La basílica del Valle de los Caídos (Madrid) alberga un colosal grupo escultórico compuesto por nueve estatuas estereotómicas –donde la continuidad constructiva es completa– de unos 20 metros de altura.

Un equipo dirigido por el geólogo Javier García-Guinea y en el que han participado investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales, del CIEMAT, y de las Universidades de Zaragoza y Alicante, ha analizado los materiales de construcción de estas estatuas, sus propiedades petrofísicas y el deterioro de la caliza negra procedente de las canteras zaragozanas de Calatorao que recubren el grupo escultórico del Valle de los Caídos. 

«Esta roca ya era utilizada en escultura y arquitectura por los árabes españoles desde el siglo V. Se trata de una piedra muy versátil para la talla y cuyo labrado proporciona contrastes de roca de color gris sin pulir con otras de brillo negro excelente por la elevada pureza de sus fases de calcitas de conchas fósiles (blancas) junto con kerógeno de origen marino (carbón) que le proporciona un pulido brillante de color negro intenso», explican los investigadores. Las conclusiones del estudio se han publicado en las revistas Environmental Earth Sciencesy Materiales de Construcción.

La resistencia de la caliza negra

Esta caliza es la mejor opción para ser utilizada en interiores, porque el sol decolora el color negro y oxida la materia orgánica en poco tiempo, y también es muy buena para pavimentos y  mamposterías. Sin embargo, no resiste la acción de los sulfatos como el yeso en ambientes húmedos ni la acción del hielo en fisuras como en el caso del Valle de los Caídos.

Actualmente, estas esculturas sufren fisuras que causan desprendimientos peligrosos para los visitantes y empleados de la basílica. Esto resulta especialmente grave si se tiene en cuenta que el Valle de los Caídos es el tercer monumento madrileño más visitado por los turistas.

Javier García Guinea, del MNCN, comenta: “Una restauración teórica de las esculturas de Ávalos debería eliminar los materiales incompatibles, es decir, los sulfatos, lo que implicaría extraer los bloques de calizas, sanear el núcleo de hormigón afectado y recolocar los bloques otra vez. El sellado de las fisuras de las esculturas con polímeros orgánicos mantendría en el interior grandes cantidades de sulfatos, cuya posterior y segura degradación bajo la luz solar ultravioleta facilitaría nuevas entradas de aguas de lluvia y nuevas destrucciones de las esculturas en fragmentos más grandes unidos por polímeros”.

La gran dificultad de la restauración de las esculturas reside en la decisión equivocada de Juan de Ávalos de utilizar morteros de yeso y áridos de granito con feldespatos sódicos, todos ellos materiales inapropiados para una adecuada preservación del patrimonio arquitectónico. A lo que hay que añadir el descomunal tamaño de las estructuras estereotómicas.  “Ávalos tallaba estatuas pequeñas en bloques de caliza de Calatorao, pero no sabía construir edificios de 20 metros con formas de estatuas, ahí faltaba mucha ciencia de materiales de construcción” apostilla García Guinea.

Lluvia, congelación y deshielo

La exploración interna de la escultura de La Piedad confirma que está recubierta por placas de 20 cm de calizas negras de Calatorao, unidas con un mortero sulfatado hidratado compuesto por una mezcla de portlandita, mirabilita, etringita, taumasita y yeso. Estas calizas negras, originadas en tiempos jurásicos, se caracterizan por su baja porosidad y por la complejidad de su estructura compuesta por microfósiles, filosilicatos, cuarzo, sulfuros de hierro y materia orgánica.

En el deterioro del conjunto escultórico intervienen distintos factores. Por una parte, las esculturas están abiertas a las aguas de lluvia, que penetran en los núcleos de hormigón. Una de las formas más frecuentes de ataque químico al hormigón es la acción de los sulfatos. Se trata de sales hidratadas que afectan a la durabilidad del hormigón, al originar nuevos sulfatos cálcicos y sódicos que, como la etringita y la mirabilita, limitan la cohesión de los granos de los áridos entre sí.

Pero también existe una alteración física como consecuencia de los ciclos de congelación y deshielo que sufren las esculturas en un clima templado mediterráneo con una fuerte estacionalidad como la del Valle de los Caídos. El congelamiento y deshielo origina esfuerzos internos en el hormigón debido a la expansión térmica y a la congelación  del agua contenida en los poros capilares del hormigón. Todo ello provoca fisuras reiteradas y pérdida de masa, con la consiguiente desintegración de la cobertera rocosa exterior de las esculturas. Esto da lugar a eflorescencias y a caídas de placas y fragmentos de roca.

Referencias bibliográficas:

García-Guinea, J., Recio-Vázquez, L., Almendros, G., Benavente, D., Correcher, V.,  Antonio Pérez-García, A., Sánchez-Moral, S., Fernández-Cortés, A. 2012. Petrophysical properties, composition and deterioration of the Calatorao biogenic stone: case of the sculptures masonry of the Valley of the Fallen (Madrid, Spain). Environmental Earth Sciences. DOI 10.1007/s12665-012-2007-2.

García-Guinea, J., Almendros, G., Benavente, D., Correcher, V., Pérez-García, A.,Recio-Vázquez, L., Sánchez‐Moral, S. 2012. Materiales de construcción incompatibles dentro de las esculturas estereotómicas de Ávalos en el Valle de Caídos (Madrid, España). Materiales de Construcción. DOI: 10.3989/mc.2012.07011.

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