El mundo que está fuera de mi cerebro

transforma mi cerebro en mercancía,

y para el mundo que está fuera de mi cerebro

mi cuerpo completo es mercancía.

 Antonio Orihuela, en De persona constitutio.

 

Los lastimados pies de los migrantes, moviéndose cansadamente sobre los durmientes de la vía férrea, apenas cubiertos por lo que alguna vez fueron zapatos. El caminar acompasado, lento, sin otro rumbo que el marcado por la vía. Aunque Mané quería reflexionar tranquilamente sobre la relación entre arte y ciencia, tema de actualidad y con buen ranking en los medios académicos, no puede quitar de su mente la imagen de la larga marcha de los migrantes moviéndose de un lado a otro del planeta en busca solamente de un poquito de bienestar para ellos y sus familias. Derecho al bienestar que en sus naciones de origen les es negado, producto de un mundo movido por “las leyes del mercado”, esto es por las implacables “leyes” que rigen la producción, distribución y consumo de mercancías. El mundo de las cosas por encima del mundo de los hombres o, visto de otra manera, hombres y mujeres reducidos a la condición de mercancías.

            -¿Por fin, en qué quedamos? se pregunta Mané: según los defensores de la libertad de mercado, se aboga por la libre circulación de mercancías pero se limitan los flujos, la circulación pues, de seres humanos. En todo caso esta última está regulada por la demanda de mano de obra barata por parte de los dueños del dinero.

Fíjense -continúa Mané- los granjeros red necks del sur de los  Estados Unidos, que vociferan en contra de los migrantes ilegales y hasta organizan cacerías de éstos, hace unos días se lamentaban de la escasez de mano de obra barata para levantar sus cosechas. Un llamado indirecto para que ingresen más migrantes ilegales a pizcar en sus campos, desde luego a cambio de salarios de hambre.

¿Hambre? ¿Alguien ha dicho hambre? Quien verdaderamente ha padecido hambre difícilmente pronuncia la palabra.

-¿Sabes Mané cuál es el recuerdo que tengo de mi infancia? preguntó una de sus amigas: hambre, siempre tenía hambre, creo que siempre siento hambre.

Mi nacimiento fue un naufragio el agua/ me inundó cuando salí a la luz. Agua es futuro./ De mi madre quedó una ruina que bufaba,/ a veces sonreía. Al salir quedé errante/ y el mundo no bastó para frenar mi caos.

            Al recordar estos versos, Mané ve como en un destello que en un mundo como éste todos somos migrantes, vivimos errando de un lado a otro –quizás en la imaginación solamente- vagabundos en busca de un destino mejor, parecido al sueño de los migrantes de carne y hueso, abrigando la esperanza de vivir mejor, de que todos vivamos mejor.

            Y Mané se reconoce como un migrante, moviéndose de un territorio de la experiencia a otro, buscando respuestas a algunas interrogantes que han surgido en su conciencia desde que era muy joven. El tránsito ha sido a veces penoso, pues al igual que con los migrantes de carne y hueso, no siempre le es permitido atravesar alguna frontera, así que –en ocasiones con ayuda de algún pollero, a veces en solitario- cruza de mojado.

-Mira Mané, le aconsejaron alguna vez en un taller literario, como poeta eres bueno escribiendo ensayos científicos.

Lacónico deshebré mi presente/ que amaneció erosionado por la cal/ payaso de circo en pueblo polvoriento/ Indeciso, te seguí estrella de mar/ para perderme aún más.

Payaso de circo en pueblo polvoriento, poeta de ferias, bufón en la corte de los milagros, eso y más ha sido Mané en su errante caminar. Así que no le teme al Catoblepas, ni a los chaneques que abundan por aquí. Más bien tiene temor de perder el escaso entendimiento  que por azares de la vida le ha sido posible adquirir.

Quien fue su guía y tutor en su formación como matemático alguna vez le aconsejó: el que nada sabe nada teme y por eso, sin temor alguno, puede decir pendejada y media. Y ha de ser por eso que Mané, en su ignorante errar, transita de la matemática a la poesía, de la poesía a la física cuántica, de la física cuántica a la ecología (¿saben que existe la ecología molecular?), de la ecología a la teoría de la computación, de la teoría de la computación a la arqueología, de la arqueología a la neurociencia, de la neurociencia al Kama Sutra (¿Cama qué?), y de ahí a su sillón favorito para adentrarse en la lectura del libro más reciente de Stanislaw Lem.

