observó como para la impresión de los periódicos se utilizaba una tinta de secado rapido, lo cual evitaba los manchones, pero la misma era poco útil para los objetos de escritura de la época, porque se atoraba y no bajaba hacia la punta.

Con la ayuda de Georg, –que era químico– logró sintetizar una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía usarse con la pluma, ya que se trababa al escribir.

Ladislao ideó cómo resolver este problema observando a unos niños mientras jugaban en la calle con bolas que, al cruzar un charco, salían trazando una línea de agua en el el suelo seco: se dió cuenta de que, en lugar de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita.

Había nacido la idea del bolígrafo.

La idea la patentó en Hungría en ese 1938, pero no se llegó a comercializar el artefacto.

Biró en ese 1938, cuando conoció a Agustín Justo, no le entusiasmó la idea de viajar a Argentina, un país del que ni siquiera tenía idea de donde se localizaba.

Sin embargo, a principios de 1940, al comienzo de la II Guerra Mundial, cuando Hitler acababa de invadir Polonia, y ya era fama extendida por toda Europa su aversión hacia los judíos, los hermanos Biró y Juan Jorge Meyne, se plantearon la forma de salir de Hungría, por su origen judío, precisamente.

Entonces buscó la tarjeta del hombre que lo invitó a irse a otros país y lo contactó.

Cuando los Biró y Meyne llegaron a Argentina en el mismo 1940, Agustín Justo los recibió, los alojo y los ayudó a montar una fabrica para comenzar la producción de su Birome (llamada así por el apellido de los hermanos y la primera sílaba del apellido de Meyne), pero un año despué Agustín Justo les dijo que ya no podría apoyarlos.

Las primeras Birome regaban tinta y manchaban camisas, sacos y papeles; en un intento de mantener su comercialización incluso las ofrecieron con un vale para la tintoreria, pero el producto fue rechazado.

Biró se dirigió hacia la fábrica que tenían montada en un galpón y le contó a los 32 trabajadores la verdad, invitándolos a continuar con él, pero con la advertencia de que no podría pagarles hasta que el producto se pudiese comercializar.

En ese mismo año, en 1941, encontraron la solución y comenzaron nuevas pruebas y ensamblajes del producto, de la nueva Birome, la cual patentaron el 10 de junio de 1943.

Cuando comenzaron a promoverse se les llamaba también esferográfica, por la esfera que tenían en la punta y que permitía administrar la cantidad de tinta para escribir, y se hacía hincapié en que siempre estaba cargada, secaba en el acto, permitía hacer copias con papel carbónico, era única para la aviación y su tinta era indeleble.

Finalmente el nombre que más prolífero en el mundo fue el de bolígrafo.

En 1943 licenció su invento a Eversharp Faber, de los Estados Unidos, en la entonces extraordinaria suma de USD 2.000.000, y en 1951 a Marcel Bich, fundador de la empresa Bic de Francia.

La sociedad formada por Biro y sus socios quebró, aquejada por falta de financiamiento y por nuevos inventos que no tuvieron éxito comercial. Un antiguo proveedor, Francisco Barcelloni, intentó entusiasmar a Biro para fabricar un bolígrafo de bajo costo. No logró convencerlo y se instaló por su cuenta; mejoró el flujo de tinta y ensayó una bolilla de triple dureza. Posteriormente, Barcelloni contrató a Biro para la dirección de la nueva fábrica.

Los comentarios están cerrados.