Como si fueran monos levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto,

como que se les renovaba  y se iluminaba su corazón. Como que cierto es que

eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso,

tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro.

Texto náhuatl preservado en el Códice Florentino,

citado por Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina.

Ignoro en que momento de la historia, y bajo que signos culturales, fue que los hombres se embelesaron por el metal amarillo –con su consecuente valor- y estuvieron dispuestos a matarse entre sí por su posesión. Ha sido Ernest Becker, en La lucha contra el mal, quien trató de desentrañar el misterio acudiendo a un estudio de orden psicosocial; aunque ya un poco antes Carlos Marx había aportado elementos de análisis un poco más sólidos en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, cuando se refiere al dinero como la representación más abstracta del valor, de la cual el oro constituía –consituye- su forma más concreta: “El carácter universal de su cualidad (del dinero) es la omnipotencia de su ser; se trata por tanto de un ser todopoderoso… pues es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Y lo que  sirve de mediador de mi vida, me sirve también de mediador de la existencia de los otros hombres. Es para mí el otro hombre.”

Estas líneas sintetizan, admirablemente, el estado de enajenación al que los hombres son empujados bajo el modo de producción capitalista.

            Notemos que la enajenación producida por el oro y otros metales de utilidad mercantil, o por el dinero en general, sólo es propia de este modo de producción.  En la cultura náhuatl el oro y otros metales eran apreciados pero no al grado, ni en el modo, en que lo era por los invasores españoles. A los indígenas les parecía grotesca la avidez de los españoles por el precioso metal: Como si fueran monos levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba  y se iluminaba su corazón…

            En términos más apropiados a nuestro contexto inmediato puede afirmarse que el oro y otros metales son codiciados por su alto valor de cambio, derivado de sus múltiples usos. En años recientes la demanda de varios metales (oro, plata y cobre, por ejemplo) se ha incrementado notablemente, situación que aprovechan al máximo posible los grandes consorcios mineros.

Y es así que más el 40 por ciento del territorio nacional se ha concesionado a compañías mineras transnacionales para que a su gusto y placer extraigan todo lo que quieran sin importar los graves costos ambientales que ello implica, como en el caso del reciente desastre ocurrido cuando un tanque de almacenamiento de residuos químicos de la Mina Buenavista del Cobre, propiedad de Grupo México, en Cananea, Sonora, derramó parte de su contenido y escurrió en aguas del río Bacanuchi y el río Sonora. Aproximadamente 40 mil metros cúbicos de solución de ácido sulfúrico fueron derramados desde la mina. Además, según declaran los propios operadores de la mina, esa solución va acompañada de una gran cantidad de metales pesados: cadmio, plomo, arsénico y otros.

Debido al derrame, el río Sonora adquirió un color anaranjado sorprendiendo a los pobladores de Banámichi, donde se cortó el suministro de agua ante el peligro de contaminación por tóxicos que ya afectó a productores locales de leche.

Por tal motivo, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) emitió una alerta a la población ante la contaminación del río Sonora causada por el derrame del represo de contención de solución cargada de cobre y otros metales procesados con ácido sulfúrico.

Banámichi se localiza a unos 140 kilómetros aguas abajo de Cananea y a unos 180 kilómetros aguas arriba de Hermosillo. La contaminación del río ha infiltrado al subsuelo, lo que afectará en el futuro a los pueblos del río Sonora.

La Conagua restringió el suministro de agua a los municipios de Arizpe, Banámichi, San Felipe de Jesús, Aconchi, Baviácora y Ures debido a la contaminación ocasionada por la mina en el río Bacanuchi. La restricción se extiende a Hermosillo, la capital sonorense.

Las pérdidas en la agricultura y la ganadería son incalculables, al igual que los efectos que tendrá la contaminación –que persistirá por siempre, ya que los principales contaminantes son metales pesados que no se degradan- en la salud de los habitantes de la región.

Ahora todo se quiere arreglar con dinero, poniendo precio a los daños al medio ambiente, a la salud y a la vida de los pobladores, pero la mina seguirá operando como si nada hubiera ocurrido.

Como que cierto es que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso…

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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