Billete de 10 marcos de Alemania, con la imagen de Carl Friedrich Gauss

Billete de 10 marcos de Alemania, con la imagen de Carl Friedrich Gauss


Manuel Martínez Morales

 

Te contemplo a lo lejos,

inalcanzable estrella que alumbra

mi sombría vida.

F.C. Godínez (poeta urbano, eternamente

reprobado en matemáticas)

 

Si partimos del hecho de que, con frecuencia, en los cursos de ciencias naturales o sociales, más que realmente enseñar los principios, teorías y métodos de las ciencias el maestro se limita a repetir doctrinas cientificistas, no es difícil, entonces, explicarse por qué las matemáticas no arraigan a fondo en la formación de los futuros científicos e ingenieros -excepción hecha de los físicos. Es preciso remitirnos a la gran autoridad de Carl Friedrich Gauss (1777-1855) para proclamar a viva voz que la matemática es la reina de las ciencias, la reina de corazones. En el largo camino hacia su plena constitución, las ciencias evolucionan formándose alrededor de una creciente matematización -es decir, formalización- de sus teorías, dando lugar en algunos casos a la aparición de nuevas disciplinas matemáticas. Indiscutiblemente, la visión científica no agota el mundo: es una concepción más entre las múltiples formas de ver y participar en el mundo que los hombres han elaborado a lo largo de la historia. Sin embargo, si de veras se aspira a la práctica científica genuina es necesario dirigirse a su corazón matemático, a su lado formal.

Nacido en Brunsvic, Alemania, el 30 de abril de 1777, Carl Gauss es considerado, al lado de Arquímedes y Newton, uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos. Dedicó su vida al cultivo de las matemáticas en todas las ramas conocidas en su época e innovando otras. Se consideraba a sí mismo un «matemático total». lncursionó con notable éxito en la astronomía, el electromagnetismo y otras ramas de la física, atribuyéndosele la invención del telégrafo. Algunos de sus biógrafos sostienen que este interés de Gauss por la matemática «aplicada» retrasó el avance de la matemática «pura» por más de un siglo. ¿Cómo fue posible para un sólo hombre ejecutar esa masa colosal de trabajo de primer orden? Con su característica modestia Gauss declaró que «si otros quisieran solamente reflexionar en las verdades matemáticas de una manera tan profunda como yo lo he hecho, harían los mismos descubrimientos». Publicaba poco, pues, se dice, era muy sensible a la crítica y demasiado exigente consigo mismo en cuanto al rigor con que debía presenta los resultados de sus investigaciones. «Una catedral no es una catedral –afirmaba- hasta que no se ha desmontado y desaparecido hasta el último andamiaje». Trabajando siempre con este ideal, Gauss prefería pulir varias veces una obra maestra antes que publicar los grandes rasgos de muchas otras como podía haberlo hecho fácilmente. Su sello, un árbol con sólo unos pocos frutos, llevaba la divisa: Pauca sed matura (pocos, pero maduros). (Citado por E. Temple Bell en «Gauss, el príncipe de las matemáticas»; SIGMA, El Mundo de las Matemáticas, Grijalbo, 1974).

La matemática reina sobre las ciencias, un tanto indiferente a su propio imperio y a nosotros, humildes mortales, quienes solemos conferir cualidades antropomórficas a esta soberana, contemplándola a veces con injustificado terror o con inaudito desprecio. Pero esta reina es, en el fondo, magnánima con quien se acerque a ella respetuosamente y con el deseo sincero de conocerla a fondo. Incluso, nos tratará con generosidad si nos arriesgarnos a quererla un poquito.

El estudio y el aprendizaje de las matemáticas exigen cierto grado de concentración y capacidad de abstracción, adquiribles con un poco de práctica y paciencia. Probablemente no lleguemos ni a las suelas de los zapatos gaussianos pero tendremos la oportunidad de atisbar al mundo de un modo diferente. La matemática se torna ardua y abstrusa en la medida en que nos empeñamos en aprenderla como una doctrina más o como un recetario de cocina. La matemática es el espejo del devenir cósmico.

Para que el hombre contemporáneo viva menos dramáticamente su enajenación de la realidad técnico-científica, de esta segunda naturaleza labrada por él mismo y que lo envuelve, debe entender las formas que son el núcleo de esta realidad, formas que no son otras que formas matemáticas -incluyo en el concepto a la lógica y a la geometría-. Debe darse una justa dimensión a la matemática en la educación de las nuevas generaciones puesto que, nos guste o no, sigue siendo plausible la máxima galileana que afirma que «el libro de la naturaleza -y de la sociedad, agrego yo- está escrito en lenguaje matemático».

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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