Imagen del Popocatépetl del 10 de julio de 2013- Semar

Imagen del Popocatépetl del 10 de julio de 2013- Semar


odos los volcanes son diferentes y para poder hacer un análisis detallado de cada uno se tiene que estudiar su historia eruptiva, la cual está grabada en los materiales que cada volcán arroja; esta información permite a los vulcanólogos entender cómo se ha comportado un determinado volcán en el pasado, cómo se está comportando en la actualidad y cómo podría comportarse en el futuro.

La elaboración del mapa geológico de los volcanes y el estudio de los diferentes materiales que expulsan y que se acumulan en capas (estratigrafía volcánica), permiten en su conjunto reconstruir la historia eruptiva de los mismos.

Los estudios para determinar la historia eruptiva de los volcanes comienzan con el análisis morfológico mediante el procesamiento de la topografía digital, imágenes aéreas o satelitales y la elaboración de mapas temáticos, por ejemplo de pendientes, con los que se preparan modelos digitales en 3D, así como el mapa geológico preliminar que es la base para el trabajo de campo.

Una vez en el campo se describen los depósitos o materiales arrojados por los volcanes -su aspecto, dimensiones, color, componentes, entre otros- lo que indica el tipo de erupción que tuvo lugar. De esta forma es posible identificar, en campo, los flujos de lava antiguos, la dirección del flujo, las áreas que cubrieron, su volumen, la cantidad de material que expulsó y la edad de la erupción.

“Como parte de este tipo de estudios acudimos al campo a tomar muestras -rocas, pómez, ceniza- para posteriormente realizarles un análisis petrográfico al microscopio y observar cuáles son los minerales presentes en las muestras, y con análisis químicos de las mismas definir qué tan evolucionado era el magma en el momento de la erupción”. Los especialistas también colectan, dentro de las capas volcánicas, partes del bosque carbonizado por las erupciones como ramas, trozos de árboles y los suelos sepultados en el momento de la erupción, esto con el fin de determinar cuándo ocurrió la erupción -su edad- con el método de radiocarbono, explicó el doctor José Luis Macías Vázquez, investigador de la Unidad Michoacán del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus-Morelia.

Con estos datos se determina cuántas veces ha hecho erupción un volcán desde su formación, que puede ser desde hace millones de años (tiempos geológicos), hace miles de años (épocas prehispánica y colonial) y tiempos modernos. El Ajusco – localizado en el sudoeste de la Ciudad de México –  estuvo activo hace dos millones de años; en cambio, el Popocatépetl – en los límites  de Morelos, Puebla y Estado de México – ha estado activo desde hace más de 300 mil años y tuvo erupciones que cubrieron poblados prehispánicos hace 2 mil 100 años y mil 100 años; en tiempos modernos presentó una erupción de 1919 a 1928 y luego de más de 60 años en tranquilidad se reactivó en 1994.

Además de la historia eruptiva, los vulcanólogos también pueden delimitar las áreas que han sido afectadas durante cada erupción, así como los volúmenes de los materiales arrojados. “Esta información es muy valiosa para construir mapas de peligros volcánicos, en donde se plasman las zonas de mayor a menor peligro en caso de que el volcán haga erupción otra vez”.

Estos mapas de peligros son utilizados por las autoridades de Protección Civil de los estados y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) para producir mapas de riesgo volcánico, en donde se considera a la población que vive bajo las zonas que podrían ser afectadas por el volcán, se delimitan los puntos de reunión, las rutas de evacuación y los albergues en donde los habitantes serán trasladados o podrán llegar a refugiarse en caso de una erupción volcánica.

José Luis Macías Vázquez, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, junto con otros investigadores, técnicos y estudiantes de los Institutos de Geofísica, Geología y Geografía, así como de los Centros de Investigación de la UNAM (CGEO y CIGA) han estudiado la historia eruptiva de diferentes volcanes, entre ellos el Nevado de Toluca, en el Estado de México, Chichón y Tacaná, en Chiapas; Tres Vírgenes y Cerro Prieto, en Baja California Sur y Baja California, respectivamente. Además, ha llevado a cabo investigaciones conjuntas en los volcanes Popocatépetl y Colima, en la actualidad los más activos de México. Recientemente, el vulcanólogo ha comenzado a estudiar la historia eruptiva y la evolución de algunos de los volcanes en Michoacán.

 

Del pasado al futuro de los volcanes

Los volcanes más activos son aquellos que continuamente tienen erupciones, ya que son alimentados por una cámara magmática que está ubicada a varios kilómetros de profundidad debajo del mismo. Estos volcanes son muy peligrosos, por lo que se requiere monitorear o vigilar su actividad de manera continua, tal es el caso del de Colima y el Popocatépetl.

En este sentido, se establecieron los observatorios vulcanológicos para monitorear la actividad de este tipo de volcanes, los investigadores miden los gases y manantiales termales que emanan hacia la superficie, así como el número de sismos que el magma produce al ascender hacia el cráter y observan si el volcán se está “inflando” por el mismo proceso. Por lo anterior, es necesario conocer la profundidad a la que se encuentra la cámara magmática, y el estudio petrológico de las muestras volcánicas proporciona información de las condiciones del magma, temperatura y profundidad, en el momento de la erupción.

En las erupciones explosivas el volcán arroja fragmentos de piedra pómez, estos trozos son magma que se enfrió rápidamente y muestra las condiciones en las que estaba el material antes de ser expulsado a la superficie. “Lo anterior permite conocer la profundidad de la cámara magmática y en caso de una nueva erupción podemos calcular cuánto tiempo tardará el magma en subir y producir una erupción en el cráter, además con esta información, en combinación con otros métodos geofísicos, se puede realizar el monitoreo volcánico”, indicó el investigador.

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