Poesía del desierto- Cristian Lobos

Poesía del desierto- Cristian Lobos


Manuel Martínez Morales

Solamente bordeas la tenue, difusa, frontera entre ciencia y poesía sin atreverte a caminar sobre ella. Y todo porque sabes que poesía y ciencia –aún teniendo cada una su propia especificidad- se conjugan puesto que tienen la misma raíz: la imaginación del mundo, intentando luego plasmarla creativamente en palabras o ecuaciones. Bien puede ser cierto que la poesía sea la matemática del sentimiento y la matemática la poesía de la razón.

También por eso es que tú y tu amada compañera de vida han construido su propio anti holocausto amoroso que, en lugar de representarse por el pavoroso hongo nuclear, está fincado en tiernas semillas de las que brota una inmensa y cadenciosa palmera asentada en profundas raíces terrenales elevando sus frondosas palmas más allá de las nubes.

Al igual que en el oficio poético, para ejercer la ciencia hay que mirar el mundo, revelarlo y resignificarlo en el aquí y ahora que nos ha correspondido vivir, terrible o feliz según el lugar de la pirámide social que ocupamos. Porque tanto para la poesía como para la ciencia el universo y los entes que lo conforman aparecen como un misterio.

Dice el poeta filósofo Alberto Caeiro:

Siempre que pienso una cosa, la traiciono./ Sólo teniéndola ante mí debo pensar en ella./ No pensando, sino viendo./ No con el pensamiento, sino con los ojos,/ Una cosa que es visible existe para verse,/ Y lo que existe para los ojos/ no tiene que existir para el pensamiento… Sólo existe verdaderamente para el pensamiento y no/ Para los ojos./ Miro, y las cosas existen./ Pienso y existo sólo yo.

Siempre has creído en el dictamen del apócrifo robotista conocido como el doctor Falstoffe, quien afirma que una teoría científica no puede ser verdadera si no está poéticamente equilibrada. ¡Vaya, vaya! ¿Y esto cómo habrá de evaluarse?

Se pregunta al poeta e historiador Antonio Orihuela: ¿Cómo entiendes la poesía?

Éste responde: entiendo la poesía como un instrumento que nos puede ayudar a crecer, a alcanzar la vida auténtica mientras hacemos el auténtico arte de nuestro tiempo: la libre producción de acontecimientos, de acciones relevantes, perturbadoras y significativas desde las que construirnos individual y colectivamente, generando nuevas identidades y consciencias sociales, transformándonos, en tanto energía antagónica, en una fuerza comprometida en la potenciación de la emancipación autoconsciente de todos los seres humanos.

Estaríamos así hablando de una poesía convertida en una práctica contextual, inserta por oportunidad en el espacio político que así pone al descubierto, significa y/o modifica porque nos incluye activamente en su propia transformación, convirtiéndola en un híbrido cultural puesto al servicio del activismo político y la acción comunitaria. Nuestra poesía no tiene dirección única, ni preferencia de lectura, ni rótulo generacional. Nuestra poesía no son imágenes, no son representaciones, no es mercancía. Nuestra poesía ha abolido el fin. Nuestra poesía es un dispositivo con el que pensar y vivir el mundo, un instrumento de indagación en lo social conformado por el capitalismo. Porque nuestra poesía no imita la vida, nuestra poesía es la evidencia de nuestra intervención en la producción de realidad, libre y liberada, para la vida.

¿Y qué otra cosa es la ciencia?

Desde lo alto de la palmera anti holocáustica,  anti poéticamente una voz responde: La ciencia es la ignorancia envuelta en carcajadas.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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