Investigación y desarrollo

Investigación y desarrollo


Manuel Martínez Morales

Se dice que la innovación es esencial para impulsar la producción económica, entendiéndose por aquella la introducción de nuevos procedimientos, insumos materiales, o formas de organización del trabajo. Se incluye en el término la invención de nuevos artefactos o instrumentos. Y se cree, tal vez no muy acertadamente, que se puede entrenar a trabajadores, técnicos, científicos y administradores para ser innovadores. Así, se imparten cursos, conferencias y seminarios sobre el tema.

Pero, con base en mi experiencia, en muchos casos se pueden mejorar los procesos productivos, en el sentido de disminuir los costos y aumentar los beneficios, con la simple aplicación de conocimientos y procedimientos técnicos ya establecidos. En cada caso particular el problema consiste en familiarizarse bien con el proceso e identificar en cuál de sus segmentos es necesario introducir una modificación, un ajuste o, en su caso, proponer una innovación.

Esta introducción del conocimiento para mejorar la productividad encuentra resistencias, tanto por parte de investigadores que no quieren dedicar parte su tiempo a problemas “aplicados”, como por parte de muchos empresarios mexicanos que no quieren invertir en investigación o que encuentran más fácil comprar paquetes tecnológicos importados.

Para ilustrar lo que quiero decir, citaré un par de casos. El primero: en una empresa dedicada a la fabricación de tubos del material llamado PVC, se comenzaron a recibir quejas de los compradores pues algunas veces los tubos no cumplían con las especificaciones requeridas, anunciando el posible retiro de sus pedidos. Al no poder detectar en que parte del proceso surgían las fallas, los directivos de la empresa decidieron implantar un sistema de control de calidad, para lo cual contrataron a dos especialistas en estadística, dedicados principalmente a la investigación en una universidad pública.

Estos especialistas, sin conocer nada de la producción de tubos PVC, se presentaron en la empresa y comenzaron por conocer este proceso directamente, es decir recorriendo la fábrica varias veces y hablando con los trabajadores sobre los detalles del mismo. Luego de varias visitas de este tipo, lograron identificar algunas situaciones que podían ser la causa del problema, como que en algunas partes del proceso, en lugar de hacer mediciones precisas del producto, la calibración se hacía “a ojo” de algún obrero con experiencia. Al cabo de varias semanas de analizar el proceso y discutir alternativas, les fue posible proponer un manual de control de calidad basado en técnicas sencillas y bien conocidas, indicando las partes críticas del proceso que debían ser atendidas y posiblemente ajustadas.

El procedimiento de control de calidad propuesto seguramente redundó en mejorar la calidad del producto, reflejándose en la satisfacción de los compradores y, por lo menos manteniendo la demanda de tubos.

Sin embargo, una vez concluido el trabajo y explicar al gerente el procedimiento, hacer la entrega del manual y cobrar los honorarios convenidos, la expresión del empresario –mitad en broma, mitad en serio- fue: “¿y por este cuadernito pagué 30 mil pesos?”

En otro caso, un investigador en el campo de la farmacología estaba poniendo a prueba un nuevo compuesto para el control de la epilepsia, con el objetivo de patentar la fórmula que –si todo resultaba de acuerdo a su hipótesis- tendría un mejor efecto y resultaría, en caso de comercializarse, en un mayor beneficio para el fabricante. Para lo cual requirió del apoyo de un especialista en estadística que lo auxiliara en el diseño experimental, así como en la sistematización y análisis de los resultados.

Una investigación de esta clase requiere de tiempo, dedicación y un cuidadoso seguimiento de la metodología apropiada. Una vez concluido el trabajo exitosamente, además de la publicación de artículos en revistas especializadas, el responsable del mismo procedió a iniciar el trámite para patentar la fórmula y se acercó a empresas farmacéuticas para ofrecer que el hallazgo se tradujera en la producción y comercialización de un nuevo fármaco para el control de la epilepsia. Las empresas no mostraron interés alguno pues la mayoría eran filiales de farmacéuticas transnacionales y toda innovación provenía de sus propios centros de investigación, y otras aún operando con capital nacional compraban paquetes tecnológicos para su producción y no tenían interés en innovación alguna.

Este par de ejemplos, creo yo, nos muestran algunas de las dificultades que se encuentran cuando se intenta acercar la investigación científica –y la innovación- a la esfera productiva. Una parte de la explicación de este fenómeno reside en que la economía mexicana es una economía dependiente, es decir, la mayor parte de lo que se produce y consume en el país viene de otros países a través de filiales y franquicias de empresas transnacionales que realizan su propia investigación en su sede matriz.

Por otra parte, creo que los empresarios mexicanos no quieren correr el riesgo de invertir en ciencia y tecnología, tal vez por desconfianza o por parecerles elevado el costo sin considerar el beneficio que obtendrían, como en el caso del manual del control de calidad arriba citado.

Sin embargo creo que hay que seguir buscando puentes entre ciencia, tecnología y producción pues, estoy seguro de ello, los beneficios que se obtendrían serían considerables. Tiempo al tiempo.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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