-Pinche Mané, eres aprendiz de todo y oficial de nada, por eso y por los caimanes en pantaletas que dices haber visto en la Laguna de Alvarado (y que confundiste con sirenas), no podrás ingresar jamás al salón de la fama de la ciencia –bien resguardado por el SNIFF- y tendrás que seguir en tu interminable andar, sufres porque quieres. Mira, todo se reduce a que aprendas a fabricar pasteles sin harina, sin mantequilla y sin huevos. Sobre todo procura no pasarte de estos últimos y pórtate bien, llena diligentemente todos los formatos que harán constar tu nivel intelectual y, si ya le haces al payaso, ningún esfuerzo te costará hacerle al doctor en ciencias: bata blanca, anteojos gruesos, barbita freudiana, has como que la virgen te habla y ya la hiciste mi buen, directo al SNIFF sin pasaporte.

            Precisamente porque nada sabe es por lo que Mané, sin temor, puede hacer suya la afirmación de que Marcel Proust –el escritor- se adelantó con presciencia al descubrimiento de la reconsolidación de la memoria. Pues para él, los recuerdos eran como frases, es decir cosas que  nunca dejamos de cambiar. Y la incómoda realidad es que –según los expertos en neurociencia- los humanos recordamos de la manera descrita por Proust. Mientras tenemos recuerdos que recordar, los márgenes de éstos se ven constantemente modificados para que así encajen mejor con lo que ahora sabemos.

            Y si no me lo creen, pregunten a los expertos, dice el aprendiz de todo.

            También, el payaso de pueblos polvorientos cree que los cuadros de Paul Cézanne prefiguran lo que los estudiosos del cerebro luego descubrirían: que la vista, la forma en que vemos el mundo no es como si el ojo fuera una cámara fotográfica, sino que el cerebro en alguna forma reconstruye o forma una “imagen” a partir del proceso iniciado por la incidencia de fotones en la retina que se transduce en señales eléctricas que fluyen por redes neuronales, para luego ser procesadas por el cerebro para formar lo que interpretamos como imágenes del mundo.

“En vez de darnos una sensación de de formas plenamente realizadas, Cézanne nos proporciona varias capas de sugerentes aristas, a partir de las cuales se despliegan lentamente las formas, Nuestra visión está hecha de líneas, y Cézanne ha hecho que estas líneas sean angustiosamente visibles…de la misma manera las células de la corteza visual, inundadas por rumores de luz, ven unas líneas que se extienden por todas las direcciones posibles… El mundo sigue siendo informe, simple collage  de bloques cromáticos. Pero esta ambigüedad es parte esencial del proceso de ver, ya que deja espacio a nuestras interpretaciones subjetivas. Nuestro cerebro está diseñado de manera que la realidad no pueda resolverse a sí misma. Antes de que podamos dar sentido al paisaje abstracto de Cézanne, tiene que intervenir la mente.” (J. Lehrer: Proust y la Neurociencia: una visión única de ocho artistas fundamentales de la modernidad. Paidós, 2010)

            Entonces, ya envalentonado por su ignorancia, Mané añade que la ciencia no es la única senda que conduce al conocimiento, pues el arte siempre se adelanta a aquella, como en el caso del empeño científico por comprender el funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, según Lehrer, Proust reveló por primera vez la naturaleza de la memoria y Cézanne se anticipó a las sutilezas del complejo proceso de la visión humana.

            Y yo digo, concluye Mané, que la poesía se anticipa al difuso proceso de la creación científica. Por eso y por los caimanes en pantaletas que vio en la Laguna de Alvarado, y que confundió con sirenas, Mané ha creado el protométodo; una propuesta pedagógica que reúne poesía y ciencia. Tal vez por su fama de payaso de pueblo y porque contradice a los nuevos “modelos educativos”, su propuesta no ha sido considerada más que en los circos donde a veces –para completar el gasto- Mané se emplea de payaso. Y ahí, haciendo malabares, ha demostrado que el dicho protométodo funciona.

¿Y eso que tiene que ver con el cansado andar de los migrantes, Mané?

Ante una taza de café/ en el umbral de la terca suerte/ filosofar el paso del tiempo/ Tormentas hay en un vaso de agua/ Se confunden plancton, mocos y lágrimas/ peces de colores imposibles/ Arcoiris inmenso que cubre el cielo/ de sombras incesantes.

(Los versos intercalados en el texto han sido tomados del poemario AQUARIO, de Isis Samaniego.)

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