Estudiantes universitarios

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En la narrativa dirigida a promover la capacitación y las habilidades laborales entre los jóvenes priva una visión que los responsabiliza de su capacidad para generar oportunidades personales de insertarse en el mundo del trabajo, al margen de la problemática estructural de la sociedad, señaló el doctor Alfredo Nateras Domínguez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En entrevista a propósito del Día Mundial de las Habilidades de la Juventud –que se celebra el 15 de julio para conocer qué es lo apropiado para apoyar a los jóvenes en el mercado laboral actual y en el futuro, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU)– explicó que ese sector de la población enfrenta un “modelo de trabajo flexible porque ya no alcanza” para satisfacer la demanda por un empleo digno.

Las cifras reflejan el crecimiento del desempleo entre los jóvenes más calificados respecto de quienes no lo están, es decir, son más empleados los que terminaron la preparatoria y dejaron una licenciatura trunca, que aquellos que cuentan con maestrías y doctorados, “porque están tan calificados que el mercado no alcanza a pagarles en términos de la calidad de sus conocimientos”.

El coordinador general del Diplomado Culturas juveniles. Teoría e investigación de la Unidad Iztapalapa y autor de Juventudes sitiadas y resistencias afectivas afirmó que la educación ligada al contexto laboral es fundamental y el propósito es la habilitación para lograr el despliegue”, sin embargo, “hay un desfase” entre ambas circunstancias porque “a veces la industria necesita técnicos, más que gente demasiado competente”.

De acuerdo con el académico del Departamento de Sociología de esa sede universitaria el asunto reside en preguntarse ¿habilidades con respecto a qué? Porque pueden adquirirse para enfrentar situaciones de la vida cotidiana o tener capacidad de liderazgo, organización y resistencia a la presión del grupo, que son “más de tipo individual empresarial que de trabajar con circunstancias colectivas”.

La narrativa de las habilidades para el mundo laboral, abundó, deja en la responsabilidad individual al sujeto joven, le señala su falta de capacidad, liderazgo, autoestima, confianza en sí mismo y le pide ser un ganador, un triunfador, apoderarse del mundo. Se trata “de una narrativa muy individual” que ignora justamente que el asunto es de índole social, estructural.

A dichas narrativas no escapan organismos como la ONU, los cuales marcan tendencias en políticas hacia los jóvenes y por tanto a “hacer las celebraciones correspondientes”, aseveró el investigador.

Una de las grandes dificultades de la juventud, particularmente la mexicana y en general la latinoamericana, es la precariedad, pues “una gran parte de ella está cada vez más pauperizándose, empobreciéndose”. De hecho, en el mundo son las que más trabajan, reciben menor salario y tienen menos seguridad social, situación que se recrudece en los medios rural e indígena.

Otra característica de ese sector en el subcontinente es la violencia; en México cifras de organizaciones de la sociedad civil e incluso del gobierno calculan que desde 2006 han muerto más de 180,000 personas, de las cuales 100,000 son jóvenes y de ellos casi la mitad murió matándose entre sí, por lo que “el rostro de la violencia es juvenil”, comentó el autor de Las maras. Identidades juveniles al límite.

En Brasil son los negros de las favelas los que más mueren; en Córdoba, Argentina, cada vez se documentan más casos de lo que se ha llamado “el gatillo fácil” para designar la facilidad con que los policías disparan contra los jóvenes; en Colombia los casos denominados del falso positivo”, que consistió en dar prebendas económicas a los militares que mataran guerrilleros que en realidad no lo eran, sino que los detenían, los vestían de guerrilleros y los asesinaban para cobrar el bono, situación que generó más de 5,000 ejecuciones.

En el caso de Centroamérica se calcula que desde los años 80, los cuerpos de seguridad del Estado en El Salvador, Honduras y Nicaragua asesinaron a 40,000 miembros de la mara salvatrucha y la mara 18.

Ha sido a partir de tales situaciones que varios investigadores de la UAM y del Colegio de la Frontera Norte “trabajamos en un concepto que es el jovenicidio”, similar al feminicidio y que tiene que ver “con la muerte artera simplemente por la condición de ser joven”.

Este “jovenicidio” tiene un matiz y es que es más fácil morir de joven si además se vive en zonas populares o se es de clase baja, moreno, indígena o si se tiene una estética corporal o una adscripción identitaria como cholillo, reguetonero o punk.

Lamentablemente, dijo el doctor Nateras Domínguez, las políticas federales y locales dirigidas a este sector no alcanzan a impactar y a penetrar este tipo de situaciones relacionadas más con la vida diaria de los jóvenes y, por el contrario, se vuelven “trincheras de cooptación partidista”.

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